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domingo, 27 de enero de 2019

Sigue siendo de algún modo Epifanía porque sigue manifestándose Jesús como el Hijo de Dios, el Ungido del Espíritu, que proclama la Buena Noticia del Año de Gracia del Señor


Sigue siendo de algún modo Epifanía porque sigue manifestándose Jesús como el Hijo de Dios, el Ungido del Espíritu, que proclama la Buena Noticia del Año de Gracia del Señor

Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10; Sal 18; 1 Corintios 12, 12-30; Lucas 1,1-4; 4,14- 21
Todos habremos visto en más de una ocasión a gente llorando de emoción y de alegría. ¿Por qué llora esa mujer? nos preguntamos quizás cuando le hemos dado una buena noticia a alguien y se emociona tanto, y tanta es su alegría que prorrumpe en lágrimas como si le hubieran comunicado la mayor desgracia. Y es que no se llora solamente de tristeza o cuando lo pasamos mal por algún motivo, se llora también de alegría, de emoción.
Una buena noticia inesperada, el anuncio de un acontecimiento importante que quizás esperábamos pero que no terminaba de acontecer, la celebración gozosa de algo importante para nuestra vida que cala hondo en emoción en nosotros, nos hace prorrumpir en lágrimas. Algo grato, bueno, que nos llena de alegría y lo expresamos con nuestras lágrimas de emoción. Dejamos fluir nuestras lágrimas, sacamos a flote nuestras emociones, expresamos a través de estos signos los sentimientos más hondos de nuestra alma.
Algo así le estaba pasando al pueblo reunido cuando Nehemías convocó a la gente, levantando un estrado alto en medio de la plaza, para leerles el texto de la Ley, la Escritura Santa. habían pasado por momentos difíciles cuando se vieron lejos de su tierra, lejos del Templo del Señor, y lejos de su ciudad santa y sin poder escuchar la Ley del Señor. Ahora cuando están rehaciendo de nuevo sus vidas allí en medio de ellos y con toda solemnidad a pesar de su pobreza se proclama de nuevo la Palabra del Señor, y el pueblo se emociona y llora de alegría.No hagáis duelo ni lloréis porque hoy es un dia consagrado al Señor… No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza’. Y les invita a hacer fiesta, expresado también en los banquetes de fiesta que han de celebrar.
Era la alegría por el reencuentro con la Palabra del Señor, que nos tendría que hacer pensar a nosotros si en verdad sentimos ese mismo gozo y esa misma alegría cuando se nos proclama la Palabra del Señor. Miremos nuestras caras cuando cada domingo o cada día acudimos a la celebración del Señor; miremos nuestras caras cuando se nos está haciendo la proclamación de la Palabra de Dios y tenemos que reconocer que muchas veces más que alegría mostramos aburrimiento y que nuestras mentes en esos momentos están en otro lugar.
Mucho tendría que hacernos pensar esta Palabra que hoy se nos está proclamando y cuáles son nuestras actitudes, nuestras posturas, nuestra atención mientras se nos hace la proclamación. Hablamos con el que está a nuestro lado mientras nos habla el Señor por medio de su Palabra, no nos importa llegar tarde y quizá mientras se están haciendo las lecturas nosotros vamos visitando todo los altares de nuestra devoción haciendo caso omiso a lo que se  nos está proclamando y acaso siendo también motivo de distracción para el resto de personas que están en el templo.
Pero este texto que estamos comentando nos sirve hoy de introducción, por así decirlo, al texto del evangelio que se nos ha proclamado. Jesús, después de haber recorrido ya muchos pueblos y aldeas de Galilea haciendo los primeros anuncios del Reino, llega a su pueblo de Nazaret y el sábado va a la sinagoga al momento de la oración. Es invitado o El se ofrece a proclamar el texto del profeta y hacer su comentario, pues el encargado de la Sinagoga podía invitar a alguien a que hiciese esa proclamación y comentario; Jesús venía ya con la fama de su predicación por distintos lugares y siendo un hijo de aquel pueblo es invitado a hacerlo.
El texto escogido para su proclamación es del profeta Isaías. El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido y me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor’. Todos en la sinagoga tenían fijos los ojos en Él, nos dice el evangelista, esperando sus palabras, su comentario.  Y él se puso a decirles: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír’.
El comentario es breve y muy concreto. Lo anunciado allí se cumplía. Allí estaba el Ungido del Señor. Y aunque empleamos la palabra en castellano, venía a decirles que allí está el Mesías del Señor. El ungido del Señor era el Mesías; y allí se estaba señalando su misión. Enviado para anunciar una Buena Noticia.
¿Cuál era esa Buena Noticia, ese Evangelio que se estaba anunciando? Llegaba el dia de la liberación, de la salvación. Una buena noticia que tenía que llenar de alegría a los pobres, a los oprimidos y esclavizados, a los ciegos y a cuantos estaban llenos de ataduras en su cuerpo o en su espíritu. Era el momento del perdón, de la gracia, de la amnistía. era el momento de estrenar una nueva libertad, una nueva vida liberada de toda atadura. Era el día del Señor, el año de gracia del Señor.
Era la misión de Jesús, lo que a través de signos y señales iría realizando en su caminar aquellos caminos de Palestina; era el anuncio de gracia, el anuncio del Reino de Dios que comenzaba y que había que creer. Era el momento de la Salvación en que se iba a establecer una nueva Alianza que será sellada no ya con la sangre de los toros y de los machos cabríos sino en la Sangre del Cordero, en la Sangre de Cristo derramada por nosotros para traernos la vida y la salvación.
Aunque litúrgicamente estamos desde hace dos semanas en el tiempo llamado Ordinario, podemos decir que sigue siendo Epifanía, porque sigue manifestándose solemnemente Jesús, el Hijo de Dios, el Ungido del Espíritu del Señor, el que venía a proclamar al Año de Gracia del Señor.
Recogiendo la imagen que comentábamos al principio nos tenemos que preguntar con qué alegría nosotros estamos recibiendo esta Buena Noticia. ¿Lloraremos de alegría y haremos fiesta porque se nos anuncia esta Buena Noticia? Y aquí tenemos que concluir con qué actitudes nuevas nosotros tenemos que disponernos siempre a escuchar la Palabra de Dios.

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