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lunes, 30 de noviembre de 2015

Descubramos ‘otros caladeros’ que hay a nuestro lado a los que nos envía Jesús para hacer el anuncio de la Buena Noticia del Reino

Descubramos ‘otros caladeros’ que hay a nuestro lado a los que nos envía Jesús para hacer el anuncio de la Buena Noticia del Reino

Romanos 10, 9-18; Sal 18; Mateo 4, 18-22

Leyendo un comentario sobre el evangelio de esta fiesta de san Andrés surgía la pregunta que se nos quedaba como interrogante al final del mismo: ¿A qué «caladeros» nos llevaría la llamada del Señor?’, ¿en qué otros mares querrá el Señor que realicemos nuestras pesca?
El evangelio nos habla de cómo estando los pescadores allí junto al lago repasando sus redes tras la pesca pasa Jesús y primero a Pedro y a Andrés, su hermano, y luego a los hijos del Zebedeo Santiago y Juan les invita a seguirle dejando aquellas redes y aquellos caladeros para realizar otras pescas. ‘Venid conmigo y os haré pescadores de hombres’.
Nos habla de la disponibilidad de aquellos primeros discípulos que lo dejan todo y se van con Jesús. ¿A dónde van? ¿Qué significará ese ser pescadores de hombres? Casi tres años se pasarán con Jesús aprendiendo lo que significa aquella nueva pesca. Aprenderán que solo en su nombre es como han de echar las redes al agua, sintiéndose sobrecogidos hasta sentirse pecadores en su presencia por el poder de la palabra de Jesús. Aún al final querrán seguir pescando en aquellos lagos y se encontrarán sin pesca, necesitando que ‘alguien’ desde la orilla les señale por donde han de echar las redes. Y aún así cuando llegan a la orilla arrastrando las redes que casi se rompían se encontrarán que allí ya hay algunos pescados sobre las brasas preparados para comer.
Andrés un día con su amigo Juan, tras las indicaciones del bautista que aun no terminaban de entender, se habían ido tras aquel nuevo profeta que estaba surgiendo preguntando por su vida, preguntando donde vivía. A su invitación se habían ido con él y bastó una tarde y una noche para a la mañana siguiente correr hasta su hermano Simón para decirle que habían encontrado al Mesías y llevarlo hasta Jesús.
Poco a poco habían ido aprendiendo que la grandeza estaba en el servicio, que era necesario hacerse el último y el servidor de todos, porque el Reino nuevo que Jesús anunciaba no era el de los poderes y grandezas de este mundo.  No valían influencias de ningún tipo, ni aun las familiares, sino que lo importante era el amor, que había de ser su distintivo para siempre.
Aprendiendo lo que significaba aquella invitación de Jesús habían marchado un día de dos en dos como les señalara el maestro y volverían contentos porque hasta los demonios se les sometían en el nombre de Jesús. Y ya en Jerusalén en las inmediaciones de la Pascua definitiva habían servido de mediadores para que otros también conocieran a Jesús. A ellos habían venido unos gentiles, llegados quizá de lejos, que querían conocer a Jesús y como un día hiciera Andrés con Simón Pedro, ahora también los habían presentado a Jesús.
Eran las señales de lo que significaban esos nuevos caladeros a los que los quería llevar Jesús porque en la Ascensión se habían sentido enviados por todo el mundo para anunciar la Buena Nueva del Nuevo Reino de Dios a toda criatura. Así habían recibido la fuerza del Espíritu Santo para ser sus testigos hasta los confines del mundo.
Cuando hoy nosotros celebramos a san Andrés y escuchamos este evangelio también nos sentimos llamados y enviados. ¿Cuáles serán los caladeros donde Jesús quiere que realicemos nuestra pesca? Es lo que tenemos que descubrir. Necesitamos estar con Jesús, como estuvieron aquellos discípulos, para aprender, para escuchar en el corazón, para impregnarnos de su amor, para que también vayamos allá a donde Jesús nos envíe. ¿Será cerca, será lejos? Para cada uno tiene una misión el Señor. Quizá muy cerca de nosotros haya muchos que están necesitando escuchar esa palabra, hacer resucitar de nuevo la esperanza en el corazón, sentir el bálsamo del amor de Dios en medio de sufrimientos y angustias; ahí puede estar ese caladero donde nos invita el Señor que realicemos su pesca.

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