Acojamos nosotros esa palabra de vida y esa palabra liberadora y de salvación que Jesús nos ofrece en su Iglesia
Hebreos 2,5-12; Sal 8; Marcos 1,21-28
Sigue
pasándonos hoy. Escuchamos a alguien que nos habla y nos damos
cuenta de que no está hablando por sí mismo sino que parece que
habla palabras aprendidas de memoria, se reduce a repetir
mecánicamente lo que otros dicen o le han dicho, no hace sino
repetirse a sí mismo dando vueltas y más vueltas sobre lo mismo y
no habla con la autoridad del que sabe, del que ha rumiado las cosas,
del que esté sacando lo que lleva en lo más hondo de sí mismo. su
discurso nos cansa y nos aburre, salimos vacíos sin recibir nada
nuevo que aprendamos para la vida o que nos haya hecho pensar y
reflexionar sobre la vida misma o echar una mirada a su propio
interior.
Suele
pasar con más frecuencia de lo que imaginamos; lo tenemos que
soportar con demasiada frecuencia y ya que nos estamos haciendo estas
reflexiones en un ámbito espiritual y cristiano hemos de reconocer
que nos sucede demasiado en nuestras iglesias con los que tienen la
misión de transmitirnos la Palabra de Dios para nuestra vida.
Cuántos sermones y homilías cansinos y aburridos tenemos que
soportar tantas veces y que no llegan al meollo de nuestra vida. Y me
critico a mi mismo en estas reflexiones que os ofrezco en la semilla
de cada dia, en la que sé que no siempre soy capaz de llegar a los
que las leen.
Cuando
la gente escucha a Jesús en la sinagoga de Cafarnaún se quedan
admirados por su manera de enseñar. Este sí que habla con
autoridad, se dicen. Estaban acostumbrados a las enseñanzas de los
doctores de la ley que les aburrían y sobre todo cuando estaban
relacionados con los fariseos lo único que hacían era imponerles
normas y leyes que los hacían sentirse más oprimidos, que con las
palabras de Jesús y sus acciones parece que respiran libertad.
‘¿Qué
es esto?,
se
dicen unos a otros.
Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos
les manda y le obedecen’.
Es
también el hecho que había sucedido en aquella ocasión que venía
a rubricar las palabras de Jesús que anunciaban el Reino nuevo de
Dios. ‘Para
los oprimidos la libertad’,
había dicho en la sinagoga de Nazaret. Y ahora aquello era palpable.
allí estaba un hombre poseído de un espíritu inmundo, que se opone
y hasta rechaza la presencia y las palabras de Jesús. Pero Jesús lo
había liberado de aquella esclavitud, el hombre había sido curado.
De ahí la reacción de la gentes allí presentes, pero que aquel
hecho comenzó a divulgarse por todas partes. ‘Su
fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca
entera de Galilea’.
Escuchamos
a Jesús y con actitud positiva tenemos que ponernos en su presencia,
sabiendo que incluso en las palabras torpes de quienes hoy nos
trasmiten su evangelio podemos descubrir esa buena noticia liberadora
que siempre nos anuncia Jesús. Porque ahí está la fuerza de la
Palabra de Dios que no tiene nunca que aburrirnos ni cansarnos. De
nuestras actitudes positivas de escucha también depende. Siempre
habrá algo nuevo que podemos descubrir; siempre tiene el Señor una
palabra de vida que transmitirnos.
Acojamos
nosotros esa palabra de vida y esa palabra liberadora y de salvación
que nos ofrece. escuchemos con humildad y podremos descubrir la
grandeza de lo que el Señor cada día nos ofrece como alimento para
nuestra vida cristiana.
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