Jesús nos invita a seguirle, a cambiar y dejar todo lo que sea necesario para emprender el camino de una vida nueva
Hebreos
1,1-6; Sal 96; Marcos 1,14-20
Los comentarios que cada día hacemos como una semilla de la Palabra de
Dios que cada día queremos sembrar parten habitualmente de los textos de la
Palabra de Dios que la liturgia nos ofrece. La semilla que queremos sembrar no
puede ser otra que la Palabra de Dios, no quiere ser una palabra humana, aunque
con las explicaciones o comentarios que aquí queremos ofrecer tratamos de
encarnarla en nuestra vida, en nuestra realidad, en lo que cada día vamos
viviendo.
Seguimos el ritmo de la liturgia según sean los distintos momentos que
la Iglesia va viviendo a lo largo del año. Momentos de grandes celebraciones porque
queremos ahondar en los grandes misterios de nuestra salvación, o momentos de la vida ordinaria, sin tener
quizá ninguna cosa especial que celebrar sino es nuestra fe y el camino que
como creyentes queremos ir realizando.
Por eso en la liturgia hay momentos que llamamos del tiempo Ordinario
porque ni son la Navidad del Nacimiento del Señor con su preparación previa en
el Adviento, ni es el misterio pascual de la muerte y resurrección que vivimos
especialmente en la pascua y que preparamos con la Cuaresma. Hoy iniciamos ese
tiempo ordinario que se prolongará en una primera parte hasta que comencemos a
celebrar la Cuaresma – este año el primero de marzo – y después del tiempo
pascual tendremos su segunda parte que se continuará hasta el Adviento del siguiente
ciclo litúrgico.
En el tiempo ordinario vamos escuchando de forma continuada el
evangelio comenzando por Marcos que es el que hoy escuchamos. En ese ritmo litúrgico
en cada uno de los tres evangelios sinópticos haremos un recorrido por la
predicación de Jesús y su actuar anunciando también con los signos que realiza
el Reino de Dios. Me ha parecido bien hacer este comentario en este día un poco
para que estemos al tanto del por qué los evangelios u otros textos de la
Palabra que vamos comentando en la semilla de cada día.
Hoy comenzamos casi por el principio del evangelio de Marcos. Es el
primer anuncio que Jesús realiza por Galilea del Reino de Dios que se acerca.
Invita a la conversión. ‘Jesús
se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: Se ha cumplido el
plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio’. Es el primer anuncio de la Buena Nueva y la
Buena Nueva es que el Reino de Dios está cerca. Esta cerca y tenemos que
prepararnos, disponernos a acogerlo. Algo nuevo llega a nuestra vida y a
nuestro mundo. Pero esa novedad nos tendrá que hacer vivir también de manera
distinta, por eso muchas cosas tenemos que cambiar. Convertíos para creer, para
aceptar, para acoger esa Buena Noticia, nos viene a decir Jesús.
La gente le escucha, le sigue,
comienza a ver sus signos, le traen los enfermos, se entusiasma con sus
palabras, una luz nueva comienza a brillar en sus corazones, la esperanza de algo nuevo va dando sentido a sus vidas,
muchos ya querrán están para siempre con Jesús. Y Jesús llama e invita a estar
con él, a seguirle, a emprender ese camino nuevo. Hoy pasa junto al lago y allá
están los pescadores con sus tareas después de la pesca; El les invita a una
pesca nueva, ‘venid conmigo, seréis pescadores de hombres’. Y Pedro y
Andrés primero, luego también Santiago y Juan, los hijos de los Zebedeos se van
con Jesús, lo dejan todo.
¿No decía Jesús que había que
cambiar? Cambian porque quieren vivir esa vida nueva que Jesús les ofrece, y lo
dejan todo, y se van con Jesús. Y nosotros, ¿lo escuchamos? ¿Queremos seguirle?
¿Hasta dónde queremos cambiar? ¿Qué estaríamos dispuestos a dejar?
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