Qué reconfortante es encontrar un hombro amigo sobre el que descansar y desahogar todas nuestras preocupaciones y agobios… Jesús no nos falla nunca
Isaías 40,25-31; Sal 102; Mateo
11,28-30
¡Qué reconfortante es encontrar un hombro amigo sobre el que descansar
y desahogar todas nuestras preocupaciones y agobios! Es algo que necesitamos en
la vida, ese amigo, esa persona que nos aprecia y nos escucha, que está a
nuestro lado y que quizá sabe guardar silencio hasta que nosotros rompamos en
nuestro desahogo, esa persona que tiene la buena palabra de ánimo para que
sigamos adelante, para que no desfallezcamos en nuestras luchas, para que no
tiremos la toalla cansado por nuestros agobios. Quien tiene un amigo así puede
decir que ha encontrado un bello tesoro.
Vamos muchas veces por la vida demasiado solos, a pesar de que
tengamos muchos amigos y conocidos, de que utilicemos los modernos medios de
las redes sociales para entrar en contacto con todo el mundo, aun cuando
aparentemos que las cosas nos van bien y que vamos irradiando felicidad, tras
esa fachada nos podemos encontrar cosas solitarios, llenos de amarguras, que se
encierran en si mismos, que no han encontrado aun ese amigo del alma en quien
confiar y en quien confiarse, porque hay muchas cosas que nos guardamos dentro
de nosotros y las sabemos quizá disimular muy bien para mantener quizá una
apariencia.
En el camino de la vida, aunque nos creamos muy autosuficientes,
necesitamos sin embargo un punto de apoyo que nos dé ánimo y nos impulse a
seguir caminando siempre con ilusión, con fuerza, con esperanza. El camino, es
cierto, lo tiene que hacer uno, pero esa palabra de amigo, ese hombre en el que
nos apoyamos y quizá derramamos nuestras lágrimas, ese oído que nos escucha una
y otra vez, esa mirada que nos llega al alma, es como ese bastón que nos sirve
de apoyo para evitar peligros y caídas pero que también nos sirve de impulso
cuando la pendiente se nos puede hacer cuesta arriba llena de durezas y
dificultades. Humanamente es algo que nos gratifica.
Hay alguien en quien siempre podemos confiar y que siempre no solo
está a la espera de que vayamos confiados a él, sino que además se adelanta
hasta nosotros para tendernos su mano, decirnos su palabra, darnos su fuerza,
ser nuestro descanso. Hoy lo escuchamos en el evangelio. ‘Venid a mí todos
los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro
descanso…’ Nuestro alivio, nuestra fuerza, nuestro modelo, nuestro descanso.
Ahí está Jesús siempre a nuestro lado, ofreciéndonos su vida, ofreciéndonos su
descanso.
Casi no es necesario decir nada más, sino sentir su presencia,
dejarnos inundar por su gracia y por su amor. El nunca nos fallará. Ha
prometido que estará con nosotros siempre, y siempre podamos contar con El. Es
más, El quiere habitar en nosotros si lo amamos y guardamos su camino.
Y una última palabra en esta reflexión. Piensa como puedes ser tú
también para los que están a tu lado ese punto de apoyo, ese hombro en el que
descansar, ese oído que siempre escuche, esos labios que siempre tengan una
palabra de ánimo para los demás.
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