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miércoles, 30 de enero de 2019

Liberados de barreras y tópicos dejaremos que la semilla de la Palabra directamente llegue a nuestro corazón


Liberados de barreras y tópicos dejaremos que la semilla de la Palabra directamente llegue a nuestro corazón

Hebreos 10,11-18; Sal 109;Marcos 4,1-20

Muchas veces en nuestras conversaciones o en la apreciación que nos hagamos o tengamos de las cosas, de lo que vemos o escuchamos, o incluso de aquello que leemos y nos pueda servir para nuestras reflexiones, nos creamos o nos valemos de unos tópicos con lo que damos por sentado algunas apreciaciones que nos pueden llevar a una superficialidad que no nos deja comprender lo más profundo de lo que  nos sucede o de lo que se nos quiere transmitir. se nos pueden convertir en prejuicios que son como barreras que nos impiden ir a lo más profundo. Y esto en muchos aspectos de la vida, que en nuestras relaciones con los demás por otra parte dañan la imagen que tengamos de esas personas y marcarán también nuestro trato.
Pero vayamos a lo que ha motivado esta introducción en mi reflexión. Es lo que nos puede suceder ante el evangelio que cada dia se nos proclama. Ya nos lo sabemos, decimos, porque textualmente es cierto que ya muchas veces lo habremos escuchado. pero es que ya casi, como de antemanos, nos hacemos nuestra previsión, nuestra tópica reflexión por así decirlo.
En el caso de la parábola que hoy nos propone Jesús enseguida nos decimos que estamos ante una de las más bellas parábolas y nos hacemos muchas consideraciones sobre lo que es el terreno sobre la que se ha echado la semilla, y nos sabemos ya muchas cosas. Por así decirlo nos hemos creado un tópico que nos impide quizá ir más allá y nos quedamos en las reflexiones que siempre nos hemos hecho. ¿Ese tópico no será una de esas malas tierras que impedirán que la semilla pueda dar buen fruto en nosotros? ¿Nuestros tópicos no la están ahogando?
Por eso ante la Palabra que se nos proclama para que sea en verdad buena noticia - evangelio - para nosotros tenemos que comenzar por quitar barreras, limpiar nuestro corazón y nuestra mente con previsiones que ya nos hayamos hecho de antemano, y dejar que la Palabra llegue limpia a nuestro corazón, y que penetre en nosotros como espada de doble filo, en expresión bíblica también, para que llegue a lo más hondo de nosotros.
Liberados de esas barreras dejaremos que directamente llegue a nosotros. Por eso tenemos que saber hacer silencio en nosotros cuando vamos a escuchar el evangelio; y hacer silencio no es solo aislarnos de esos ruidos exteriores que nos pueden entorpecer su escucha - necesitamos serenidad y silencio - sino también quitar esos otros ruidos interiores que pueda haber dentro de nosotros para que podamos escucharla de verdad.
Necesitamos tiempo, serenidad, saber detenernos, no querer sacar rápido una conclusión, leerla y escucharla una y otra vez, porque será así cómo iremos descubriendo la luz, como podremos sentirla en nuestro corazón, como podremos rumiar de verdad. Y digo rumiar - y es una palabra o una actitud que me gusta mucho - porque es como volver a masticarla una y otra vez para poder sacarle su sabor, su jugo, lo que en verdad el Señor quiere decirnos.
No saco conclusiones ni explicaciones ahora de esta parábola del sembrador que hoy se nos propone, sino que os invito a que volvamos a leerla, sin esas barreras, sin esos tópicos, sin esas ideas preconcebidas y veremos cuánto nos quiere decir el Señor. Seremos así buena tierra que llegará a dar fruto.

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