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jueves, 31 de enero de 2019

Vivamos con alegría nuestra fe y transmitamos nuestra luz al mundo para que se deje finalmente iluminar por el Evangelio de Jesús


Vivamos con alegría nuestra fe y transmitamos nuestra luz al mundo para que se deje finalmente iluminar por el Evangelio de Jesús

Hebreos 10,19-25; Sal 23; Marcos 4,21-25

¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero?’ Así se pregunta Jesús hoy en el evangelio. Si encendemos una luz es para ponerla donde nos ilumine, ilumine a los demás, o ilumine los caminos por donde hemos de andar en la vida. Las luminarias se suelen poner en lo alto para que su luz llegue bien a todas partes y sin sombras. Ya sé que me vais a decir que hoy se ponen las luces de forma indirecta, pero siempre se estudia, tenemos que decir, para que produzcan el mejor efecto, resalten lo que queremos que se vea mejor, o quizá no nos encandilen en nuestros pasos. Pero su función es iluminar.
Claro que Jesús cuando nos habla de este en el evangelio no nos quiere dar una lección magistral de dónde o cómo tenemos que colocar nuestras luminarias, pero sí nos quiere enseñar algo, porque al hablar de la luz está queriendo ir más allá de esa luz que colocamos en nuestras casas o en los lugares públicos para que iluminen cuando llegue la noche. Hay una luz que tenemos o hemos de tener en nuestra vida con la que nosotros podemos iluminar y hay una luz que podemos encontrar en El que va a iluminar y dar sentido a nuestra vida y que hemos de transmitir a los demás.
A veces nos quejamos de las sombras de nuestro mundo; nos parece que todo son sombras cuando contemplamos nuestras luchas y batallas, los orgullos y egoísmos que nos envuelven, la maldad y corrupción que parece que todo lo invade, las rivalidades y las envidias con que se mueven tantos corazones, la violencia que nos azota desde esas ambiciones. Se dan a conocer más pronto las sombras que la luz y parece que todo se ensombrece.
Ya decía el evangelio, es cierto, que las tinieblas rechazaron la luz, pero sabemos también por el evangelio que la luz tendrá la victoria. Pero cuando vemos tantas sombras, ¿no será porque nosotros mismos ocultamos las obras de luz que realizamos?
Aunque no tenemos que hacer ostentación orgullosa de lo bueno que hacemos porque nos dice Jesús que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, sin embargo en otro momento nos dirá que los hombres vean vuestras buenas obras para que den gloria al Padre del cielo.
Nuestras buenas obras tienen que iluminar nuestro mundo; es el testimonio que desde nuestra fe tenemos que dar. Necesitamos dar a conocer a nuestro mundo que la fe que vivimos es la alegría de nuestra vida y de esa alegría queremos contagiar a cuantos nos rodean. Andamos demasiado quizá encerrados no solo en nosotros mismos sino en nuestros círculos, como si nos diera miedo hablar de nuestra fe, hablar de nuestras obras a los demás; quizá vivimos de una forma demasiado, digamos, vergonzosa nuestra fe y eso no tiene que se nuestro estilo; los valores que nosotros vivimos tenemos que transmitirlos a los demás con valentía, porque nosotros también tenemos una palabra que decir para hacer mejor nuestro mundo, es más, tenemos la mejor palabra; tenemos que iluminar los caminos de la vida, los caminos de los demás. Tenemos que salir al encuentro con los demás con la alegría de nuestra fe testimoniada con las obras de nuestro amor.
Quizá muchas veces se habla mal de la Iglesia y de los cristianos porque solamente se conocen algunas tinieblas que se nos pueden meter en nosotros; no hemos dado un testimonio claro de nuestra luz; no se conoce lo bueno que la Iglesia realiza; a algunos quizás les encanta resaltar esas sombras y no quieren ver la luz, pero nosotros con valentía y con humildad tenemos que dar testimonio de la luz que hay en nosotros, de esa fe que vivimos con alegría y de la que nunca nos avergonzamos.
Vivamos con alegría nuestra fe y transmitamos nuestra luz al mundo para que se deje finalmente iluminar por el Evangelio de Jesús.





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