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miércoles, 25 de mayo de 2016

Nos cuesta entender lo que pueda significar sacrificio y dolor para vivir el cáliz de la entrega y del amor para hacernos servidores de todos como Jesús

Nos cuesta entender lo que pueda significar sacrificio y dolor para vivir el cáliz de la entrega y del amor para hacernos servidores de todos como Jesús

1Pedro 1, 18-25; Sal 147; Marcos 10, 32-45

Da la impresión que Jesús tiene prisa; nos dice el evangelista que mientras caminaban subiendo a Jerusalén se les adelantaba, de manera que los discípulos se extrañaban y lo seguían asustados. Presentían que algo quería decirles Jesús, que algún anuncio importante tenía que hacerles.
Efectivamente tomando aparte a los doce comienza a hacerles el anuncio: ‘Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, les dice, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará’. Pero como tantas veces les sucede no entienden, no terminan de comprender lo que Jesús les está anunciando. ¿Cómo van a entregarlo a los gentiles? ¿Cómo es eso que se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán, le darán muerte? Y eso que está diciendo de la resurrección al tercer día ¿quién lo puede entender?
Nos cuesta entender lo que pueda significar sacrificio y dolor, sobre todo cuando parece que todas las cosas marchan bien. Nos hacemos nuestras ideas. Queremos que todo marche como la seda y no nos pase nada. Por eso los discípulos cuando ven que hay mucha gente que sigue a Jesús, que le escuchan, que son capaces de marcharse al descampado con tal de estar con Jesús, no pueden imaginar que las cosas puedan cambiar. Nos sucede tantas veces en la vida y no terminamos de prepararnos para cuando puedan llegar esos momentos más difíciles.
Y aun así las ambiciones se despiertan en el corazón. Como a los dos hermanos Zebedeos. Acaban de escuchar a Jesús que habla de entrega y de muerte y ellos ahora vienen pidiendo puestos de gloria. Uno a tu derecha y otro a tu izquierda, todo el poder para ellos, que nadie se les adelante. Por eso surgirán también en los demás las desavenencias, las desconfianzas, los celos, quizás.
Pero Jesús les habla claro. ‘No sabéis lo que pedís’, les dice. ¿No me habéis oído hablar ahora mismo de entrega, de pasión, de muerte? ¿No habéis terminado de entender el bautismo de sangre por el que he de pasar? ‘¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?’ Y ellos muy entusiasmados, no sé si conscientes del todo de la respuesta que daban dijeron que sí.
‘El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar’. Costará entenderlo, costará aceptarlo pero el seguimiento de Jesús entraña vivir su misma vida, vivir su misma entrega, pasar por su misma pascua. Porque el amor tiene sus exigencias, seguir a Jesús no es simplemente dejarnos llevar, vivir el plan de vida que Jesús nos propone significará también tomar nuestra cruz, hacer nuestras renuncias, ofrecer el sacrificio de nuestra vida. Y Jesús les hablará de hacerse el último y el servidor de todos, porque es lo que Jesús mismo ha hecho. ‘Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos’.
¿Estaremos nosotros dispuestos también a beber el cáliz del Señor y bautizarnos en su mismo bautismo?

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