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domingo, 10 de febrero de 2019

Jesús quiere que salgamos a la orilla del lago, donde están los hombres y mujeres desorientados en medio de sus sufrimientos y desesperanzas, donde quizá nos parece que nada se puede hacer


Jesús quiere que salgamos a la orilla del lago, donde están los hombres y mujeres desorientados en medio de sus sufrimientos y desesperanzas, donde quizá nos parece que nada se puede hacer

Isaías 6, 1-2a. 3-8; Sal 137; 1 Corintios 15, 1-11;Lucas 5, 1-11

Hace falta un voluntario, ¿quién se ofrece? Surgió una voz en medio del grupo, hacía falta un voluntario. La respuesta puede ser diversa; nos miramos unos a otros a ver quien es el que se ofrece, rehuimos la mirada de los otros que parece que nos están señalando para que nos ofrezcamos, sentimos miedo o temor de no saber hacer quizá aquello para lo que se nos pide voluntariedad, alguien quizá se ofrece temerosamente, o quizá nos sentimos como empujados por las miradas insinuantes de los otros, o sentimos un impulso interior que nos hace lanzarnos.
El voluntario puede surgir así, quizá de alguien espontáneamente, o en un momento determinado sin que ni siquiera se oyera esa voz pidiéndolo, nos vimos impelidos a implicarnos en aquella situación o en aquella necesidad; no hubiéramos querido quizá estar allí, o en otras circunstancias no nos hubiéramos ofrecido, pero lo que sucedía en aquellos momentos nos empujó a ser ese voluntario que pusiera su mano, se implicara en el tema, ofreciera su acción. No íbamos con esa intención, pero casi nos pusieron el arado en la mano sin nosotros mucho desearlo y allí estamos arando en aquella tierra, implicándonos y complicándonos en lo que quizá ni soñábamos.
¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?’ es la voz que se oye en medio de aquella teofanía, manifestación de la gloria del Señor que nos describe el profeta. Podríamos decir que los diferentes textos de la Palabra que hoy se  nos ofrecen en la liturgia de este domingo son esa voz que nos está pidiendo un voluntario.
Fijémonos en el evangelio. Jesús caminaba por la orilla del lago en medio de las gentes y todos se agolpaban a su alrededor con el deseo de escuchar su Palabra. Y se va a necesitar una colaboración; había varias barcas allí en la orilla mientras los pescadores que habían llegado de su faena recogían y reparaban las redes para dejarlas preparadas para otra ocasión. Jesús querrá contar con una de aquellas barcas para sentado en ella desde la orilla y donde todos le pudieran oír ponerse a enseñar a las gentes.
Es la barca de Pedro al que le pedirá Jesús cuando terminó de proclamarles la Palabra que remara lago adentro para echar de nuevo la red para pescar. Algo insólito, normalmente se pescaba en la noche o al amanecer, por otra parte ellos se habían pasado la noche de forma infructuosa bregando sin coger nada, y ahora Jesús les pide que de nuevo se adentren en el lago y echen la red para pescar. ¿Qué podría haber pasado por la mente de aquellos pescadores? Nos lo imaginamos, pero Pedro que ha escuchado la Palabra de Jesús quiere confiar. Nos hemos pasado la noche sin coger nada, pero por tu Palabra, echaré la redes’.
Podía ser Pedro pero podría haber sido cualquiera de los otros pescadores, pero fue en su barca en la que se subió Jesús. Aquello era una llamada bien significativa y era toda una invitación. Se necesitaba un colaborador, un voluntario, y allí estaba Pedro.  Pedro que sin pensárselo mucho quizá, aunque tenía sus reticencias porque él conocía bien el lago, se había fiado de la Palabra de Jesús. Ya sabemos lo que sucedió y la necesidad de contar con otros pescadores que les ayudaran, pero cómo Pedro se vió sorprendido interiormente para darse cuenta de su valor o de su indignidad. Apártate de mí, que soy un hombre pecador, le había dicho a Jesús postrándose a sus pies.
Como el profeta cuando contempló la gloria del Señor en aquella visión del templo. Soy un hombre de labios impuros y he visto con mis ojos al Rey y Señor del universo’. Pero se sintió purificado por el Señor de manera que cuando la voz celestial pregunta ¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?’ él se ofrece voluntario y generoso: Aquí estoy, mándame’
Ahora será Jesús el que le diga a Pedro y a los otros pescadores que estaban también con él en la barca: No temas: desde ahora, serás pescador de hombres’. Estaba en el sitio oportuno y en el momento oportuno. Se vio implicado al facilitar la barca a Jesús para el anuncio de la Palabra y las cosas se fueron sucediendo hasta sentirse llamado por el Señor.
Era una Palabra de vida la que había escuchado, una palabra que le hacía reconocerse en su indignidad pero que se convertía en una llamada que le abría camino delante de él. Eran pescadores en el lago de Galilea, pero en adelante serán pescadores de hombres, a ellos se les confiaría una nueva misión, la misión de llevar por el mundo el anuncio de esa Palabra de vida y de salvación. Ahora comienzan a caminar con Jesús, siguiendo sus pasos, escuchando con mayor intimidad su Palabra, dejándose transformar por la gracia.
Pero nosotros no estamos ahora aquí como meros espectadores de un hecho sucedido en el tiempo. También queremos arremolinarnos alrededor de Jesús para escucharle y dejarnos transformar por Él, por su presencia de gracia. Nos está pidiendo Jesús la barca de nuestra vida, porque desde nosotros, desde nuestra vida y nuestro actuar El quiere también hacer llegar su Palabra a los demás.
Quienes seguimos a Jesús también hemos de convertirnos en signos de gracia para nuestro mundo, porque otra pesca maravillosa ha de realizarse también en nuestro mundo y Jesús necesita de nuestra barca; nos dice Jesús que rememos también mar adentro de nuestro mundo porque tenemos que ir y estar allí en medio de los hermanos para hacer sentir en ellos su mensaje de salvación.
Jesús estaba allí en medio de las gentes y donde la gente hacia su vida, en aquella orilla del lago; es lo que le pide a la Iglesia, lo que nos pide a nosotros; no será solo en nuestros templos o en nuestros lugares de culto, no será solo en esos lugares que tengamos en nuestras parroquias para nuestras reuniones y nuestros encuentro, sino que Jesús quiere que salgamos a la orilla del lago, allí en la orilla de la vida, allí donde están los hombres y mujeres desorientados y en medio de sus sufrimientos y sus desesperanzas, porque es ahí donde tenemos que ser signos de evangelio, es ahí donde tenemos que ser pescadores de hombres.
El mar habitual donde generalmente estamos o celebramos los cristianos algunas veces parece que está vacío y que ya no hay nada que recoger, pero tenemos que ir a ese otro mar que se abre ante nosotros, donde si podemos tener pesca abundante aunque pensemos que ahí nada se puede hacer.  No olvidemos que no vamos por nuestra cuenta o por nuestros saberes sino que siempre iremos en el nombre del Señor y esa red la vamos a echar siempre por el nombre y por la Palabra de Jesús.




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