Miramos a la Sagrada Familia de Nazaret y queremos aprender de su madurez humana y creyente para afrontar los problemas de hoy de nuestras familias
Ecl.
3,2-6.12-14; Sal 127; Col. 3,12-21; Mt. 2, 13-15. 19-23
En el marco de las fiestas navideñas, normalmente el domingo siguiente
a la navidad aunque este año por no haber un domingo intermedio en la octava lo
celebramos el viernes, tenemos la solemnidad de la Sagrada Familia. No podemos
menos que tener como referencia a aquella familia y aquel hogar de Nazaret para
nuestra propia vida de familia.
En el seno de aquel hogar de Nazaret quiso encarnarse Dios para
hacerse hombre y compartir toda nuestra realidad humana a la que quería ofrecer
su salvación. Hacia ese hogar y esa familia volvemos nuestros ojos en estos días
que tienen unas especiales connotaciones para nuestras familias por los
encuentros que de manera especial tenemos en estos días, pero no solo en estos
días sino que todos los días tendríamos que vernos en ese espejo del hogar de
Nazaret.
Dios con su presencia santifica toda nuestra realidad humana y al
matrimonio y a la familia le ha dado una gracia especial cuando lo ha hecho
sacramento de su amor. El amor verdadero del hombre y la mujer vivido en el
matrimonio se convierte así en signo e imagen del amor de Dios, al tiempo que
en el amor que Dios nos tiene tenemos el ejemplo y la fuerza para nuestro
propio amor matrimonial. San Pablo nos hará la comparación del amor del hombre
y la mujer que es como el amor que Jesucristo tiene a su Iglesia.
Un verdadero creyente sabrá ver en todas las circunstancias de su vida
la presencia amorosa del Señor. En los momentos dichosos y felices se gozará en
ese amor de Dios y sabrá darle gracias, y de la misma manera en los momentos
difíciles por los que podamos pasar siempre veremos esa presencia de Dios en
nosotros dándonos esa fuerza y esa gracia que necesitamos en toda
circunstancia.
Es lo que tenemos que aprender a vivir en el matrimonio y en el seno
de nuestras familias y nuestros hogares. Creo que podría ser un aspecto al que
nos lleva a reflexionar el texto del evangelio de san Mateo que nos ofrece hoy
la liturgia de esta fiesta de la Sagrada familia.
Y un buen paradigma y ejemplo
tenemos en san José. Ya habían comenzado los problemas desde el embarazo de María,
momentos en los que escuchando la voz del ángel supo aceptar y comprender para
acoger a María en su casa. Siguen las dificultades y problemas en el tener que
acudir a Belén para empadronarse conforme a aquel edicto romano que les
obligaba; con espíritu humilde, viendo en ese caminar peregrino la voluntad de
Dios camina hasta Belén no teniendo ni un lugar propicio para el nacimiento de
su hijo, que ha de ser recostado entre las pajas de un pesebre. Y José en
silencio sigue diciendo sí a Dios desde su corazón.
Ahora surgen nuevos problemas, y es de lo que nos habla hoy el
evangelio, y porque Herodes busca al recién nacido para matarlo tendrá que
emprender un camino de huida que le llevará hasta Egipto. Pero José ha
escuchado también la voz de Dios que le habla en sueños a través del ángel del
Señor. No perdió José la paz de su corazón ni dejó que se desestabilizara su
hogar. Serían momentos difíciles como un emigrante, como un refugiado, como un
desterrado de su tierra, pero su seguridad la tenia en el Señor en quien tenia
puesta su fe.
En nuestros hogares, en nuestras familias, en los matrimonios se pasa
en muchas ocasiones por momentos difíciles. Son muchos los problemas que pueden
surgir.
Problemas de convivencia y de entendimiento pueden surgir con facilidad;
dificultades para afrontar todas las responsabilidades y poder vivir una vida
digna son muchos los que las pasan; egoísmos y ambiciones que provocan
rupturas, insolidaridad entre sus miembros que crean división y enfrentamiento,
vida alocada e irresponsable que nos puede llevar a despilfarros que puedan
poner en peligro incluso la subsistencia, desplazamientos originados en
ocasiones por las necesidades y los deseos de buscar algo mejor pueden crearnos
desestabilización en el encuentro con nuevas realidades y costumbres… son
muchos los peligros que pueden acecharnos por un lado y por otro y que nos
pueden hacer perder el norte de nuestra vida y debilitar el verdadero amor que
ha de haber en el matrimonio y en la familia como base de una autentica convivencia.
Y es aquí donde ha de resplandecer la madurez de la persona y también
la madurez de nuestra fe. Hoy miramos a la Sagrada Familia de Nazaret, con esos
múltiples problemas que allí de una forma o de otra también surgían o podrían
surgir.
Hoy he querido fijarme de una manera especial en la actitud y en la
postura de san José, el padre de familia de aquel hogar – podríamos fijarnos
también en la grandeza de alma de María, la Madre del Señor -; supo José
mantener el ritmo y el rumbo de aquel hogar porque siempre supo dejarse guiar
por el Señor. Nos lo expresan esas imágenes de los diversos sueños de José para
indicarnos como sentía la presencia del Señor que le guiaba y en quien se
confiaba.
¿Sabremos hacerlo en nuestros hogares? ¿No tiene el evangelio una
palabra de luz para nuestros matrimonios en dificultades? ¿No estamos viviendo
también en nuestro entorno esos desplazamientos de tantos y tantos que van
buscando una vida mejor para los suyos? Muchas más amplias reflexiones
podríamos hacernos contemplando aquel sagrado hogar de Nazaret donde se hizo
presente el Hijo de Dios encarnado por nuestra salvación.
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