Somos administradores de la vida que
Dios ha puesto en nuestras manos desarrollando sus valores y cualidades con
responsabilidad
Romanos
6,12-18; Sal 123; Lucas 12,39-48
Yo hago con mi vida lo que quiero que para eso es mi
vida, habremos escuchado más de una vez o nos hemos sentido tentados a
pensarlo. Pero, ¿realmente que pensamos de una postura así en la vida? ¿Podemos
ir así por la vida quizá chocando con todo el mundo porque me siento dueño de
todo y haciendo de mi capa un sayo como se suele decir?
Creo que esto nos daría que pensar. Es mi vida, pero
¿todo depende de mí? Es mi vida, pero ¿yo vivo solo en el mundo aislado y
desentendido de los demás? Es mi vida, pero ¿no tendré también una
responsabilidad con esa vida misma? Es mi vida, es cierto, pero la estoy
viviendo en un mundo que comparto con los demás y ese mundo no es solo mi
mundo. Es mi vida, pero esa vida no surgió sola por si misma, sino que está
también el ámbito de una familia donde he nacido y una familia en la que me
prolongo. Es mi vida, es cierto, pero tengo unas responsabilidades, hay unas
personas que están a mi lado compartiendo esa vida y ese mundo ¿tengo derecho a
hacerles daño? No sé, me surgen muchas preguntas e interrogantes.
Hoy Jesús en el evangelio nos propone unas imágenes
para hablarnos de la responsabilidad de esa vida que vivimos. Nos está hablando de vigilancia y de
atención, nos está señalando las responsabilidades que tenemos en la vida y con
ese mundo en el que vivimos. ‘¿Quién es
el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su
servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a
quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá
al frente de todos sus bienes’.
El administrador no puede hacer de aquellos bienes que
administra simplemente lo que le dé la gana. Tiene una responsabilidad ante
aquel que le ha confiado la administración como tiene también una
responsabilidad con aquellos que están a su lado en el servicio de aquello que
está administrando. Porque sea el administrador no puede comportarse de una
forma dictatorial y caprichosa tratando mal incluso a aquellos con los que
comparte el servicio o están a su cuidado.
Somos administradores de esa vida que Dios ha puesto en
nuestras manos. Como creyentes que somos sabemos que esa vida es un don de Dios
que además ha regalado con numerosos bienes en las cualidades de las que nos ha
dotado y en las posibilidades que tenemos de desarrollo de esa propia vida. No
podemos hacer lo que nos parezca de manera caprichosa. Tenemos una
responsabilidad ante la vida misma y ante Dios que nos la ha regalado. Con qué
seriedad hemos de tomarnos la vida, con qué responsabilidad hemos de
desarrollar todas esas posibilidades que tenemos desde esos dones, cualidades,
valores con que Dios nos ha dotado.
Como bien sabemos el evangelio se comenta con el mismo
evangelio; por eso cuando estamos reflexionando sobre un tema que nos sugiere
el evangelio tendríamos que saber acudir a lugares paralelos en el propio
evangelio o a otros momentos del mismo donde Jesús nos habla con un mismo
mensaje. En este caso tendríamos que recordar las parábolas de Jesús y en
concreto la parábola de los talentos; talentos que no podemos enterrar ni hacer
de ellos un uso cualquiera, sino que hemos de saberlos hacer fructificar porque
un día Dios nos pedirá cuentas.
Vivamos con responsabilidad nuestra vida, desarrollemos
todas nuestras capacidades, pensemos en esas personas que tenemos en nuestro
entorno comenzando por las responsabilidades familiaress, pero también pensando
en la responsabilidad social que tiene nuestra vida que es una riqueza para ese
mundo en el que vivimos.
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