Celebremos una Navidad que comienza en Jesús saboreando la ternura de Dios que se ha de traducir en el hombre nuevo del amor y en un mundo nuevo lleno de paz
Isaías 9, 1-3. 5-6; Sal 95; Tito 2,
11-14; Lucas 2, 1-14
‘Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos
los hombres…’ proclamaba san Pablo en la carta a Tito. Ha aparecido la
gracia de Dios, es lo que celebramos esta noche, es el misterio de Dios que
estamos contemplando, es la ternura y el amor de Dios que se nos manifiesta.
¿Dónde contemplar mejor la ternura que en un niño recién nacido?
Es el evangelio, la Buena Noticia que resuena en esta noche. Fue lo
que anunciaron los ángeles a los pastores de Belén y sigue resonando a través
de los siglos cuando nosotros manifestamos nuestra fe, cuando nos reunimos como
en esta noche, en este día para celebrar el nacimiento de Jesús.
Ha aparecido la gracia de Dios, la ternura de Dios, el amor de Dios en
un niño recién nacido. ‘Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha
dado…’ como decía el profeta. Un niño, verdaderamente hombre, es el hijo de
María. ‘Y mientras estaba allí le
llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en
pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada’, que nos narra el evangelista. María dio a luz
a su hijo primogénito.
Pero ya el ángel le había
anunciado: ‘Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará
el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su
reino no tendrá fin’. Es el Hijo del Altísimo, verdadero Hijo de Dios, el
Emmanuel – Dios con nosotros - que habían anunciado los profetas.
Es lo que hoy celebramos. Es lo
que nos llena de gozo y de vida. Es lo que nos está manifestando la ternura de
Dios, el amor de Dios que nos viene a ofrecer la salvación para todos los
hombres. Es lo que nos llena de esperanza. Es lo que nos hace seguir creyendo
en la vida y en el amor, porque estamos contemplando como nos ama Dios. Es lo
que es la Navidad que celebramos.
En alguno de tantos mensajes
como nos llegan estos días – hemos de reconocer que algunos con buena voluntad
y también con buenos deseos pero olvidándose quizá de lo que es lo fundamental
– he leído, sin embargo uno que decía: La navidad comienza en Cristo.
Es que sin Cristo no hay navidad. Lo que celebramos es el nacimiento de Jesús y
con Jesús una vida nueva para la humanidad. Es a Jesús a quien celebramos. Trae
la salvación para todos los hombres. Es lo que tenemos que vivir. Es lo que nos
llena de esperanza.
Esa es la Buena Noticia de esta
noche, de este día. ‘No temáis, anunciaron
los ángeles a los pastores de Belén, os traigo una buena noticia, una gran
alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un
Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre’. Y allá fueron los pastores y
contemplaron todo como les habían anunciado los ángeles.
Es la Buena Noticia, el
Evangelio, que también tenemos que escuchar los hombres y mujeres de nuestro
tiempo. Lo necesitamos. Nos sentimos turbados quizá en medio de los problemas
de cada día, los problemas que detectamos en nuestro mundo y en nuestra
sociedad. Algunas veces la turbación puede ser tan grande que nos desequilibra
y perdemos toda esperanza de que podamos hacer un mundo mejor, de que los
problemas puedan encontrar solución, o que las personas cambiemos dejando atrás
nuestros egoísmos y ambiciones, nuestros orgullos o el materialismo con que
vivimos nuestra vida.
La navidad tendría que despertar
de nuevo en nosotros la esperanza. La Navidad tendría que hacernos mirar a
Cristo porque sabemos que en El es donde vamos a encontrar la salvación, porque
en El podemos hacer ese hombre nuevo y ese mundo nuevo y mejor. Como decíamos
antes contemplando esta ternura de Dios que se nos manifiesta en el Niño nacido
en Belén.
Con Cristo, decíamos, aprendemos
a amar la vida y valorar al hombre. Es lo que nos hace seguir creyendo en la
vida y en el amor. Dios nos ama y eso nos dignifica y nos hace verdaderamente
importante. Con ese amor de Dios, dando respuesta a ese amor de Dios
comenzaremos a amar de una manera nueva y distinta y será el amor el que nos
renueve y renueve nuestro mundo.
No nos podemos quedar en unos
gestos pasajeros que nos tengamos mutuamente en estos días, en unas bonitas
palabras o deseos, sino con Jesús que nace en Belén, con Jesús que quiere nacer
en nuestro corazón comenzaremos a valorar una vida nueva, a vivir de una forma
nueva y distinta, una nueva manera de amar, un nuevo compromiso por hacer
nuestro mundo mejor.
Nos llenamos de gozo en estos
días y queremos vivir una alegría honda. Pero no olvidemos que la Navidad
comienza en Cristo y a Cristo ha de tener como su centro. Gocémonos en esa
ternura de Dios. Dejémonos inundar por esa gracia de Dios viviendo hondamente
esa salvación que Jesús nos ofrece. Contagiemos a nuestro mundo de esa alegría
de la navidad, esa alegría que nace en Jesús. Así podremos cantar con los
ángeles la gloria de Dios en el cielo que se manifiesta en la paz nueva que
nace en el corazón de los hombres que son amados de Dios.
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