Acudimos a Jesús no solo pidiendo la salud para nuestro cuerpo, sino que vamos a pedir y a encontrar en Él la salud más profunda cuando en Él encontremos el sentido de nuestra vida
Génesis 1,1-19; Sal 103; Marcos 6,53-56
Jesús
recorre los pueblos y aldeas de toda Galilea anunciando el Reino de
Dios, atraviesa el lago de orilla a orilla porque a todos quiere
llegar, la gente le sale al paso por los caminos o viene a su
encuentro cuando llega a cualquier pueblo o aldea; han oído hablar
del nuevo profeta que ha surgido entre ellos y quienes le han
escuchado llevan la buena noticia a los demás. Se acercan a Jesús
desde sus problemas y sus necesidades, con sus enfermos y con todos
los que sufren por cualquier causa porque en Él se despiertan
esperanzas nuevas; quieren estar a su lado no solo para mejor
escucharle sino para sentir su presencia cercana llena de amor; los
enfermos quieren tocarle y al menos desean rozar la orla de su manto
a su paso.
La
situación de pobreza que viven hace que se multipliquen los enfermos
de todo tipo; las enfermedades que les azotan aumentan su pobreza y
su necesidad cuando no pueden ya valerse por sí mismos o cuando
debido a algún tipo de enfermedades como la lepra han de vivir
apartados incluso de los suyos condenados a vagar por los despoblados
y donde no puedan tener ningún contacto humano. La enfermedad, la
pobreza, la discriminación, el desarraigo de la vida de la comunidad
son aspectos que se entrelazan y hacen muchas veces perder las
esperanzas.
Si
hoy nosotros, incluso con los distintos medios de los que disponemos
que nos dan una cierta seguridad social cuando nos sobreviene la
enfermedad se multiplican los interrogantes en nuestro interior,
podemos pensar en las angustias de aquellos espíritus atormentados
por el sufrimiento, cercados por la pobreza y condenados en vivir en
las más dolorosas miserias. Preguntas sobre el sentido de la vida y
sobre el sentido del dolor; preguntas por el abandono en que viven en
el que hasta se sienten abandonados de Dios; preguntas cruciales
cuando se pierde la esperanza, cuando todo es negrura en nuestro
derredor pero más aún cuando esa negrura llena por dentro nuestro
espíritu.
El
noticia de que hay alguien que está anunciando un mundo nuevo y
distinto corre de boca en boca y hace renacer esperanzas cuando ese
anuncio lleva implícito la posibilidad de un mundo nuevo donde
desaparezcan esas desigualdades, podamos superar esas situaciones de
dolor y sufrimiento y prevemos que podamos vivir con mayor dignidad.
Es normal que corran hasta Jesús y quieran estar cerca de El,
apretujarse en su entorno y querer al menos como si fuera un talismán
tocar al menos la orla de su manto.
Encontrar
la salud era la posibilidad de poder comenzar una vida nueva, en que
con su trabajo pudieran salir de la profunda pobreza en la que
vivían; recobrar la salud era volver a reencontrarse con los suyos y
sentir de nuevo la cercanía y el calor del amor; recobrar la salud
era recuperar de alguna manera la dignidad de la persona que ya por
sí misma se podría valer.
Era
importante la salud del cuerpo con el movimiento de sus miembros
recuperados, con los ojos claros y limpios para poder ver, el cuerpo
sano que permitiera una movilidad y un encuentro con los otros, pero
no era solo lo físico lo que se iba recuperando sino era la
recuperación de la dignidad de la persona que ya no se sentía
maldita de Dios y de todos - la enfermedad se consideraba como una
condena y una maldición - y podría vivir ya dignamente en medio de
los suyos. No era solo la curación externa, sino la curación que
desde lo más profundo de sí mismos sentían, porque era como un
sentirse perdonados por una culpa que no sabían de donde provenía y
era como de nuevo sentirse bendecidos por Dios.
Era
reencontrar un sentido nuevo para su vida en cualquier situación en
la que se encontraran. Y eso lo podían alcanzar en Jesús. Decíamos
antes que nosotros también cuando nos vemos atenazados por la
enfermedad nos vemos envueltos en muchos interrogantes y preguntas,
porque algunas veces parece que perdemos el sentido de la vida y
también el sentido de ese dolor y sufrimiento que nos envuelve. Creo
que también nosotros sin ningún complejo tenemos que aprender a
acudir a Jesús.
En
El vamos a encontrar el valor y el sentido de nuestra vida cualquiera
que sea la circunstancia por la que pasemos. Cristo es la verdad del
hombre para el hombre. Cristo es nuestra luz y nuestra vida, nuestra
salvación y el sentido de nuestro vivir. Acudimos a Él no solo
pidiendo quizá la salud para nuestro cuerpo que en cualquiera de sus
miembros se vea enfermo, sino que vamos a pedirle y a encontrar en Él
la salud más profunda cuando en Él encontremos el sentido de
nuestra vida.
Ese
es el gran milagro que de Él tenemos que esperar, pero depende de
con qué tipo de fe nos acerquemos a Él. Fe es fiarnos, es poner
confianza de que aquello que esperamos lo vamos a conseguir de
verdad; y esa confianza es Jesús por nuestra fe es algo cierto, algo
de lo que hemos de empapar toda nuestra vida.
Hoy
precisamente 11 de Febrero y día de la Virgen de Lourdes celebramos
en la Iglesia el día del Enfermo. Que María nos ayude a ir al
encuentro con Jesús para que sepamos encontrar también el sentido
verdadero de nuestra enfermedad o nuestros sufrimientos. Serán una
prueba para nuestra vida, pero nunca serán un castigo; serán
momentos difíciles que vivimos con dolor, pero convertidos en
ofrenda de amor con nuestro sufrimiento estaremos junto a la Cruz de
Jesús en su pasión y en su muerte, pero sabemos que como la pascua
de Jesús culmina en resurrección, la pascua de nuestro dolor
culminará siempre en vida.
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