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lunes, 2 de abril de 2018

Cuidado no andemos demasiado entretenidos en nuestros cantos de pascua que no hayamos llegado a saborear el encuentro con el Señor Jesús resucitado


Cuidado no andemos demasiado entretenidos en nuestros cantos de pascua que no hayamos llegado a saborear el encuentro con el Señor Jesús resucitado

Hechos 2,14.22-33; Salmo 15; Mateo 28,8-15

Siempre tenemos prisa por comunicar las buenas noticias; pareciera que le pones alas al corazón para correr con la buena noticia y hacer partícipe a los demás de la sorpresa que hemos recibido, de la alegría que sentimos dentro de nosotros queriendo que todos se alegren con nuestra buena nueva. Es cierto que en ocasiones damos la impresión de que disfrutamos con negruras y somos excesivamente rápidos para comentar cosas que le pasan a los demás y estamos muy prontos para la murmuración, la crítica mordaz y hasta el juicio.
¿Qué noticia llevaban aquellas mujeres que se les veía correr desde aquel huerto de las afueras de la ciudad hasta el centro de la misma? ¿La sorpresa que podría llenarles de incertidumbres el corazón de que se habían encontrado la piedra del sepulcro corrida y allí no estaba el cuerpo difunto de Jesús? ¿Qué había habido alguien que les dijera que no tenían que buscar allí al crucificado porque había resucitado y que debían llevar la noticia al resto de sus amigos? ¿Y si era verdad que había resucitado como El les había dicho? Esperanzas renacían en su corazón y en cierto modo saboreaban la alegría de que estuviera resucitado y eso iban a comunicar al resto de los discípulos.
Pero ahí aquí que Jesús resucitado les sale al encuentro. Se llenan de temor, como siempre; piensan quizá en un sueño o en fantasma; cuando se está bajo presión cualquier cosa puede impresionar y nos hace ver cosas que no son realidad. Pero ahora no es así, no son sueños, no es el espíritu impresionable de unas mujeres como mas tarde dirían los discípulos que se marcharon a Emaús. Es Jesús mismo que está allí. ‘No temáis’.
Jesús que siempre nos sale al encuentro cuando más lo necesitamos. Algunas veces, es cierto, no queremos verlo y pensamos en ensoñaciones. Pero Jesús viene a nuestro encuentro y quiere siempre llenarnos de paz, y ser nuestra fuerza y nuestro aliento. Y ahí está Jesús en medio del camino que les lleva a Jerusalén.
Jesús quiere, sí, que vayan a Jerusalén porque tienen que hacer el anuncio y no puede tardar. Han de saber todos que Jesús ha resucitado. Y es necesario que se pongan en camino, que vuelvan a Galilea, allí donde fueron los primeros encuentros, donde trascurrieron aquellos hermosos años que tantas esperanzas sembraron en su corazón, allí donde había esta siempre su vida, y allí se volverían a encontrar con Jesús.
Estamos en el segundo día de la pascua y quienes ahora estamos reflexionando sobre todo esto quizá tendríamos que preguntarnos si ya hemos descubierto a Jesús que nos sale al encuentro, si ya también nos hemos puesto en camino para ir a la Galilea de nuestra vida a llevar ese anuncio de que Jesús ha resucitado.
Pudiera sucedernos que incluso muy entretenidos en cantar aleluya y hosannas sin embargo no hayamos sentido hondamente que Jesús, el Señor que vive, ha querido encontrarse con nosotros. Pero hemos estado tan entretenidos incluso quizá en la misma fiesta de la pascua que no le hemos visto ni sentido. Son cosas que nos pueden suceder. Nos podemos quedar en lo superficial y no vivamos lo que verdaderamente es importante, el encuentro vivo con el Señor resucitado.
Tengamos un poco de serenidad, tratemos de interiorizar hondamente todo esto que son nuestras celebraciones. Vivamos intensamente el encuentro con el Señor Jesús para que luego con verdadero convencimiento vayamos a comunicar esa buena noticia a los demás.



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