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miércoles, 21 de octubre de 2015

Somos administradores de la vida que Dios ha puesto en nuestras manos desarrollando sus valores y cualidades con responsabilidad

Somos administradores de la vida que Dios ha puesto en nuestras manos desarrollando sus valores y cualidades con responsabilidad

Romanos 6,12-18; Sal 123; Lucas 12,39-48

Yo hago con mi vida lo que quiero que para eso es mi vida, habremos escuchado más de una vez o nos hemos sentido tentados a pensarlo. Pero, ¿realmente que pensamos de una postura así en la vida? ¿Podemos ir así por la vida quizá chocando con todo el mundo porque me siento dueño de todo y haciendo de mi capa un sayo como se suele decir?
Creo que esto nos daría que pensar. Es mi vida, pero ¿todo depende de mí? Es mi vida, pero ¿yo vivo solo en el mundo aislado y desentendido de los demás? Es mi vida, pero ¿no tendré también una responsabilidad con esa vida misma? Es mi vida, es cierto, pero la estoy viviendo en un mundo que comparto con los demás y ese mundo no es solo mi mundo. Es mi vida, pero esa vida no surgió sola por si misma, sino que está también el ámbito de una familia donde he nacido y una familia en la que me prolongo. Es mi vida, es cierto, pero tengo unas responsabilidades, hay unas personas que están a mi lado compartiendo esa vida y ese mundo ¿tengo derecho a hacerles daño? No sé, me surgen muchas preguntas e interrogantes.
Hoy Jesús en el evangelio nos propone unas imágenes para hablarnos de la responsabilidad de esa vida que vivimos.  Nos está hablando de vigilancia y de atención, nos está señalando las responsabilidades que tenemos en la vida y con ese mundo en el que vivimos. ‘¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes’.
El administrador no puede hacer de aquellos bienes que administra simplemente lo que le dé la gana. Tiene una responsabilidad ante aquel que le ha confiado la administración como tiene también una responsabilidad con aquellos que están a su lado en el servicio de aquello que está administrando. Porque sea el administrador no puede comportarse de una forma dictatorial y caprichosa tratando mal incluso a aquellos con los que comparte el servicio o están a su cuidado.
Somos administradores de esa vida que Dios ha puesto en nuestras manos. Como creyentes que somos sabemos que esa vida es un don de Dios que además ha regalado con numerosos bienes en las cualidades de las que nos ha dotado y en las posibilidades que tenemos de desarrollo de esa propia vida. No podemos hacer lo que nos parezca de manera caprichosa. Tenemos una responsabilidad ante la vida misma y ante Dios que nos la ha regalado. Con qué seriedad hemos de tomarnos la vida, con qué responsabilidad hemos de desarrollar todas esas posibilidades que tenemos desde esos dones, cualidades, valores con que Dios nos ha dotado.
Como bien sabemos el evangelio se comenta con el mismo evangelio; por eso cuando estamos reflexionando sobre un tema que nos sugiere el evangelio tendríamos que saber acudir a lugares paralelos en el propio evangelio o a otros momentos del mismo donde Jesús nos habla con un mismo mensaje. En este caso tendríamos que recordar las parábolas de Jesús y en concreto la parábola de los talentos; talentos que no podemos enterrar ni hacer de ellos un uso cualquiera, sino que hemos de saberlos hacer fructificar porque un día Dios nos pedirá cuentas.
Vivamos con responsabilidad nuestra vida, desarrollemos todas nuestras capacidades, pensemos en esas personas que tenemos en nuestro entorno comenzando por las responsabilidades familiaress, pero también pensando en la responsabilidad social que tiene nuestra vida que es una riqueza para ese mundo en el que vivimos.


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