Necesitamos la Sabiduría del Espíritu para discernir los caminos del Evangelio y seguirlos con toda radicalidad
Sabiduría 9, 13-19; Sal 89; Filemón 9b-10.
12-17; Lucas 14, 25-33
En la vida tenemos que saber a donde vamos a ir para no perdernos en
el camino. Hemos de tener metas claras, porque en el fondo nos darán motivación
para nuestro caminar, sentiremos el estímulo de los pasos que vamos dando y eso
nos ayudará a superar dificultades y contratiempos y a hacer también las
necesarias renuncias a cosas que nos pudieran parecer buenas pero que no se
pueden convertir en rémora o en obstáculo para alcanzar dichas metas.
Algunos prefieran caminar al azar, a la imprevisible, pero hay el
peligro de andar errantes de un lado para otro y al final nos puede venir el vacío
del desaliento. Muchas veces nos encontramos en los caminos de la vida gente
que anda sin rumbo; muchas veces nosotros podemos perder un poco de vista lo
que son las metas y andamos dando tumbos en esos caminos de la vida. Son
peligros, son tentaciones, son influencias quizá de una superficialidad del
ambiente que se nos contagia y que se nos puede impregnar casi sin darnos
cuenta. No son caminos que nos ayuden a alcanzar una plenitud de vida.
Hoy Jesús nos propone en el evangelio como dos ejemplos, el que quiere
construir una torre o el del rey que va a hacer la guerra. Han de saber antes
con los medios con que cuentan, han de estudiar las mejores tácticas, han de
saber lo que quieren y si pueden conseguirlo. Y es que Jesús les está hablando
a los discípulos que van con El. Muchos quieren ser sus discípulos; ahora en la
subida a Jerusal
Se entusiasman con Jesús cuando ven sus milagros, cuando escuchan sus
enseñanzas que tantas esperanzas suscitan en sus corazones de un mundo nuevo,
están viendo en El a un profeta o quizá al Mesías esperado y le siguen. Pero,
¿tendrán claro todo lo que significa el seguimiento de Jesús? A pesar de todo
lo que les ha hablado del Reino de Dios con parábolas, con sus enseñanzas,
señalándoles cuál ha de ser el estilo de vida que han de vivir, ¿tendrán claro,
repito, todo lo que implica vivir ese Reino de Dios anunciado por Jesús?
Ahora Jesús les ha hablado de un desprendimiento para romper lazos y
ataduras señalándoles que el Reino de Dios ha de ser lo primordial y que han de
saber desprenderse de todos los apegos posibles. Con lo importante que es la
familia, padres, hermanos y hermanas, esposos o esposas, hijos, todos los seres
cercanos a uno y que es algo que de ninguna manera Jesús quiere minusvalorar,
les viene a decir que por encima de todo eso está el seguimiento de su camino,
y que el Reino ha de ser lo primero en la vida y lo que le va a dar todo
sentido y todo valor a lo que vivamos.
Son unas nuevas actitudes las que se han de vivir, una nueva manera de
ver las cosas, un nuevo estilo y un nuevo sentido a lo que hacemos, aunque eso
signifique cambiar posturas, ideas o pensamientos que tengamos de siempre.
Incluso les hablará del valor y del sentido de todos esos bienes materiales que
poseemos o deseamos poseer que no pueden convertirse en ídolos de nuestra vida.
Por eso será necesario saber renunciar, saber desprenderse, saber vivir con un
corazón libre y desapegado de esas cosas y de esos bienes materiales.
Y en todo esto que nos pide Jesús para que podamos vivir el Reino de
Dios en todo su sentido tenemos que ser radicales, porque si no lo hacemos así
no estaremos señales de que verdad le seguimos. ‘No puede ser discípulo mío’,
les dice. Seguir el camino del evangelio de Jesús exige radicalidad en nuestra
vida, en las decisiones que hemos de tomar, en el camino que vamos a seguir, en
las metas que nos vamos a trazar. No podemos andar nadando entre dos aguas, o
nadando y guardando la ropa, como se suele decir.
Por eso, un auténtico seguidor de Jesús, un auténtico cristiano
siempre estará tratando de conocer más a
Jesús, de conocer más y mejor el evangelio profundizando en las palabras de Jesús.
Nunca no podemos contentar con simplemente vivir lo de siempre sino que siempre
se está abriendo ante nosotros ese camino nuevo del evangelio y podremos ir
descubriendo más y mejor sus exigencias. Es triste que un cristiano no lea el evangelio,
no lo medite, no lo vaya plantando cada día más en su corazón. Es como caminar
sin metas, sin saber a donde vamos sino simplemente dejándonos arrastrar por el
azar de cada día.
No es fácil vivir esa apertura de nuestro corazón a la novedad del evangelio
y seguir el camino que se nos va trazando. No siempre por nosotros mismos
seremos capaces de profundizar debidamente en todo el sentido del evangelio.
Necesitamos la sabiduría de Dios, necesitamos la luz de su Espíritu en nuestro corazón.
‘¿Pues quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio, si tú no
le das sabiduría enviando tu
Santo Espíritu desde el cielo?’ nos decía
el libro de la Sabiduría que escuchamos hoy en la primera lectura.
Pidamos esa sabiduría de Dios, pidamos
esa fuerza del Espíritu para que en verdad podamos impregnar de la Buena Nueva
del Reino que nos anuncia Jesús.
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