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domingo, 25 de diciembre de 2016

Celebremos una Navidad que comienza en Jesús saboreando la ternura de Dios que se ha de traducir en el hombre nuevo del amor y en un mundo nuevo lleno de paz

Celebremos una Navidad que comienza en Jesús saboreando la ternura de Dios que se ha de traducir en el hombre nuevo del amor y en un mundo nuevo lleno de paz

Isaías 9, 1-3. 5-6; Sal 95; Tito 2, 11-14; Lucas 2, 1-14
‘Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres…’ proclamaba san Pablo en la carta a Tito. Ha aparecido la gracia de Dios, es lo que celebramos esta noche, es el misterio de Dios que estamos contemplando, es la ternura y el amor de Dios que se nos manifiesta. ¿Dónde contemplar mejor la ternura que en un niño recién nacido?
Es el evangelio, la Buena Noticia que resuena en esta noche. Fue lo que anunciaron los ángeles a los pastores de Belén y sigue resonando a través de los siglos cuando nosotros manifestamos nuestra fe, cuando nos reunimos como en esta noche, en este día para celebrar el nacimiento de Jesús.
Ha aparecido la gracia de Dios, la ternura de Dios, el amor de Dios en un niño recién nacido. ‘Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado…’ como decía el profeta. Un niño, verdaderamente hombre, es el hijo de María. ‘Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada’, que nos narra el evangelista. María dio a luz a su hijo primogénito.
Pero ya el ángel le había anunciado: ‘Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin’. Es el Hijo del Altísimo, verdadero Hijo de Dios, el Emmanuel – Dios con nosotros - que habían anunciado los profetas.
Es lo que hoy celebramos. Es lo que nos llena de gozo y de vida. Es lo que nos está manifestando la ternura de Dios, el amor de Dios que nos viene a ofrecer la salvación para todos los hombres. Es lo que nos llena de esperanza. Es lo que nos hace seguir creyendo en la vida y en el amor, porque estamos contemplando como nos ama Dios. Es lo que es la Navidad que celebramos.
En alguno de tantos mensajes como nos llegan estos días – hemos de reconocer que algunos con buena voluntad y también con buenos deseos pero olvidándose quizá de lo que es lo fundamental – he leído, sin embargo uno que decía: La navidad comienza en Cristo. Es que sin Cristo no hay navidad. Lo que celebramos es el nacimiento de Jesús y con Jesús una vida nueva para la humanidad. Es a Jesús a quien celebramos. Trae la salvación para todos los hombres. Es lo que tenemos que vivir. Es lo que nos llena de esperanza.
Esa es la Buena Noticia de esta noche, de este día.  ‘No temáis, anunciaron los ángeles a los pastores de Belén, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’. Y allá fueron los pastores y contemplaron todo como les habían anunciado los ángeles.
Es la Buena Noticia, el Evangelio, que también tenemos que escuchar los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Lo necesitamos. Nos sentimos turbados quizá en medio de los problemas de cada día, los problemas que detectamos en nuestro mundo y en nuestra sociedad. Algunas veces la turbación puede ser tan grande que nos desequilibra y perdemos toda esperanza de que podamos hacer un mundo mejor, de que los problemas puedan encontrar solución, o que las personas cambiemos dejando atrás nuestros egoísmos y ambiciones, nuestros orgullos o el materialismo con que vivimos nuestra vida.
La navidad tendría que despertar de nuevo en nosotros la esperanza. La Navidad tendría que hacernos mirar a Cristo porque sabemos que en El es donde vamos a encontrar la salvación, porque en El podemos hacer ese hombre nuevo y ese mundo nuevo y mejor. Como decíamos antes contemplando esta ternura de Dios que se nos manifiesta en el Niño nacido en Belén.
Con Cristo, decíamos, aprendemos a amar la vida y valorar al hombre. Es lo que nos hace seguir creyendo en la vida y en el amor. Dios nos ama y eso nos dignifica y nos hace verdaderamente importante. Con ese amor de Dios, dando respuesta a ese amor de Dios comenzaremos a amar de una manera nueva y distinta y será el amor el que nos renueve y renueve nuestro mundo.
No nos podemos quedar en unos gestos pasajeros que nos tengamos mutuamente en estos días, en unas bonitas palabras o deseos, sino con Jesús que nace en Belén, con Jesús que quiere nacer en nuestro corazón comenzaremos a valorar una vida nueva, a vivir de una forma nueva y distinta, una nueva manera de amar, un nuevo compromiso por hacer nuestro mundo mejor.
Nos llenamos de gozo en estos días y queremos vivir una alegría honda. Pero no olvidemos que la Navidad comienza en Cristo y a Cristo ha de tener como su centro. Gocémonos en esa ternura de Dios. Dejémonos inundar por esa gracia de Dios viviendo hondamente esa salvación que Jesús nos ofrece. Contagiemos a nuestro mundo de esa alegría de la navidad, esa alegría que nace en Jesús. Así podremos cantar con los ángeles la gloria de Dios en el cielo que se manifiesta en la paz nueva que nace en el corazón de los hombres que son amados de Dios.

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