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martes, 24 de enero de 2017

Una nueva familia donde todos somos hermanos cuando seguimos y escuchamos de verdad a Jesús

Una nueva familia donde todos somos hermanos cuando seguimos y escuchamos de verdad a Jesús

Hebreos 10,1-10; Sal 39; Marcos 3,31-35
Esta persona es como de mi familia, o más que mi familia, quizá habremos dicho en más de una ocasión refiriéndonos a alguien que sin ser familia por la sangre sin embargo se han establecido unos lazos de amistad muy grande y cuyo afecto sentimos hondamente, porque quizá en momentos en que nos sentíamos solos o en dificultades fue la única persona que permaneció siempre a nuestro lado. Ya en los libros sapienciales del Antiguo Testamento se nos dice algo así refiriéndose a amigos que son más afectos que un hermano.
No quiero mermar ni mucho menos el cariño y el afecto que se tiene o se ha de tener a quienes nos une los lazos de sangre siendo nuestra verdadera familia; tenemos que cuidar mucho nuestras relaciones familiares, nuestros hermanos o los familiares más cercanos. Pero bien sabemos como en la vida puede haber muchas cosas que nos unen y existen esas amistades de las que nunca querríamos desprendernos y a los que queremos como si fueran nuestra verdadera familia.
Será la cercanía física, la convivencia, pero también hoy tenemos medios para sentirnos muy unidos en verdadera amistad con personas que física o geográficamente pueden estar lejos de nosotros, pero con los que nos sentimos en bonita sintonía de amistad. Acabo de ver ahora mismo en las redes sociales una bonita frase en el sentido de lo que estamos reflexionando: ‘Hay personas que están… estén donde estén’. Podríamos decir que eso es también un camino para esa autentica fraternidad que tendríamos que vivir entre todos, puesto que formamos parte de una misma humanidad.
No nos extraña entonces sino que más bien nos lo hace comprender mejor lo que hoy escuchamos en el evangelio. Vienen a decirle a Jesús que fuera están su madre y sus hermanos, sus parientes, esperándolo. Y Jesús se pregunta ‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ y continúa  diciéndonos que paseando la mirada en torno a los que le rodeaban dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre’.
Nos está hablando Jesús de una nueva familia, los que escuchamos la Palabra de Dios y la ponemos en práctica. La Palabra de Dios que plantamos en nuestro corazón nos enseña a entrar en una nueva relación con los demás, la relación del amor, el sentirnos hermanos, el ser una verdadera familia entre nosotros.
Es ese mundo nuevo que hemos de  construir desde la civilización del amor. Es ese mundo nuevo en que nos sentimos verdaderamente solidarios los unos de los otros desde lo más hondo de nosotros mismos. Es ese mundo nuevo donde buscamos siempre lo mejor para el otro, estamos en verdadera actitud de servicio aprendiendo de María la que siempre iba presurosa al encuentro de los demás para serviles con hizo con Isabel en la montaña, para darse, para estar dispuesta a buscar soluciones en bien del otro como hizo en las bodas de Caná.
Que aprendamos a ser de verdad la familia de Jesús. Que entre todos se creen esos lazos nuevos del amor. 

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