No rehusemos la luz que se nos ofrece en nuestra espiritualidad cristiana para ir a beber de otras fuentes que no nos ofrecerán la vida verdadera
Hebreos, 10, 19-25; Sal. 23; Mc. 4, 21-25
La luz no se enciende para ocultarla; cuando hay oscuridad en la casa
buscamos como sea una luz que encender; si vamos por un camino en una noche
oscura sin luna trataremos de llevar algún tipo de luz sea un farol, sea una
linterna para iluminar el camino y no tropezar con los obstáculos o
dificultades que podamos encontrar.
Podéis decirme que en el mundo en el que vivimos no hay esas carencias
de luz porque disponemos en todo momento de luz artificial que alumbre nuestras
estancias o ilumine nuestros caminos. Pero bien sabemos que hay oscuridades en
la vida, que hay luces que nos confunden o nos desorientan, que no siempre
tenemos claros los caminos de la vida por donde andamos porque nos falta un
norte, nos falta un faro seguro que nos oriente, porque necesitamos un sentido
para lo que hacemos o una razón para lo que vivimos. Muchas cosas nos
desorientan en nuestra vida.
Por eso buscamos, siempre buscamos, siempre queremos profundizar en el
sentido que le hemos dado a nuestra vida, nos sentimos muchas veces
insatisfechos, parece que no terminamos de encontrar porque lo que quizá en un
determinado momento nos parecía muy bueno y satisfactorio pronto nos cansó y
nos sentimos hastiados y vacíos.
Queremos algo espiritual que nos llene y nos eleve pero algunas veces
tenemos miedo de encontrarlo o buscarlo con sinceridad porque tememos que eso
nos comprometa; andamos como mariposas de flor en flor y corremos allá donde
nos dicen que hay algo nuevo, alguna manera de pensar o de vivir que nos viene
de lejanos sitios, pero quizá olvidamos la espiritualidad que hemos tenido
siempre delante de nuestros ojos y no hemos sabido apreciar. Cuantos se dejan
seducir por espiritualidades que llamamos orientales o no sé como decirle
venidas quizá de otras culturas, pero no han sabido descubrir el pozo profundo
y rico que han tenido siempre junto a si en el evangelio.
Es una lástima que los cristianos muchas veces ocultemos y desechemos
la luz que tenemos desde siempre a nuestro lado para buscar otras luces.
Cuantos nos dicen que ahora han encontrado la verdad de su vida porque se
fueron tras otros modos de vivir la religión y nos vienen hablando de que la Biblia
nos dice esto o aquello, cuando como cristianos siempre hemos tenido al alcance
de nuestras manos la Biblia y no habíamos sido capaces de abrirla y meditar lo
que en ella se nos trasmite; nos dicen que en tal o cual sitio o religión nos
enseñan la palabra de la verdad, y cada domingo y cada día en nuestros templos
se nos ha proclamado la Palabra del Señor y se nos ha ofrecido su enseñanza y
hemos rehusado escucharla.
Busquemos esa espiritualidad de nuestra vida que nos hará grandes de
verdad en esa Palabra de Dios que la Iglesia continuamente nos ofrece y se
enriquecerá nuestra vida. Tratemos de ahondar en esa espiritualidad que se nos
ha trasmitido a lo largo de los siglos y que tantas glorias de sabiduría y de
santidad ha generado en el seno de la Iglesia para bien de nuestro mundo.
Tenemos la fuente a nuestro alcance, no nos vayamos a buscar otras fuentes que
aquí tenemos toda la riqueza de gracia que el Señor nos ofrece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario