Tenemos
que dejarnos iluminar de verdad por esa luz que es Jesús para ponernos en
camino para hacer el anuncio, para llevar esa luz al mundo que tanto la
necesita
Isaías 60, 1-6; Sal 71; Efesios
3, 2-3a. 5-6; Mateo 2, 1-12
‘¡Levántate, brilla,
Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! sobre
ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y caminarán los pueblos a
tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora…’
Es el anuncio del profeta
cuyo cumplimiento vemos hoy. Una estrella aparecerá en el cielo como signo y
como señal de un nuevo resplandor que comienza a brillar. En la noche de Belén
las tinieblas se disiparon y todo se llenó del resplandor de la gloria del
Señor. Los ángeles como estrellas luminosas iluminaron los campos de Belén
anunciando a los pastores el nacimiento del Salvador.
Pero aquella luz no podía
quedarse circunscrita a los campos de Belén ni a los territorios de Israel sino
que era una luz que tenia que resplandecer para todo el mundo. ‘Caminarán
los pueblos a su luz…’ que decía el profeta. ‘Porque vendrán todos, de
todos los pueblos… cantando las alabanzas del Señor’.
El resplandor va mucho mas
allá de los territorios de Judá y de Israel por eso la estrella que brilla en
el cielo la van a descubrir, como nos dice el evangelio, unos magos de Oriente.
Y descubrirán la señal y se pondrán en camino. La sabiduría de aquellos magos,
conocedores de las escrituras antiguas, les han llegar hasta Jerusalén
preguntando por el recién nacido rey de los judíos. ‘Porque hemos visto
salir su estrella y venimos a adorarlo’.
Las gentes de Jerusalén se
alborotan con la caravana, el rey Herodes intrigado mandará llamar a los recién
llegados para indagar sobre todo lo que podría poner en peligro su reino y su
poder, se consultan a los doctores de la ley y encuentran lo anunciado por el
profeta. ‘Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la
última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será
el pastor de mi pueblo Israel’.
Con las indicaciones
precisas del camino, pero también de la advertencia del regreso para comunicar
a Herodes lo que hayan encontrado, los magos se dirigen a Belén, guiados de
nuevo por la estrella que ya les señalará el lugar exacto. Y ya lo hemos
escuchado en el relato evangélico. ‘Al ver la estrella, se llenaron de
inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y
cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron
regalos: oro, incienso y mirra’.
Hasta aquí los detalles del
relato. No tratemos de ponernos ahora de astrónomos ni de historiadores que nos
den explicaciones o certezas del hecho en sí. Podíamos contemplarlo casi como
una parábola porque todo el relato está lleno de signos que trascienden del
relato en si mismo y que pueden ser pauta para nuestro camino de encuentro con
el Señor.
Nos está hablando de una
estrella que los ilumina y los guía con el resplandor nuevo de su luz. Y
efectivamente una luz nueva vamos a encontrar en Jesús, o, si queremos decirlo
de otra manera, Jesús nos va a iluminar con una luz nueva que nos haga caminar
caminos nuevos y distintos por la vida. Pero tenemos que dejarnos iluminar por
esa luz. No la podemos ocultar ni dejar que las nubes borrascosas de la vida
apaguen su resplandor. Esa estrella es para nosotros como evangelio, como Buena
Nueva que nos anuncia una salvación que está por llegar a nuestra vida y que se
hace presente con Jesús. Miremos, pues, por qué algunas veces nos ocultamos de
esa luz o no dejamos que nos ilumine; si junto a la ventana de la vida ponemos
muchas cosas que obstaculicen el paso de la luz, no podrá llegar a iluminarnos.
Y cuántas cosas ponemos en las ventanas de nuestra vida como adornos que nos
llenan de vanidad. Cuantos apegos como cortinas que quieren tamizar esa luz, cuantas vanidades de cosas que nosotros
decimos bonitas pero que se convierten en obstáculos para nuestra vida.
Otro signo lo podemos
encontrar en el camino que hicieron los magos. Vieron la estrella en Oriente y
se pusieron en camino; les señalan el camino de Belén y se ponen en camino; han
cumplido su misión y se pusieron de nuevo en camino para ir a su tierra.
Supieron descubrir las señales pero no se quedaron en elucubraciones muy
juiciosas sino que apareció la disponibilidad de sus vidas para ponerse en camino
para descubrir el significado de aquellas señales. No temieron las dificultades
ni las incomodidades del camino, aunque para ello tuvieran que atravesar
desiertos; cuando todo parecía que eran murallas que se ponían ante sus ojos
supieron ir más allá saltando por encima de las dificultades porque lo que querían
era encontrar aquel recién nacido rey de los judíos, con todo lo que ello
pudiera significar.
Nos cuesta ponernos en
camino, queremos tenerlo todo planificado y bien atado, tememos las incomodidades
o los contratiempos, estamos viendo de antemano la oposición que nos podamos
encontrar y nos llenamos de miedo porque pensamos que son más fuertes que
nosotros. Igualmente nosotros somos barreras en muchas ocasiones para los
demás, ponemos barreras desde nuestras propias sabidurías que se quedan en
banalidades pero que ni vamos nosotros ni dejamos que otros vayan y encuentren.
Sabemos muy bien que hoy
nosotros tenemos que ser estrella, luz que ilumine con la riqueza de nuestra fe
al mundo que nos rodea. Pero cuánto nos cuesta ponernos en camino, cuantas
razones nos buscamos o cuantas dificultades imaginamos que vamos a encontrar.
Los magos fueron valientes; no temieron que los tacharan de ingenuos o unos
iluminados; no temieron lo que se podrían encontrar por el hecho de ser
extranjeros y desconocidos en aquella tierra. Se pusieron en camino. Ellos
llevaban una luz interior desde que habían descubierto aquella estrella y eso
les hacia sentirse seguros en su camino pese a las dificultades que pudieran
encontrar.
¿Nos habremos dejado
iluminar nosotros de verdad por esa luz que es Jesús para sentirnos igual de
valientes para ir a hacer el anuncio, a llevar esa luz al mundo que tanto la
necesita? Piensa si tu vida de fe es una luz que ilumina a cuantos están a tu
lado.
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