Un
silencio que nos habla de la espiritualidad profunda que se abre a Dios y se
hace disponible para el servicio sencillo y humilde del hombre justo
2Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16; Sal
88; Romanos 4, 13. 16-18. 22; Mateo 1, 16. 18-21. 24a
Hombre justo lleno de fe, servidor fiel
y prudente, sencillo y humilde de corazón son algunas cosas que de entrada
podemos decir de San José a quien hoy estamos celebrando.
De Jesús dijeron sus propios convecinos
allá en la sinagoga de Nazaret que era el hijo del carpintero, para resaltar su
condición humilde. Ser carpintero o artesano era un oficio humilde en un pueblo
pequeño como lo era Nazaret, pero no era solo la pobreza de medios sino era el espíritu
humilde y sencillo de quien en su oficio estaba dispuesto a ayudar y remediar
cualquier necesidad o problemas en aquellos humildes hogares.
Cuando en la vida nos encontramos con
una persona de corazón sencillo y humilde, podríamos decir que nos sentimos
cautivados por esa generosidad de espíritu que se deja traslucir tras unos
humildes ropajes quizá, pero que nos están hablando de una riqueza espiritual
que ya nosotros quisiéramos tener. Y es lo que descubrimos en los pocos retazos
de su vida que nos trasmite el evangelio.
No era un hombre que viviera en la
superficialidad que no se tomara en serio los problemas que la vida misma le
fuera ofreciendo. Era el hombre prudente que rumiaba las cosas en su interior
antes de tomar decisiones, pero además era un hombre de un profundo sentido de
fe para tratar de discernir en todo cuanto le sucedía lo que era la voluntad de
Dios. Momentos duros y difíciles por los que tuvo que pasar en su vida
descubrimos en esos pocos momentos que nos trasmite el evangelio.
Fueron las dudas ante lo que sucedía en
Maria, pero era el hombre bueno y justo que no quería nunca hacer daño. Como
hombre, y más en aquella cultura, podría haber sentido profundamente herido en
cuanto veía o sospechaba. Pero era un hombre abierto a lo bueno y abierto a lo
que fuera la voluntad del Señor. Por eso no quería repudiar a Maria, pero se abría
a la inspiración del Señor que le viene a través del ángel en el sueño.
En el sentido bíblico el sueño era una
manera de expresarnos lo que se siente en el interior sin saber de donde
procede, pero que se siente como la voz del Señor. Y es lo que va a ayudar a
José en diferentes momentos de su vida. Será ahora con la aceptación de Maria
en su casa, será en el tener que desplazarse hasta Belén desde los caprichos de
un gobernador que quiere hacer un censo, como será en el momento en que el niño
está en peligro y tendrá que huir a Egipto.
Solo una persona de fe profunda, de una
gran religiosidad y espiritualidad llega a descubrir de esa manera lo que son
los caminos del Señor. De resto, en la vida de José, silencio. Cuánto tenemos
que aprender de su silencio.
No le escucharemos pronunciar palabra
pero su vida silenciosa nos está hablando de lo que hay en su corazón. Nos está
enseñando a rumiar las cosas con serenidad y sin dejarse llevar por los
primeros impulsos como tantas veces nos sucede; nos está enseñando a tener un corazón
abierto a lo trascendente, un corazón abierto a Dios siempre dispuesto a
escucharle. Nos está enseñando a esa disponibilidad que tiene que haber en nuestra
vida siempre para el servicio, siempre para lo bueno, para hacer el bien. Es el
silencio de san José que nos está gritando hoy en el corazón.
Que aprendamos de ese silencio que nos
tiene que hacer reflexivos, profundos en nuestra espiritualidad, siempre
abiertos a Dios, siempre disponibles para el servicio, siempre resplandecientes
por nuestra sencillez y humildad como san José.
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