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domingo, 13 de enero de 2019

Bautizado en el Espiritu es el Ungido del Señor para el anuncio del Evangelio a los pobres y la liberación a los oprimidos en el Año de Gracia del Señor


Bautizado en el Espíritu es el Ungido del Señor para el anuncio del Evangelio a los pobres y la liberación a los oprimidos en el Año de Gracia del Señor

Isaías 42, 1-4. 6-7; Sal 28; Hechos 10, 34-38;Lucas 3, 15-16. 21-22
Con este segundo domingo de enero cerramos el ciclo de la Navidad y de la Epifanía, comenzando a partir de ahora lo que llamamos litúrgicamente el tiempo Ordinario hasta que lleguemos a iniciar la Cuaresma el miércoles de ceniza. Y en este domingo con ese sentido de Epifanía vivido el pasado 6 de enero celebramos el Bautismo de Jesús en el Jordán. Epifanía, manifestacion que nos da a conocer plenamente quien es Jesús, ungido por el Espíritu como verdadero Hijo de Dios que se va a manifestar en la teofanía que se nos describe en el Evangelio.
Juan bautizaba en el Jordán anunciando la inminente llegada del Mesías esperado. La gente acudía desde todos los rincones de Israel a Juan escuchando su invitación a la conversión y se sumergían en las aguas del Jordán, como un signo de su penitencia y arrepentimiento para purificar los corazones en aquel preparar los caminos del Señor que proclamaba el Bautista. Y allí acudió Jesús. San Lucas es escueto en el relato pues no establece diálogos entre Juan y Jesús sino que no dice que al salir del agua y Jesús ponerse en oración se abrieron los cielos para que el Espíritu de Dios viniera sobre Jesús y escuchándose se la voz del cielo que le señalaba como el Hijo amado y predilecto del Padre. 'Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto'.
Cuando pensamos o hablamos del bautismo nos quedamos habitualmente con la imagen del agua, del sumergirse en agua del río, pero quizá por quedarnos con la imagen no llegamos a captar el más profundo sentido del bautismo de Jesús y en consecuencia también de nuestro propio bautismo. El agua, si queremos, es el signo. pero es algo más que el agua lo que produce en nosotros la gracia de Dios, la acción salvadora de Dios. Aquel bautismo en agua de Juan era simplemente un signo de la purificación y la penitencia, pero el sentido profundo del bautismo es mucho más.
Recordemos varios textos de la Palabra de Dios. Cuando Jesús le habla a Nicodemo de nacer de nuevo, cosa que no llega a entender aquel maestro de Israel y de ahí sus objeciones y preguntas, le explica que hay que nacer del agua y del Espíritu. Ahora cuando Juan nos está señalando al que ha de venir, dice que si él ha bautizado con agua 'el que va a venir bautizará con Espíritu Santo y fuego'. Y cuando jesus envía a sus discípulos por el mundo a anunciar el evangelio a aquellos que crean los bautizarán en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Aquí está ante Juan, en aquel bautismo general de tantos en las aguas del Jordán el que el profeta anunció como 'el Ungido por el Espíritu enviado a anunciar el evangelio a los pobres, la liberación a los oprimidos y el año de gracia del Señor', como Jesús proclamará en la Sinagoga de Nazaret. Ahora lo contemplamos en este momento del Bautismo cómo el Espíritu Santo baja sobre El y está siendo señalado desde el cielo como el Hijo amado y predilecto de Dios. Ese es el bautismo de Jesus, la unción con el Espíritu. Y cómo nos dirá Pedro, en el texto de los Hechos que hemos escuchado hoy es 'Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él'.
Es esa la maravilla del nuevo Bautismo. No solo es una purificación sino un renacer, un volver a nacer. Es una nueva vida que nace en nosotros por la fuerza del Espíritu, porque también nosotros somos los ungidos por el Señor. Y si Jesús por naturaleza divina es verdadero hombre pero tambien verdadero Dios, a nosotros por esa unción del Espíritu en el Bautismo se nos hace también hijos de Dios, coherederos con Cristo. 'Es el Espíritu que clama en nosotros para hacernos hijos adoptivos de Dios', como nos enseñará san Pablo en sus cartas.
Estamos hoy, finalizando el tiempo de la Navidad y la Epifanía, como antes decíamos, celebrando la fiesta del Bautismo del Señor. Una fiesta y una celebración de hondo sentido que nos manifiesta lo que es la gloria del Señor. Una fiesta del Espíritu podemos decir también porque asi se nos manifiesta ungiendo a Jesús para que se nos manifieste verdaderamente como Hijo de Dios que nos trae la salvación abriéndonos a caminos de nueva vida. Una fiesta que al mismo tiempo nos remite a nuestro propio Bautismo que por la fuerza del Espíritu nos ha hecho comenzar a vivir nueva vida, al vida de los hijos de Dios.
Se abren ante nosotros caminos de nueva vida, porque el bautismo es un renacer, un nacer de nuevo 'por el agua y el Espíritu', como le decía Jesús a Nicodemo. Si Juan pedía conversión para preparar los caminos del Señor, si Jesús desde el principio del Evangelio nos pide conversión porque llega el Reino de Dios y hemos de creer en esa Buena Noticia, la conversión no es solo purificación, sino que es transformar nuestra vida, cambiar nuestra vida, porque ya desde el bautismo es una nueva vida la que hemos de vivir, son unos nuevos valores los que han de adornar nuestra vida, es un nuevo sentido y estilo de vivir lo que ha de marcar nuestra existencia que ha de estar envuelta toda ella por el amor, el amor de Dios que nos inunda con su Espíritu y el amor en nosotros que ha de ser nuestro distintivo.



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