El amor no puede tener fronteras ni de tiempo ni de lugar porque es expansivo para abrazar a todos dándoles cabida en nuestro corazón
1Corintios 5,1-8; Sal 5; Lucas
6,6-11
No hay hora para hacer el bien. Algunos piensan, bueno yo ya hoy hice
mi obra buena y ya no tengo que preocuparme más, o ya muchas veces ayudo a la
gente no tengo que estar pendiente a todas horas como si fuera una farmacia de
guardia. Son cosas que oímos; cosas que se nos pueden pasar por la cabeza pero
que, pienso yo, podrían denotar un raquitismo del espíritu. Mala enfermedad es
esa.
Por eso, repito no hay hora para hacer el bien, porque siempre está la
oportunidad de hacerlo, o en cualquier momento nos podemos encontrar con la
necesidad. Cuando hay amor de verdad en nuestro corazón no ponemos horarios
para hacer el bien, ni ponemos límite ni cantidad, porque mucho que nos quiera
arrastrar un callado egoísmo que se nos puede meter por dentro. ¿Hay alguien
que te tiende la mano desde su necesidad y le vas a responder ahora no es mi
hora, ahora no es mi día? ¿Ves una persona triste y con sufrimiento a tu lado y
te vas a volver de espalda porque ahora no te toca hacer el bien? El amor no
puede tener límites, ni fronteras, ni hacer discriminaciones.
Me surgen estos pensamientos y reflexiones al tratar de escuchar en mi
interior el evangelio que hoy nos propone la liturgia. ‘Entró Jesús en la
sinagoga a enseñar… era sábado… y había allí un hombre que tenía una parálisis
en un brazo… y por allá estaban los escribas y fariseos a ver si Jesús lo curaba…’
Era sábado y no se podía curar; era sábado y no se podía hacer el bien; era
sábado y había que dejar a aquel hombre en su limitación y en su sufrimiento;
era sábado y no era ni la hora ni el día ¿se podía entender esto? Así Vivian
encorsetados con la ley los fariseos; así aparecían las desconfianzas y la
maldad en sus corazones; así se estaba manifestando la dureza de su corazón;
así aparecía la ausencia del amor en sus vidas.
No le podemos poner un corsé al amor. No podemos encerrarlo en unos límites
porque el amor siempre es expansivo y será capaz romper todos los moldes y
todos los límites. El amor no puede tener fronteras ni de tiempo ni de lugar;
el amor no hará nunca discriminación de personas sino que abrirá de par en par
las puertas del corazón para que todos tengan cabida en él. El amor curará
todos los raquitismos que pudieran aparecer en nosotros por la tentación del egoísmo.
El amor siempre nos hará solidarios para sentir como propio el sufrimiento de
los demás. El amor nos hará abrazar el ancho mundo dándoles cabida a todos en
nuestro corazón.
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