Que no nos cieguen nuestras lágrimas, soledades, amarguras, silencios para que sepamos descubrir a Jesús y encontrarnos con su vida
Hechos 2,36-41; Sal 32; Juan 20,11-18
‘Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?’ las lágrimas no nos
dejan ver con claridad. El sufrimiento nos entumece el corazón y nos ciega. Se
nos convierte la vida en un túnel oscuro y nos parece sin salida. Cuántas veces
nos pasa en la vida. Los problemas, las soledades, las ausencias que sentimos
allá en el fondo del alma. Rupturas, desgarros del alma, dolor incontrolable
que nos ciega. Los problemas se nos amontonan y parecen montañas
infranqueables. La vida se nos desorganiza y no sabemos qué hacer ni qué camino
tomar.
Es el dolor de los que se ven postrados en una cama con una enfermedad
que parece no remitir nunca; es la soledad del anciano al que se le van
perdiendo en el camino aquellos amores familiares que le habían sostenido en la
vida, y que ahora se siente aislado y sin saber con quien contar; es la
incertidumbre del que tiene que abandonar lo que había sido su hogar o su solar
patrio y ha de buscar nuevos caminos, nuestras lugares donde asentar su vida;
es el que busca aquello que lo dignifique en un trabajo donde no solo ganar su
sustento y el de los suyos, sino realizarse plenamente en su ser más hondo
desarrollando sus valores y posibilidades en la vida.
Tantos dolores, soledades, ausencias, silencios por lo que quizá hemos
tenido la suerte de no haber pasado, pero que tenemos que abrir los ojos para
ver cuántos lo están sufriendo a nuestro lado y tan insensibles somos que no
caemos en la cuenta. Es la mirada distinta con que hemos de mirar en nuestro
entorno, pero es la mirada que nos tiene que
hacer trascender hasta encontrar respuesta, encontrar luz, encontrar un camino.
Una mirada que terminara si lo hacemos de forma autentica hasta un compromiso.
Son tantas las búsquedas que hay dentro de nosotros y las respuestas que
buscamos.
María Magdalena es una mujer en
búsqueda en medio de su dolor. Ya un día se había encontrado con Jesús y su
vida había cambiado radicalmente. Pero ahora eran momentos duros de prueba en
la muerte de su Señor y en la tumba vacía que ahora se encontraba. En esa
búsqueda también sus ojos se obnubilan y le cuesta ver y terminar de creer. Por
eso no reconocerá en principio a su
Señor y lo confundirá. En su búsqueda realmente no sabía bien casi lo que
buscaba porque todo el dolor que padecía su corazón le hacia quedarse aun en la
muerte.
Por eso buscaba en una tumba, pero
Jesús estaba fuera de la tumba, Jesús viene a su encuentro como viene siempre a
nosotros en medio de nuestros dolores y fracasos. El nunca nos dejará solos
sino que siempre se está adelantando para ver a nosotros y hacer que
encontremos respuestas, luz, camino, esa vida nueva que El siempre quiere
ofrecernos. No busquemos a Jesús entre los muertos porque El vive y siempre
viene ofreciéndonos vida.
Tengamos cuidado para no confundirnos,
para no buscar lo que no importa, para saber centrarnos en Jesús a pesar de
nuestras soledad, nuestros interrogantes, nuestros miedos y cobardías. Jesús
quiere salirnos al encuentro para llenarnos de plenitud. Que sintamos y vivamos
con toda intensidad la alegría con Cristo resucitado.
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