Vistas de página en total

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Demos respuesta con nuestra solidaridad y desprendimiento a ese mundo de dolor y sufrimiento que nos rodea buscando una esperanza

Demos respuesta con nuestra solidaridad y desprendimiento a ese mundo de dolor y sufrimiento que nos rodea buscando una esperanza

Isaías 25,6-10; Sal 22; Mateo 15,29-37

‘Acudió mucha gente a Jesús…’ Había venido bordeando el lago, había subido al monte y acudió mucha gente a Jesús que sentado les enseñaba. Acudían a Jesús, dice el evangelio, trayendo a sus enfermos para que los curase,  ‘tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros’; venían con sus sufrimientos y con sus dolores, con sus discapacidades y con todas aquellas cosas que les impedían ser felices haciendo una vida normal; venían hasta Jesús con las ansias más profundas de su corazón, sus necesidades y sus inquietudes, con hambre de bien, de justicia, de paz, de amor quizá.
Y dice el evangelio que Jesús los curaba. Como había anunciado el profeta ‘Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país’. Enjugaba las lágrimas, consolaba, curaba, daba vida. Jesús quería saciar las ansias más nobles había en el corazón del hombre.
Jesús se dio cuenta de que llevaban varios días detrás de él y no tenían que comer. Y llamó a sus discípulos más cercanos para comentárselo. ¿Para descubrirles quizá lo que ellos tendrían que hacer? Entienden, es cierto, que es mucha la gente que está allí siguiendo a Jesús pero no saben que hacer porque están en despoblado y no tienen donde comprar pan.
Buscaban remedios, buscamos remedios. Pero Jesús quiere enseñarnos como tenemos que actuar, qué es lo que tenemos que hacer. No podemos buscar fuera de nosotros soluciones. Busquémoslas en nosotros mismos. Aparecerá la solidaridad de quien pone a disposición los pocos panes que tiene. Puede parecer que aquello no vale para tantos. Pero el pan se multiplicará y todos comerán hasta saciarse.
Por aquí podemos ir descubriendo algo en este camino de adviento que vamos haciendo. Estamos nosotros con nuestra vida y con nuestras inquietudes, también quizá con nuestros sufrimientos o soledades, o con nuestras ansias de hacer algo cuando contemplamos ese mundo que nos rodea con sus problemas, con sus sufrimientos, con su hambre que no solo es de pan.
¿Qué podemos hacer nosotros que somos tan poquita cosa? Jesús nos está señalando caminos y comprometiéndonos. Tendremos solo siete panes y unos pocos peces pero eso que nos parece pequeño puede convertirse en grande. Despertemos nuestra solidaridad; seamos capaces de desprendernos de nuestro yo, de nuestro pensar solo en nosotros mismos, de lo que tenemos aunque nos parezca que es poco y quizá no nos baste ni para nosotros mismos.
Comencemos a hacernos presente en ese mundo de sufrimiento llevando una sonrisa de esperanza; sepamos tener una palabra buena que conforte y que anime; vayamos realizando gestos de cercanía junto a aquellos que están envueltos en sus angustias, aunque no sea otra cosa que hacernos presentes; abramos los ojos bien fuerte para ver el dolor de tantos a nuestro lado aunque eso nos parezca que nos puede herir por dentro. Vayamos sembrando esas pequeñas semillas quizá pero que se convertirán en una espiral de amor que se irá agrandando y hará que muchos a nuestro alrededor vayan comenzando a sonreír también en su corazón.
Estaremos haciendo presente al Señor. Aquello que decía el profeta: ‘Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte’.

No hay comentarios:

Publicar un comentario