Con qué sencillos gestos podríamos ir nosotros repartiendo salud y vida y curando los dolores del alma que tantos sufren
1Juan 5,5-13; Sal 147; Lucas
5,12-16
Los signos y los gestos con que nos expresamos y relacionamos los unos
y los otros son verdaderos medios de comunicación que sin palabras nos expresan
y nos dicen en muchas ocasiones mucho más que lo que incluso podamos expresar
con palabras. Una mano sobre el hombro, unos brazos que nos cubren con cariño,
una mirada a los ojos que sin palabras nos dice muchas cosas, una sonrisa que
es mucho más y mejor que una simple mueca, una mano tendida que nos acerca
hasta lo más profundo de nosotros mismos, una presencia quizá silenciosa a
nuestro lado en un momento de dolor, una inclinación de cabeza quizá desde la
distancia, el dar unos pasos hacia el otro cuando vemos indecisión para acortar
distancias… son algunos de los muchos gestos que podemos tener los unos con los
otros.
Hay quien quizá evita el contacto físico, y rehúsa quizás esa mano que
nos toca o esos brazos sobre nuestros hombros, puede ser también un signo de la
distancia que queremos poner ante el otro, o de otras actitudes que podamos
tener en nuestro interior donde quizá nos sentimos tan puros y tan rectos que podríamos
pensar que ese contacto nos llenaría a nosotros también de suciedad. Hay muchos
que van de puritanos por el mundo y no quieren que nadie les pueda mancillar.
Es quizá un signo negativo, pero signo en fin de cuentas con lo que queremos
expresar algo que no somos capaces de decirlo con palabras.
Pero bien agradecemos esos signos que nos muestran cercanía y hoy es
muy normal que pronto nos demos un abrazo o ya desde el principio nos demos un
beso de saludo para expresar la buena voluntad o los buenos deseos con que nos
acercamos a los demás. Un gesto que nos puede decir mucho más que muchas
palabras que quizá no sabemos encontrar para expresar lo mejor de nosotros
mismos.
El evangelio nos habla de muchos gestos de Jesús con los que quería
manifestarnos su cercanía y su amor misericordioso y compasivo. Ya incluso
aquellos hechos extraordinarios como son los milagros los evangelistas nos
emplean la expresión de signos porque quiere manifestarnos cómo tenemos que
saber leer en esos hechos todo lo que Jesús quería de nosotros y para nosotros.
Pero es que además nos encontramos con gestos sencillos, que quizá
hasta nos pudieran pasar desapercibidos, con los que Jesús quiere decirnos
tanto lo que es su amor. Hoy vemos uno de esos gestos; un gesto que no era
comprendido por las gentes de su tiempo, e incluso era poco menos que prohibido
para evitar contaminaciones que iban mucho más allá del contagio de una
enfermedad. Un leproso no se podía tocar; incluso al mismo leproso se le
consideraba impuro y quien osara tocarlo se contagiaba de esa misma impureza
legal que, repito, era mucho más que el contagio de una enfermedad.
Y hoy contemplamos a Jesús extendiendo la mano para tocar al leproso. Había
acudido aquel hombre, saltándose incluso las rígidas normas que le impedían
estar en medio de los que estaban sanos, acercándose a Jesús para implorar
misericordia y compasión. ‘Si quieres, puedes curarme’, era la súplica
de aquel hombre. Y antes que las palabras la respuesta de Jesús está en el
gesto. Se acercó – ya es un gesto y un detalle – y extendió la mano y lo tocó. ‘Quiero,
queda limpio’, serán las palabras de Jesús.
¡Con qué sencillos gestos podríamos ir nosotros también repartiendo
salud y vida! Es la cercanía de nuestro corazón, es la sonrisa amable que
descorre los velos de las tristezas y las soledades, en la mirada comprensiva
que sana desde dentro a quien se siente valorado y hasta perdonado, es la
presencia silenciosa quizá que rompe soledades y que se convierte en cercanía
que despierta una nueva ilusión y esperanza cuando se sienten comprendidos sin
recriminaciones, es el oído atento para escuchar pero con labios cerrados para
no escarbar en heridas pero que crea nuevas sintonías que hacen que la vida sea
mas maravillosa en su música que ya no será tan monótona.
Así podríamos pensar en nuestra manera de acercarnos a los demás, en
la forma cómo manifestamos nuestra comprensión, en el estímulo que pretendemos
infundir en quien quiere comenzar de nuevo y no sabe cómo. Repasemos aquellos múltiples
gestos de los que antes hablábamos para iniciar nuestra reflexión. ¡Cuántos
dolores del alma podemos curar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario