No
podemos callar la Buena Noticia de que Cristo ha resucitado y en su Espíritu se
está recreando un mundo nuevo ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Marcos 16, 1-7
‘¿Buscáis a Jesús el
Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado’. Tenemos que repetirlo. Es el evangelio
que hoy escuchamos. Es la Buena Noticia que hoy escuchamos y que tenemos que
repetir una y otra vez. Y no solo porque sea el texto sagrado que hoy se
proclama, sino porque esas palabras constituyen la gran noticia que tenemos que
creer y que tenemos que comunicar, la gran noticia que nos llena de alegría y
que responde a todas las ansias más profundas del hombre.
Jesús desde el principio
nos había dicho que teníamos que creer en la Buena Noticia y que eso tendría
que llevarnos a la conversión del corazón. Y la Buena Noticia es Jesús; y la
Buena Noticia es que Jesús ha resucitado. No buscamos a un crucificado muerto;
no nos podemos quedar encerrados en un sepulcro. Tenemos que ir de verdad al
encuentro del que vive y vive para siempre. El que ha vencido a la muerte, el
que nos ha traído la vida; el que ha vencido al pecado y de él nos ha
rescatado.
Lo había anunciado y los discípulos
no se lo habían creído; por eso seguían encerrados en el cenáculo; tampoco
terminarán de creer la Buena Noticia que les traen las mujeres; querrán venir
al sepulcro a comprobar que allí no está el cuerpo de Jesús; tendrán que
dejarse sorprender cuando lo sientan en medio de ellos y aun así se llenarán de
temor; tendrán que creer aunque se marchen derrotados unos a Emaús, otros a
Galilea para volver a las tareas de la pesca. Jesús les irá saliendo al
encuentro y partirá de nuevo con ellos el pan, y les hará hacer obras
maravillosas repitiendo la pesca milagrosa, y dejará que toquen las cicatrices
de sus llagas y coma con ellos sentado una vez más a la mesa.
Es la Buena Noticia, el
Evangelio que una vez más escuchamos en este día de Pascua y nosotros también
tendremos que aprender a creer en esa Buena Noticia. No es que ahora cantemos
de nuevo Aleluya porque toca; no es que sintamos el fervor de un momento, es
que tenemos que aprender a sentir su presencia en medio de nosotros. Y esa
Buena Noticia de la Pascua, esa Buena Noticia de la Resurrección del Señor
tenemos que dejar que se nos meta muy
dentro en el corazón para sentir cómo en nosotros nace una nueva alegría,
renace de nuevo la vida y nos sentiremos distintos y transformados.
No podemos dudar ya ni llenarnos de nuevo de miedo para acobardados
encerrarnos porque a nuestro lado nos vamos a encontrar en muchos que no creen
en esa Buena Noticia. Tendremos que sentirnos llenos del Espíritu de Jesús, tal
como El nos ha prometido y con valor
abrir nuestras puertas y salir a la calle, salir al mundo a llevar esa Buena
Noticia. Fue el encargo que les dieron a aquellas mujeres que se atrevieron a
llegar hasta el sepulcro y aunque encontraran la desconfianza incluso de los
propios discípulos ellas fueron a comunicarle tal como les habían dicho.
Nosotros igualmente tenemos que ser una Iglesia en salida, una iglesia
que quiere llegar a los últimos lugares para seguir haciendo ese anuncio. Y
cuando hoy decimos los últimos lugares no tiene que significar necesariamente
que vamos al tercer mundo, sino que tenemos que ir a ese mundo que nos rodea y
que vive en la indiferencia, que todo lo pone en duda, para quienes el hecho religioso
no significa nada, o a quienes les pueda sonar cantos de Ángeles el anuncio que
nosotros les llevemos.
Ese el mundo al que tenemos que salir y llevar el anuncio con una vida
convencida y comprometida. No vamos simplemente a repetir palabras sino a
manifestar los signos de que en verdad nosotros creemos en Cristo resucitado;
serán los signos del amor, será nuestro compromiso por la justicia y por la
paz, será nuestro compartir generoso y desinteresado, será ese darnos y darnos
por los últimos, los que nadie quiere, los que parecen la escoria de la
sociedad pero que también son hijos de Dios.
Tenemos que manifestar la alegría de nuestra fe, pero una alegría
sincera, una alegría que nace del corazón transformado, la alegría de quien se
sabe amado y perdonado porque ha sentido en su vida que Jesús se ha entregado
por El. Quien ha experimentado ese amor y esa misericordia de Dios en su vida
de tan convencido que está del amor de Dios nadie lo podrá hacer callar.
Sí, estamos convencidos de que Cristo ha resucitado. Convencidos de
que con Cristo resucitado sí podemos hacer un mundo nuevo, porque nosotros
vamos siendo hombres nuevos y a todos aquellos a los que trasmitamos el mensaje
iremos haciendo que también sean hombres nuevos. Tenemos que ser una humanidad
renovada que va creciendo poco a poco y se va extendiendo para contagiar a
todos de esa fe que tenemos en Jesús y de esa posibilidad de que en el Espíritu
de Cristo resucitado podremos hacer un mundo nuevo.
Si lo creemos así, felicitemos unos a otros, trasmitamos esa alegría y
felicidad a cuantos nos rodean. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
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