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lunes, 5 de septiembre de 2016

El amor no puede tener fronteras ni de tiempo ni de lugar porque es expansivo para abrazar a todos dándoles cabida en nuestro corazón

El amor no puede tener fronteras ni de tiempo ni de lugar porque es expansivo para abrazar a todos dándoles cabida en nuestro corazón

1Corintios 5,1-8; Sal 5; Lucas 6,6-11

No hay hora para hacer el bien. Algunos piensan, bueno yo ya hoy hice mi obra buena y ya no tengo que preocuparme más, o ya muchas veces ayudo a la gente no tengo que estar pendiente a todas horas como si fuera una farmacia de guardia. Son cosas que oímos; cosas que se nos pueden pasar por la cabeza pero que, pienso yo, podrían denotar un raquitismo del espíritu. Mala enfermedad es esa.
Por eso, repito no hay hora para hacer el bien, porque siempre está la oportunidad de hacerlo, o en cualquier momento nos podemos encontrar con la necesidad. Cuando hay amor de verdad en nuestro corazón no ponemos horarios para hacer el bien, ni ponemos límite ni cantidad, porque mucho que nos quiera arrastrar un callado egoísmo que se nos puede meter por dentro. ¿Hay alguien que te tiende la mano desde su necesidad y le vas a responder ahora no es mi hora, ahora no es mi día? ¿Ves una persona triste y con sufrimiento a tu lado y te vas a volver de espalda porque ahora no te toca hacer el bien? El amor no puede tener límites, ni fronteras, ni hacer discriminaciones.
Me surgen estos pensamientos y reflexiones al tratar de escuchar en mi interior el evangelio que hoy nos propone la liturgia. ‘Entró Jesús en la sinagoga a enseñar… era sábado… y había allí un hombre que tenía una parálisis en un brazo… y por allá estaban los escribas y fariseos a ver si Jesús lo curaba…’ Era sábado y no se podía curar; era sábado y no se podía hacer el bien; era sábado y había que dejar a aquel hombre en su limitación y en su sufrimiento; era sábado y no era ni la hora ni el día ¿se podía entender esto? Así Vivian encorsetados con la ley los fariseos; así aparecían las desconfianzas y la maldad en sus corazones; así se estaba manifestando la dureza de su corazón; así aparecía la ausencia del amor en sus vidas. 
No le podemos poner un corsé al amor. No podemos encerrarlo en unos límites porque el amor siempre es expansivo y será capaz romper todos los moldes y todos los límites. El amor no puede tener fronteras ni de tiempo ni de lugar; el amor no hará nunca discriminación de personas sino que abrirá de par en par las puertas del corazón para que todos tengan cabida en él. El amor curará todos los raquitismos que pudieran aparecer en nosotros por la tentación del egoísmo. El amor siempre nos hará solidarios para sentir como propio el sufrimiento de los demás. El amor nos hará abrazar el ancho mundo dándoles cabida a todos en nuestro corazón.

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