Jesús viene a enseñarnos a tener otra mirada porque quiere hacernos sentir una nueva fraternidad, en un nuevo sentido de familia cuando escuchamos y creemos en la Palabra de Dios
Hebreos 10,1-10; Sal 39; Marcos 3,31-35
‘Es
como un hermano para mí’,
decimos
cuando presentamos un amigo, al que le tenemos mucho aprecio, con el
que se han compartido muchas cosas, con quien no tenemos secretos, y
en todo momento lo hemos sentido a nuestro lado; nos ha ayudado y le
hemos ayudado, ha estado en los momentos difíciles y con él
compartimos nuestras alegrías. 'Hay
amigos que son más afectos que un hermano',
dicen
los libros de la Sabiduría.
En
el mismo sentido lo decimos haciendo referencia a quien sin ser
nuestra madre sin embargo en la vida se ha comportado con nosotros
como una madre estando a nuestro lado, ofreciéndonos su cariño que
es mucho más que una amistad. A uno y otro los sentimos como parte
de nuestra familia, sin ser de la misma sangre, hay unos lazos que
nos unen, que nos hacen sentirnos cerca los unos de los otros, y
parece que vamos haciendo juntos el camino de la vida.
Me
han venido a la mente estas experiencias humanas que habremos vivido
quizás de una forma o de otra cuando he escuchado el texto del
evangelio que nos ofrece hoy la liturgia del día. Jesús, como
siempre está rodeado de mucha gente que se agolpa en torno suyo para
escucharle y que hacía en ocasiones que fuera difícil llegar hasta
Él; recordemos el caso del paralítico que llevan a su presencia y
que tienen que descolgarlo del techo por no hay manera de entrar de
forma normal por la puerta.
En
esta ocasión están fuera la madre de Jesús y sus familias. El
evangelio dice hermanos pero todos entendemos la forma de hablar de
los orientales o de los semitas, para quienes todos los miembros de
la familia, incluso los que nosotros en nuestro lenguaje decimos
primos, se consideraban como hermanos. Por eso ahora a Jesús le
dicen, 'Mira,
tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan'.
Parecería
que al recibir la noticia Jesús quisiera que se abriera paso para
que puedan llegar hasta Él su madre y sus parientes, pero sin
embargo nos sorprende preguntandose delante de todos ¿quiénes son
su madre y sus hermanos? ¿No reconoce Jesús que aquella mujer que
está allí es su madre y que aquellos son sus parientes que han
venido quizás desde Nazaret para verlo y estar con El?
Jesús
viene a enseñarnos a tener otra mirada. Quiere hacernos sentir una
nueva fraternidad, en un nuevo sentido de familia; no quiere El
romper los lazos que nos unen por la sangre sino que con toda
intensidad quiere El que los estrechemos, pero quiere establecer una
nueva relación. Ya nos dice Juan en el principio del Evangelio que
en nosotros hay una nueva vida por la que nos sentimos y somos hijos
de Dios; no fue por la carne o por la sangre ni por otro vínculo
humano, sino que porque hemos puesto nuestra fe en Él su Espíritu
viene a nosotros para hacernos hijos de Dios. Por esa fe y por la
fuerza del Espíritu entramos a formar una nueva familia.
Ahora
nos está diciendo que quienes somos su madre y sus hermanos, y no
señala a todos los que hemos creído en la Palabra, la hemos
escuchado y la hemos plantado en nuestro corazón. ‘¿Quienes
son mi madre y mis hermanos?… Estos son mi madre y mis hermanos. El
que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi
madre’.
Como
María, la que escuchó la Palabra de Dios, creyó en ella haciéndose
su esclava, plantándola en su corazón y se convirtió en la Madre de
Dios. Cuando nosotros escuchamos y creemos, cuando plantamos la
Palabra de Dios en nuestra vida porque queremos cumplirla, hacerla
vida en nosotros somos los hijos de Dios, entramos a formar parte de
esa nueva familia de los hijos de Dios. Padre, madre, hermano o
hermana somos todos los que escuchamos y creemos, los que llevamos a
la vida y la cumplimos en nosotros, como nos dice hoy el Evangelio.
Hablamos
al principio de ese otra forma se sentirnos familia porque nos
queremos, porque compartimos y nos hacemos presente en la vida del
otro, porque caminamos a su lado y sentimos en todo momento su
presencia, su ayuda o su amor y decimos es como mi hermano, es como
mi madre o mi padre, transportemos esto al ámbito de la fe y de la
vida cristiana y entenderemos mejor las palabras de Jesús;
transplantemos esto al terreno de los que creemos en Jesús y en su
palabra y comprenderemos cómo tenemos que amarnos, cómo tenemos que
estar los unos junto a los otros, cómo tenemos que ayudarnos y
compartir porque ahora ya somos uno, ya hay unos nuevos vínculos de
amor entre nosotros.
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