No estemos siempre esperando a que las soluciones las den los otros sino aprendamos a tomar la iniciativa y sepamos contar siempre con los demás, sean quienes sean
Números 11,4b-15; Sal 80;
Mateo 14,13-21
Pero ¿es que nadie hace nada? Es un comentario que es fácil oír cuando
vemos que hay problemas, pero estamos esperando que sean otros los que pongan
mano para resolverlos. Muchas no es que seamos insensibles, porque somos
capaces de ver el problema o la necesidad, pero lo que no damos el paso para
implicarnos, dejamos que sean otros los que le den solución, nos quedamos en el
comentario. Así vamos por la vida, rehuyendo el compromiso, esperando siempre
que comiencen los demás. Estamos prontos para hablar, para denunciar, para
quejarnos, para criticar lo que los otros hacen o no hacen, y nos quedamos en
palabras, en muchos casos con posturas bien negativas.
‘Estamos en
despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y
se compren de comer…’ le dicen los discípulos a Jesús. Se habían venido alejándose de todos
porque Jesús quería estar a solas con ellos, pero al llegar se encontraron una
multitud que les esperaba. Y Jesús se puso a enseñarles. Se pasó el tiempo, se
hacia tarde y aquellas gentes estaban lejos de sus poblados. Los discípulos ven
el problema, pero no saben como afrontarlo, por eso le dicen a Jesús que mejor
es despedirlos para que se vayan a sus casas.
Pero la respuesta de Jesús fue
bien distinta. ‘No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer’, les
dice Jesús aunque ellos siguen encontrando dificultades. ¿Donde van a comprar
pan para toda esa gente?
Jesús quiere que se impliquen; Jesús
quiere que nos impliquemos; no solo es necesario que abramos los ojos para ver
los problemas, lo cual ya es un paso importante en la vida, sino que además
busquemos solución; busquemos quizá ayuda, colaboración, pero entre todos
podemos encontrar caminos para avanzar en la vida; no podemos ir de negativos
viendo solo las dificultades, sino que hemos de saber abrir nuestro espíritu
para ver otras realidades, ver caminos que se nos pueden ir abriendo delante de
nosotros, si sabemos contar con los demás.
Es lo que sucede en aquel
momento. Alguien tiene por allí cinco panes y dos peces, aunque parezca que es
nada para toda aquella multitud. Se producirá el milagro, todos podrán comer
hasta hartarse y hasta sobrará pan que Jesús querrá que los recojan para que no
se desperdicie.
Cuando en la vida sabemos contar
con los pequeños granos que los demás puedan aportar cuantas cosas podemos
hacer. Tenemos que saber valorarlo todo, saber valorar a todas las personas
para saber contar siempre con los demás. No podemos ir de sobrados, pensando
que nosotros solos son los que valemos. Cada uno tiene sus valores, sus
cualidades, sus granitos de arena que aportar, sus cosas buenas, la generosidad
de su corazón y así podemos avanzar de verdad y solucionar tantas cosas de
nuestro mundo.
Pero hay un último detalle en el
que quiero fijarme. Jesús no quiere que se desperdicie nada. ¿Así hacemos en la
vida en este mundo tan derrochador en que vivimos? Pensamos materialmente en
tantas cosas que desechamos en el consumismo en que vivimos, y en que lo que
nos parece que no vale por su insignificancia o porque ahora no lo necesitemos,
lo descartamos, pero no nos quedemos solo en lo material porque fácilmente
pueden ser actitudes que nos aparezcan en nuestras relaciones con los demás. A
cuantos descartamos en la vida, porque nos puede parecer que no valen. Creo que
todo esto tendría que hacernos pensar mucho. Y hoy hablamos tanto de un mundo
sostenible y no sé cuantas cosas más, pero que se nos puede quedar todo en
bonitas palabras para la galería.
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