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lunes, 22 de junio de 2015

El evangelio es vida y siempre nos trae la buena noticia del amor con el que mutuamente hemos de relacionarnos

El evangelio es vida y siempre nos trae la buena noticia del amor con el que mutuamente hemos de relacionarnos

Génesis 12,1-9; Sal 32; Mateo 7,1-5
Bien sabemos que el evangelio tiene que traducirse en cosas concretas de nuestra vida de cada día, porque el evangelio no es solo un relato de historias bonitas que nos sean agradables en nuestra lectura y nos puedan entretener. El evangelio es vida y el mensaje que nos trasmite Jesús tiene que ser siempre buena noticia para nuestra vida; una buena noticia que nos trasforme, una buena noticia que nos llene de vida, una buena noticia que nos ponga en camino de actitudes nuevas y de acciones concretas de amor que hemos de vivir cada día.
La buena noticia de Jesús está transida de amor; es un mensaje de amor porque del anuncio que se nos hace del amor que Dios nos tiene pero que nos está pidiendo además una respuesta de amor; una respuesta de amor que, repito, se ha de traducir en esas cosas que cada día vivimos en nuestras responsabilidades personales y en nuestras responsabilidades que tengamos con los demás, ya desde el seno de nuestra familia, ya en el ámbito de nuestras obligaciones y trabajos, ya en nuestra vida social y en las relaciones que mantenemos con los demás.
Pero esas mutuas relaciones muchas veces se pueden ver enturbiadas porque siempre nuestro corazon no es limpio, porque podemos encontrar en los demás actitudes, posturas o acciones que no nos parezcan correctas, porque el mal muchas veces se nos va metiendo por dentro y nos hace flaquear en nuestra manera de ver a los demás, o en lo que hacemos que no siempre es correcto y podemos hacer daño a los otros.
De ahí que es necesario que en ese amor que nos tengamos mutuamente sepamos aceptarnos, pero sepamos también tendernos la mano para ayudarnos mutuamente a caminar juntos. En ese amor nos decimos humildemente las cosas, nos corregimos, nos ayudamos. Pero nunca desde la altura de nuestro orgullo o nuestro considerarnos mejores, sino siempre sabiendo reconocer que también en nosotros puede haber cosas que no son buenas. Es la actitud de humildad y de sencillez que ha de guiar nuestras relaciones.
De eso nos habla Jesús hoy en el evangelio enseñándonos cómo tenemos que hacernos esa corrección que nunca puede estar guiada ni por el orgullo ni la superioridad, el juicio o la condena, sino siempre en la humildad, la verdad de nuestra vida y el amor. Por eso nos dice: ‘No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros’.

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