Valoremos con valentía el evangelio que queremos vivir y da sentido a nuestras vidas siendo testigos de nuestra fe
Génesis
13, 2.5-18; Sal
14; Mateo
7,6.12-14
¿Valoraremos nosotros suficientemente el evangelio que
queremos vivir y que da sentido a nuestras vidas? ¿Valoraremos suficientemente
nuestra fe?
El otro día le aconsejaba a un amigo que me preguntaba
por ciertas competencias entre profesionales que le diera valor a su trabajo,
que no se trataba de hacer rebajas así como así a la hora de manifestar el
valor de lo que hacía, y esto también en referencia a su valor pecuniario. Era
importante lo él hacia y quería hacerlo bien y con todo la mayor honradez y
profesionalidad, y eso había de tenerse en cuenta.
Pudiera parecer que esto no tiene relación con las
preguntas que nos hacíamos al principio de la valoración que hacemos del
evangelio y de nuestra fe. Lo cuento a manera de ejemplo, porque si en la vida,
en nuestra profesión, en lo que hacemos hemos de darle el valor que tiene a
cada cosa, ¿por qué no hemos de valorar también nuestra fe y la vivencia que
queremos hacer del Evangelio?
Me pregunto esto, porque a veces nos puede suceder que
vamos como ocultando lo que es nuestra fe y lo que son nuestros valores, nos
podemos sentir acobardados ante la oposición que nos encontramos enfrente, o
porque los que nos rodean, la sociedad en la que vivimos lo de ser religioso,
lo de ser cristiano pareciera que no es políticamente correcto, como hoy se
suele decir. Efectivamente hay ocasiones en que nos parece que vamos nadando
contra corriente, pero no hemos de temer, sino todo lo contrario, hemos de
sentirnos con mayor valor, con mayor empuje y entusiasmo en lo que hacemos, en
lo que es nuestra fe.
Quizá por eso no convencemos, porque parece que andamos
con miedo a la hora de expresarnos, de manifestar lo que son nuestros
principios. Tenemos que presentarnos seguros y convencidos en lo que creemos,
en lo que es nuestra vida y así tenemos que presentarnos ante el mundo. Si con
ese convencimiento y valentía, a pesar de nadar contracorriente, nos
presentamos ante el mundo, quizá se interrogarán de nuestro convencimiento; si
nos manifestamos seguros y alegres en nuestra fe, podrán preguntarse donde está
esa fuerza con la que nos presentamos, o de donde sacamos esa fuerza.
Los testigos son los que convencen. Eso hemos de ser
nosotros ante la sociedad que nos rodea, testigos convencidos de Cristo y de su
Evangelio, porque además lo queremos llevar con orgullo plasmado en nuestras
vidas. Valoremos nuestra fe, valoremos el evangelio que queremos vivir y que da
sentido a nuestras vidas.
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