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jueves, 17 de enero de 2019

Si en verdad creemos  en la Buena Noticia del Reino de Dios un cambio grande de apreciación, de actitudes y de comportamientos hemos de hacer en nosotros


Si en verdad creemos  en la Buena Noticia del Reino de Dios un cambio grande de apreciación, de actitudes y de comportamientos hemos de hacer en nosotros
Hebreos 3,7-14; Sal 94;Marcos 1,40-45
Se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes limpiarme…’ Las noticias de Jesus corren como un reguero de pólvora; prontos todos sabrán de sus milagros y signos, de su compasión y misericordia, y como habíamos visto a la gente que se agolpaba a la puerta de la casa de Simón Pedro para que les curara de sus dolencias y enfermedades, ahora por donde quiera que vaya se acercarán a Él los que tienen algún sufrimiento en su vida porque saben que en Él encuentran salud y salvación.
Había decidido seguir recorriendo los caminos de Galilea, porque también a otros sitios había de llevar la Buena Noticia del Reino y hasta en el camino se acercan a Él para que los cure. Ahora es aquel leproso que se atreve a saltar todas las prescripciones que habían de observar los que se consideraban inmundos, como el leproso, y se acerca hasta de Jesús poniéndose de rodillas a sus pies.
Es la humildad del que se siente pobre y pequeño y en su necesidad pide y suplica. Es el gesto de ponerse a sus pies pero también son las palabras; no exige, solo suplica; tiene la certeza de que Jesús puede curarlo, pero lo deja a su voluntad. Si quieres…’ No son reivindicaciones como estamos acostumbrados a escuchar, donde siempre nos creemos con derechos y lo que hacemos es reclamar.
Pero aunque aquel hombre se manifiesta así de humilde - lo que está manifestando su grandeza y también su dignidad aunque está herida por tantos desprecios y discriminaciones - Jesús no lo quiere postrado en el suelo. Si aquel hombre se ha atrevido a saltarse todas las prescripciones como ya mencionamos sobre el lugar donde debían estar los que consideraban impuros para que con su impureza no contagiaran a los demás, Jesús también se salta esas normas porque no puede dejar que aquel hombre siga hundido y postrado porque le han quitado su dignidad. Quiero, queda limpio’, le dice Jesús acercándose y tocándolo con su mano.
El que ha venido a curar a los leprosos y dar libertad a los oprimidos, lo vemos levantando a aquel leproso de su postración y haciéndole recobrar su dignidad. ¡Cuánto nos dice este gesto de Jesús! Cuántos siguen postrados y hundidos por la vida porque han perdido su dignidad o nosotros con nuestra insolidaridad y la maldad de nuestro corazón quizá se las hemos restado. seguimos en la vida haciendo discriminaciones, distinciones; sigue habiendo gente que se llama importante y se creen con todos los derechos a estar por encima de los demás, y seguimos encontrándonos personas a las que ponen siempre en segundo lugar o en la cola de la vida, y a lo sumo les dejamos caer las migajas que nos sobran de nuestras mesas o nuestras vidas opulentas.
Seguimos escuchando las listas que nos hacemos los hombres de quienes pueden convivir con nosotros, que si son legales o son ilegales como hablamos por ejemplo de los inmigrantes que de mil manera llegan a nuestras tierras, o hacemos un apartheid porque son de esta raza o de aquella religión, de aquel lugar o de aquel país o continente, y son violentos y no sé cuántas cosas más con que los catalogamos.
¿No nos estará señalando  hoy Jesús en el evangelio en la curación de este leproso como tenemos que saltarnos esas barreras que  nos hemos impuesto, como no tenemos que dejar hundirse en la falta de dignidad a tantas que de una manera u otra seguimos viendo arrastrándose por la vida?
Si en verdad creemos en Jesús, en la Buena Noticia del Reino de Dios que nos anuncia un cambio grande de apreciación, de actitudes y de comportamientos tenemos que hacer en nuestra vida.




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