Liberados de barreras y tópicos dejaremos que la semilla de la Palabra directamente llegue a nuestro corazón
Hebreos 10,11-18; Sal 109;Marcos 4,1-20
Muchas
veces en nuestras conversaciones o en la apreciación que nos hagamos
o tengamos de las cosas, de lo que vemos o escuchamos, o incluso de
aquello que leemos y nos pueda servir para nuestras reflexiones, nos
creamos o nos valemos de unos tópicos con lo que damos por sentado
algunas apreciaciones que nos pueden llevar a una superficialidad que
no nos deja comprender lo más profundo de lo que nos sucede o
de lo que se nos quiere transmitir. se nos pueden convertir en
prejuicios que son como barreras que nos impiden ir a lo más
profundo. Y esto en muchos aspectos de la vida, que en nuestras
relaciones con los demás por otra parte dañan la imagen que
tengamos de esas personas y marcarán también nuestro trato.
Pero
vayamos a lo que ha motivado esta introducción en mi reflexión. Es
lo que nos puede suceder ante el evangelio que cada dia se nos
proclama. Ya nos lo sabemos, decimos, porque textualmente es cierto
que ya muchas veces lo habremos escuchado. pero es que ya casi, como
de antemanos, nos hacemos nuestra previsión, nuestra tópica
reflexión por así decirlo.
En
el caso de la parábola que hoy nos propone Jesús enseguida nos
decimos que estamos ante una de las más bellas parábolas y nos
hacemos muchas consideraciones sobre lo que es el terreno sobre la
que se ha echado la semilla, y nos sabemos ya muchas cosas. Por así
decirlo nos hemos creado un tópico que nos impide quizá ir más
allá y nos quedamos en las reflexiones que siempre nos hemos hecho.
¿Ese tópico no será una de esas malas tierras que impedirán que
la semilla pueda dar buen fruto en nosotros? ¿Nuestros tópicos no
la están ahogando?
Por
eso ante la Palabra que se nos proclama para que sea en verdad buena
noticia - evangelio - para nosotros tenemos que comenzar por quitar
barreras, limpiar nuestro corazón y nuestra mente con previsiones
que ya nos hayamos hecho de antemano, y dejar que la Palabra llegue
limpia a nuestro corazón, y que penetre en nosotros como espada de
doble filo, en expresión bíblica también, para que llegue a lo más
hondo de nosotros.
Liberados
de esas barreras dejaremos que directamente llegue a nosotros. Por
eso tenemos que saber hacer silencio en nosotros cuando vamos a
escuchar el evangelio; y hacer silencio no es solo aislarnos de esos
ruidos exteriores que nos pueden entorpecer su escucha - necesitamos
serenidad y silencio - sino también quitar esos otros ruidos
interiores que pueda haber dentro de nosotros para que podamos
escucharla de verdad.
Necesitamos
tiempo, serenidad, saber detenernos, no querer sacar rápido una
conclusión, leerla y escucharla una y otra vez, porque será así
cómo iremos descubriendo la luz, como podremos sentirla en nuestro
corazón, como podremos rumiar de verdad. Y digo rumiar - y es una
palabra o una actitud que me gusta mucho - porque es como volver a
masticarla una y otra vez para poder sacarle su sabor, su jugo, lo
que en verdad el Señor quiere decirnos.
No
saco conclusiones ni explicaciones ahora de esta parábola del
sembrador que hoy se nos propone, sino que os invito a que volvamos a
leerla, sin esas barreras, sin esos tópicos, sin esas ideas
preconcebidas y veremos cuánto nos quiere decir el Señor. Seremos
así buena tierra que llegará a dar fruto.
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