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martes, 5 de noviembre de 2019

Tenemos la ‘agenda’ tan recargada que nuestros oídos se hacen sordos a la invitación para el encuentro y para disfrutar de lo que verdaderamente tiene importancia



Tenemos la ‘agenda’ tan recargada que nuestros oídos se hacen sordos a la invitación para el encuentro y para disfrutar de lo que verdaderamente tiene importancia

Romanos 12, 5-16ª; Sal 130; Lucas 14, 15-24
Parece que siempre andamos con la agenda recargada y a tope; no tenemos tiempo, decimos, y corremos de un lado para otro y hasta cuando nos invitan para algo grato, decimos que andamos muy liados y veremos a ver si podemos acercarnos aunque solo fuera un ratito. Luego quizá llega ese momento y andamos desganados, quisiéramos hacerlo pero parece que nos ahogamos en un vaso de agua.
Las carreras de la vida; los agobios que incluso no nos dejar ser nosotros mismos y que hasta pueden llevarnos a que una amistad se enfríe y se pierda, porque no le prestamos atención, porque no le dimos tiempo, porque solo pensábamos en nosotros mismos, pero éramos capaces ni de disfrutar de la amistad del amigo; por no disfrutar no disfrutábamos ni de la vida ni de ser nosotros mismos, porque ni para nosotros nos dedicábamos tiempo.
¿Qué es lo que ocupaba tanto nuestra atención? ¿Cuáles eran esas preocupaciones que no podíamos dejar? Pensándolo fríamente después nos decíamos que podíamos haber ido, que hubiéramos pasado unos buenos momentos, pero lo dejamos pasar y quizá fueran oportunidades únicas. No sabemos bien a lo que dedicar el tiempo, porque nos hace falta pararnos un poco para ver las cosas importantes y a lo que tendríamos que dedicar más tiempo, más atención. Al final no terminamos de ser felices.
Y esto lo podemos y tenemos que ver en muchos aspectos de la vida. Nos tendría que llevar a hermosas reflexiones que nos hagan adentrarnos dentro de nosotros mismos y saber encontrar lo primordial, lo que nos va a llenar de verdad por dentro, lo que nos hará sentirnos también más felices. Y con nuestros gestos, nuestros detalles, nuestra atención haremos también felices a los demás. Algunas veces nos lo pensamos después de que ha pasado todo y hemos perdido la oportunidad.
Hoy el evangelio nos habla de un banquete del que se les avisó a los invitados que ya estaba todo preparado y vinieran a participar de aquella fiesta. Pero no tenían tiempo, estaban ocupados en cosas que en aquel momento les parecían importantes, que sentían la desgana de participar y se escudaron en mil disculpas para no asistir y al final el que invitaba desistió de repetir la invitación y fueron otros los que vinieron a participar de aquel banquete. Aquellos primeros invitados no se la merecían porque había otras cosas con las que llenaban su corazón y a esta invitación no le daban importancia.
Jesús nos propone la parábola para hablarnos del Reino de Dios como de un banquete al que todos estamos invitados; y ya sabemos la respuesta que tantas veces damos con nuestras disculpas, nuestras faltas de tiempo, o nuestras preocupaciones por otras cosas. Podemos pensar en esa amplitud de todo lo que es el Reino de Dios al que no siempre damos respuesta, porque otras son nuestras metas, porque otras son las cosas que nos llaman la atención y nos distraen, como podemos pensar ya de una forma más concreta y directa en el banquete de la Eucaristía al que todos estamos invitados.
Suena la campana de nuestra iglesia tantas veces que tan acostumbrados estamos que ya no llama la atención y ni nos damos cuenta de su voz. Estamos absortos en nuestras ‘cositas’ que ya no tenemos tiempo ni para el encuentro con la comunidad ni para nuestro encuentro con Dios. Cuántas disculpas nos damos en repetidas ocasiones. Y la llamada resonará en el vacío porque no hay oídos que le presten atención. Y la sala del banquete sigue vacía, o con alguna persona desperdigada por aquí o por allá cada uno en su rincón y en su banco, echemos una mirada a nuestras iglesias a la hora de la Eucaristía, pero miremos al mismo tiempo otras cosas que en la calle de la vida suceden y comparemos donde realmente estamos, o a lo que verdaderamente los que nos llamamos cristianos le damos importancia.
Mucho tendríamos que pensar también. Nuestra agenda parece que anda también muy recargada.

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