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viernes, 11 de enero de 2019

Con qué sencillos gestos podríamos ir nosotros repartiendo salud y vida y curando los dolores del alma que tantos sufren


Con qué sencillos gestos podríamos ir nosotros repartiendo salud y vida y curando los dolores del alma que tantos sufren

1Juan 5,5-13; Sal 147; Lucas 5,12-16

Los signos y los gestos con que nos expresamos y relacionamos los unos y los otros son verdaderos medios de comunicación que sin palabras nos expresan y nos dicen en muchas ocasiones mucho más que lo que incluso podamos expresar con palabras. Una mano sobre el hombro, unos brazos que nos cubren con cariño, una mirada a los ojos que sin palabras nos dice muchas cosas, una sonrisa que es mucho más y mejor que una simple mueca, una mano tendida que nos acerca hasta lo más profundo de nosotros mismos, una presencia quizá silenciosa a nuestro lado en un momento de dolor, una inclinación de cabeza quizá desde la distancia, el dar unos pasos hacia el otro cuando vemos indecisión para acortar distancias… son algunos de los muchos gestos que podemos tener los unos con los otros.
Hay quien quizá evita el contacto físico, y rehúsa quizás esa mano que nos toca o esos brazos sobre nuestros hombros, puede ser también un signo de la distancia que queremos poner ante el otro, o de otras actitudes que podamos tener en nuestro interior donde quizá nos sentimos tan puros y tan rectos que podríamos pensar que ese contacto nos llenaría a nosotros también de suciedad. Hay muchos que van de puritanos por el mundo y no quieren que nadie les pueda mancillar. Es quizá un signo negativo, pero signo en fin de cuentas con lo que queremos expresar algo que no somos capaces de decirlo con palabras.
Pero bien agradecemos esos signos que nos muestran cercanía y hoy es muy normal que pronto nos demos un abrazo o ya desde el principio nos demos un beso de saludo para expresar la buena voluntad o los buenos deseos con que nos acercamos a los demás. Un gesto que nos puede decir mucho más que muchas palabras que quizá no sabemos encontrar para expresar lo mejor de nosotros mismos.
El evangelio nos habla de muchos gestos de Jesús con los que quería manifestarnos su cercanía y su amor misericordioso y compasivo. Ya incluso aquellos hechos extraordinarios como son los milagros los evangelistas nos emplean la expresión de signos porque quiere manifestarnos cómo tenemos que saber leer en esos hechos todo lo que Jesús quería de nosotros y para nosotros.
Pero es que además nos encontramos con gestos sencillos, que quizá hasta nos pudieran pasar desapercibidos, con los que Jesús quiere decirnos tanto lo que es su amor. Hoy vemos uno de esos gestos; un gesto que no era comprendido por las gentes de su tiempo, e incluso era poco menos que prohibido para evitar contaminaciones que iban mucho más allá del contagio de una enfermedad. Un leproso no se podía tocar; incluso al mismo leproso se le consideraba impuro y quien osara tocarlo se contagiaba de esa misma impureza legal que, repito, era mucho más que el contagio de una enfermedad.
Y hoy contemplamos a Jesús extendiendo la mano para tocar al leproso. Había acudido aquel hombre, saltándose incluso las rígidas normas que le impedían estar en medio de los que estaban sanos, acercándose a Jesús para implorar misericordia y compasión. ‘Si quieres, puedes curarme’, era la súplica de aquel hombre. Y antes que las palabras la respuesta de Jesús está en el gesto. Se acercó – ya es un gesto y un detalle – y extendió la mano y lo tocó. ‘Quiero, queda limpio’, serán las palabras de Jesús.
¡Con qué sencillos gestos podríamos ir nosotros también repartiendo salud y vida! Es la cercanía de nuestro corazón, es la sonrisa amable que descorre los velos de las tristezas y las soledades, en la mirada comprensiva que sana desde dentro a quien se siente valorado y hasta perdonado, es la presencia silenciosa quizá que rompe soledades y que se convierte en cercanía que despierta una nueva ilusión y esperanza cuando se sienten comprendidos sin recriminaciones, es el oído atento para escuchar pero con labios cerrados para no escarbar en heridas pero que crea nuevas sintonías que hacen que la vida sea mas maravillosa en su música que ya no será tan monótona.
Así podríamos pensar en nuestra manera de acercarnos a los demás, en la forma cómo manifestamos nuestra comprensión, en el estímulo que pretendemos infundir en quien quiere comenzar de nuevo y no sabe cómo. Repasemos aquellos múltiples gestos de los que antes hablábamos para iniciar nuestra reflexión. ¡Cuántos dolores del alma podemos curar!

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