La Buena Noticia de Jesús nos hace dichosos porque el Reino de Dios hace un mundo distinto y mejor para todos
1Corintios 7,25-31; Sal 44;
Lucas 6,20-26
Cuando Jesús comenzó su predicación por los caminos y pueblos de
Galilea su invitación era a la conversión para creer en el Reino de Dios que
anunciaba. Algo nuevo habría de surgir y poniendo nuestra fe y nuestra
confianza en su palabra tendríamos que cambiar el corazón. En la Sinagoga de
Nazaret, en lo que solemos llamar discurso programático de Jesús, proclamaba el
texto de Isaías en el que se anunciaba que los pobres serían evangelizados, que
para los pobres era la Buena Noticia del Reino de Dios. Anunciaba entonces toda
una transformación en el corazón de los hombres para alcanzar la ansiada
libertad, liberación de todo dolor y sufrimiento porque llegaba el año de
gracia del Señor. Es la Buena Noticia que Lucas nos irá describiendo y
desarrollando a lo largo de todo su Evangelio.
Es lo que en ese mismo sentido le escuchamos decir hoy en el llamado
sermón de las Bienaventuranzas, que los pobres serían dichosos porque de ellos
sería el Reino de Dios. Jesús ha bajado de la montaña, nos describe Lucas, en
donde había escogido y elegido a los que serían los doce apóstoles, y ahora en
la llanura cuando se encuentra con todos los discípulos, con todos aquellos que
le buscan porque quieren escucharle y en El encontrar salud y salvación, va
desgranando ese anuncio de las llamadas bienaventuranzas, ese anuncio de dicha
porque llega el Reino de Dios.
Llega el Reino de Dios y para todos es la dicha y la felicidad. Llega
el Reino de Dios y un mundo nuevo ha de comenzar. Y esa buena nueva se anuncia
a los pobres, y a los que sufren, a los que lloran y a los que se ven
perseguidos. Llega el Reino de Dios y cuando todo se ha de transformar porque
sentimos que Dios es el único Rey y Señor de nuestra vida encontraremos paz y
encontremos consuelo, iremos encontrando en esa solidaridad nueva del amor que
va surgiendo solución a nuestros problemas y carencias y nuestra vida de penurias
y necesidades va a cambiar, va renaciendo una nueva esperanza en los corazones
y vamos a ir encontrando ese consuelo para nuestras lagrimas y sufrimientos y
esa fortaleza para los momentos duros con que nos vayamos tropezando en la
vida.
Comienza, sí, un mundo de dicha distinta, porque distinta tiene que
ser nuestra vida y distintas tienen que ser nuestras relaciones haciéndolas más
humanas y más fraternales. Y cuando nos humanizamos y nos sentimos hermanos
cambiaran nuestras actitudes y también nuestras maneras de actuar, miraremos
con ojos nuevos a los que están a nuestro lado y comenzaremos de verdad a
sentirnos hermanos y ya no nos tendríamos que hacer sufrir los unos a los
otros.
Tendrían que desaparecer nuestras actitudes egoístas y las ambiciones
que nos encierran en nosotros mismos; no apegaríamos el corazón a las cosas
terrenas sino que sabremos utilizar todo lo que está en nuestras manos para el
bien y para el bien común desarrollando con nuevo ardor nuestras capacidades no
buscando riquezas para nosotros mismos, sino un desarrollo que haga un mundo
mejor y más feliz.
Qué dichosos nos haría el evangelio si supiéramos escucharlo de verdad
en nuestro corazón y ponerlo en práctica en nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario