Jesús pasando junto al publicano y
llamándolo a seguirle nos enseña a saber valorar a todos y contar con todos
Efesios 4, 1-7. 11-13; Sal 18; Mateo 9, 9-13
‘Vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo,
sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: Sígueme’. Sentado al mostrador de los impuestos, luego era un publicano. Sin
embargo Jesús le dice: ‘Sígueme’. Y aquel hombre ‘se
levantó y lo siguió’.
Podía Jesús haber llamado a cualquier otro, pero llamó a aquel hombre,
que estaba sentado al mostrador de los impuestos; un hombre que no era bien
considerado, los llamaban publicanos, o lo que es lo mismo, pecadores. No
tenían buena fama. Pero Jesús quiso contar con él. Luego a su mesa se sentarían
con Jesús y sus discípulos los amigos de aquel publicano, publicanos y
pecadores como él.
Ya vemos cómo daría pie a los fariseos para comenzar a murmurar. ‘Come con publicanos y pecadores’. Pero como dirá Jesús el médico estará allí donde hay un enfermo que
curar. Y El había venido a curar y a salvar. Los justos no lo necesitarían. Los
que se creían justos pensaban que no lo necesitaban. Pero ¿quién puede
considerarse justo de verdad? ¿Quién puede tirar la primera piedra?
Para mi es un gran consuelo escuchar este evangelio. Jesús quiere
contar con todos y quiere contar también conmigo aunque yo sea un pecador. El
viene también a sanarme a mí. El quiere también contar conmigo. No sé cómo
sentirán quienes están leyendo esta reflexión. Pero creo que todos, por muy
buenos que seamos, necesitamos esa dosis de humildad para reconocer que no
somos santos, que somos pecadores, pero también para sentir esa paz en nuestro
corazón de sabernos amados de Dios.
Pero creo que también nos ayuda a abrir nuestros ojos para mirar con
una mirada distinta a nuestro alrededor. El que sigue a Jesús ha de tener la
mirada de Jesús y la mirada de Jesús es siempre una mirada de amor, una mirada
de comprensión, una mirada que nos está diciendo a todos que nos ama y que
cuenta con todos. Por eso con esa mirada nueva que tendrían que haber en nosotros
hemos de aprender a contar con todos, a no discriminar a nadie, a valorar lo
bueno que hay en toda persona; a considerar que todos somos débiles y
pecadores, pero en todos puede haber y de hecho lo hay siempre muchas cosas
buenas.
Hemos de cuidar mucho esas miradas farisaicas como las que vemos en el
evangelio en aquellos que criticaban a Jesús porque comía con publicanos y
pecadores. Nos hace falta esa nueva mirada en nuestro caminar por el mundo, en el
ámbito en el que nos movemos, en nuestras relaciones con los que convivimos o
viven cercanos a nosotros, en los compañeros de trabajo. Siempre nuestra mirada
ha de ser una mirada que valore, una mirada que levante, que sea como una mano
tendida a todo el que está a nuestro lado, para decirle que podemos caminar
juntos.
Nos hace falta esa nueva mirada a la manera de Jesús en
el entorno de nuestra Iglesia; sí, en anuestra iglesia, en nuestras comunidades,
entre aquellos que vamos a misa juntos el domingo o con aquellos de nuestra
comunidad que quizá no conozcamos y pasemos tantas veces de largo ante ellos. Pudiéramos
convertirnos en los que nos creemos justos y buenos porque hacemos algunas
cosas, y no valoramos a los que nos parece que no hacen nada; tenemos el
peligro de no saber tender nuestra mano a tantos que están ahí cercanos a
nosotros pero con los que nunca contamos o nos parece que no pueden hacer nada
bueno. Actitudes y posturas que se nos pueden meter dentro de nosotros casi sin
darnos cuenta, pero que nos están haciendo caminar lejos del espíritu del
Evangelio.
Jesús al pasar vio a un publicano que estaba allí en su
mostrador y a pesar de que nadie lo quería ni lo valoraba lo llamó a ir con El.
Hoy tenemos el Evangelio de Jesús que nos trasmitió, el evangelio que llamamos
de san Mateo. Para algo grande Jesús quería contar con El.
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