Si
en verdad creemos en la Buena Noticia del Reino de Dios un
cambio grande de apreciación, de actitudes y de comportamientos
hemos de hacer en nosotros
Hebreos
3,7-14; Sal 94;Marcos 1,40-45
‘Se
acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres,
puedes limpiarme…’ Las
noticias de Jesus corren como un reguero de pólvora; prontos todos
sabrán de sus milagros y signos, de su compasión y misericordia, y
como habíamos visto a la gente que se agolpaba a la puerta de la
casa de Simón Pedro para que les curara de sus dolencias y
enfermedades, ahora por donde quiera que vaya se acercarán a Él los
que tienen algún sufrimiento en su vida porque saben que en Él
encuentran salud y salvación.
Había
decidido seguir recorriendo los caminos de Galilea, porque también a
otros sitios había de llevar la Buena Noticia del Reino y hasta en
el camino se acercan a Él para que los cure. Ahora es aquel leproso
que se atreve a saltar todas las prescripciones que habían de
observar los que se consideraban inmundos, como el leproso, y se
acerca hasta de Jesús poniéndose de rodillas a sus pies.
Es
la humildad del que se siente pobre y pequeño y en su necesidad pide
y suplica. Es el gesto de ponerse a sus pies pero también son las
palabras; no exige, solo suplica; tiene la certeza de que Jesús
puede curarlo, pero lo deja a su voluntad. ‘Si
quieres…’ No
son reivindicaciones como estamos acostumbrados a escuchar, donde
siempre nos creemos con derechos y lo que hacemos es reclamar.
Pero
aunque aquel hombre se manifiesta así de humilde - lo que está
manifestando su grandeza y también su dignidad aunque está herida
por tantos desprecios y discriminaciones - Jesús no lo quiere
postrado en el suelo. Si aquel hombre se ha atrevido a saltarse todas
las prescripciones como ya mencionamos sobre el lugar donde debían
estar los que consideraban impuros para que con su impureza no
contagiaran a los demás, Jesús también se salta esas normas porque
no puede dejar que aquel hombre siga hundido y postrado porque le han
quitado su dignidad. ‘Quiero,
queda limpio’,
le
dice Jesús acercándose y tocándolo con su mano.
El
que ha venido a curar a los leprosos y dar libertad a los oprimidos,
lo vemos levantando a aquel leproso de su postración y haciéndole
recobrar su dignidad. ¡Cuánto nos dice este gesto de Jesús!
Cuántos siguen postrados y hundidos por la vida porque han perdido
su dignidad o nosotros con nuestra insolidaridad y la maldad de
nuestro corazón quizá se las hemos restado. seguimos en la vida
haciendo discriminaciones, distinciones; sigue habiendo gente que se
llama importante y se creen con todos los derechos a estar por encima
de los demás, y seguimos encontrándonos personas a las que ponen
siempre en segundo lugar o en la cola de la vida, y a lo sumo les
dejamos caer las migajas que nos sobran de nuestras mesas o nuestras
vidas opulentas.
Seguimos
escuchando las listas que nos hacemos los hombres de quienes pueden
convivir con nosotros, que si son legales o son ilegales como
hablamos por ejemplo de los inmigrantes que de mil manera llegan a
nuestras tierras, o hacemos un apartheid porque son de esta raza o de
aquella religión, de aquel lugar o de aquel país o continente, y
son violentos y no sé cuántas cosas más con que los catalogamos.
¿No
nos estará señalando hoy Jesús en el evangelio en la
curación de este leproso como tenemos que saltarnos esas barreras
que nos hemos impuesto, como no tenemos que dejar hundirse en
la falta de dignidad a tantas que de una manera u otra seguimos
viendo arrastrándose por la vida?
Si
en verdad creemos en Jesús, en la Buena Noticia del Reino de Dios
que nos anuncia un cambio grande de apreciación, de actitudes y de
comportamientos tenemos que hacer en nuestra vida.
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