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martes, 10 de enero de 2017

Las obras de nuestro amor han de manifestar hasta donde llega el compromiso de nuestra fe para hacer un anuncio efectivo de la Buena Noticia del Reino de Dios

Las obras de nuestro amor han de manifestar hasta donde llega el compromiso de nuestra fe para hacer un anuncio efectivo de la Buena Noticia del Reino de Dios

Hebreos 2,5-12; Sal 8; Marcos 1,21-28
Quizá estamos acostumbrados a escuchar muchas palabras; hay gente que habla y que habla y todo se le queda en palabras, en buenas ideas o buenas intenciones, en repetirnos una y otra vez las mismas cosas como aprendidas de memoria, pero luego en la práctica vemos que no se llega a ningún lado, no hay ninguna efectividad; y cosas así nos decepcionan, nos cansan y al final terminamos haciéndonos oídos sordos a lo que nos dicen por muy bonitas que sean las cosas que nos dicen pero que no vemos realizado en la práctica de la vida.
Nos sucede mucho eso en la vida, y nos sucede, también por qué no decirlo, en la vida religiosa o en la propia vida de la Iglesia en aquellos que tienen la misión de estar al frente de las comunidades cristianas; no nos escandalicemos por esto que digo, que bien sabemos que todos lo pensamos en nuestro interior.
La gente sin embargo reacciona cuando escucha a Jesús. ‘Se quedaron asombrados de su doctrina, porque no hablaba como los letrados, sino que lo hacía con autoridad’. Jesús había comenzado anunciando la cercanía del Reino de Dios e invitaba a la gente que tuvieran una buena predisposición para acogerlo; quería decirles que era algo nuevo lo que El les enseñaba, era como una noticia nueva, y para acogerla había que desmontar muchas cosas que antes pudiéramos tener en nuestra cabeza o en nuestra vida que no casaba con lo nuevo que El estaba enseñando. No era repetir las mismas cosas, las palabras de Jesús interpelaban, llegaban hondo al corazón de las personas, habla con un convencimiento que convencía, valga la redundancia.
Anunciaba el Reino de Dios que era reconocer que en verdad Dios es el único Señor de nuestra vida. No podemos permitir que haya nada en nosotros que no vaya en concordancia de ese reconocimiento del Señorío de Dios; no podemos sentirnos sujetos de nada, esclavos de nada ni de nadie, una nueva libertad hemos de sentir en nuestro interior cuando nos reconocemos en verdad como pertenecientes a ese Reino de Dios. El mal nunca puede imperar en nuestra vida.
Y lo que Jesús está enseñando lo está manifestando con hechos, con signos de lo que en verdad significa que solo el bien de Dios es el que puede centrar nuestra vida. Hay allí un hombre poseído por el mal que en principio parece que se resiste a las palabras de Jesús, a la presencia salvadora de Dios, pero Jesús con autoridad libera a aquel hombre de aquella posesión maligna. La Palabra de Jesús pronunciada con autoridad expulsa al maligno de aquel hombre. ‘Cállate y sal de él’. Y aunque lo retorció aquel hombre se vio liberado por la palabra de Jesús.
El asombro de la gente va en aumento. ‘¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo’, exclaman los que allí están presentes y comenzarán a divulgar la noticia por todas partes. Es la acción poderosa de Jesús con su salvación para todos nosotros.
Por una parte la reflexión sobre este hecho nos lleva a un reconocimiento de la autoridad de Jesús, verdadero Maestro y autentico Salvador de nuestras vidas. Nos tiene que ayudar a crecer en nuestra fe. Pero nos tiene que ayudar también a que manifestamos con obras en nuestra vida la fe que decimos que tenemos. Estamos llamados a anunciar la salvación, a llevar la salvación a los demás.
Ahí tiene que manifestarse el compromiso de nuestra fe; ahí tienen que manifestarse las obras de nuestro amor. Un amor que libera, que salva, que sana, que llena de vida. Y eso lo podemos hacer, lo tenemos que hacer. No serán milagros extraordinarios lo que vayamos haciendo, pero sí de forma extraordinaria tienen que manifestarse las obras de nuestro amor para que así hagamos presente de verdad a Jesús con su salvación en medio de nuestro mundo. Y es tanto lo que tenemos que hacer.

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