Vistas de página en total

martes, 23 de junio de 2015

Valoremos con valentía el evangelio que queremos vivir y da sentido a nuestras vidas siendo testigos de nuestra fe

Valoremos con valentía el evangelio que queremos vivir y da sentido a nuestras vidas siendo testigos de nuestra fe

Génesis 13, 2.5-18; Sal 14; Mateo 7,6.12-14
¿Valoraremos nosotros suficientemente el evangelio que queremos vivir y que da sentido a nuestras vidas? ¿Valoraremos suficientemente nuestra fe?
El otro día le aconsejaba a un amigo que me preguntaba por ciertas competencias entre profesionales que le diera valor a su trabajo, que no se trataba de hacer rebajas así como así a la hora de manifestar el valor de lo que hacía, y esto también en referencia a su valor pecuniario. Era importante lo él hacia y quería hacerlo bien y con todo la mayor honradez y profesionalidad, y eso había de tenerse en cuenta.
Pudiera parecer que esto no tiene relación con las preguntas que nos hacíamos al principio de la valoración que hacemos del evangelio y de nuestra fe. Lo cuento a manera de ejemplo, porque si en la vida, en nuestra profesión, en lo que hacemos hemos de darle el valor que tiene a cada cosa, ¿por qué no hemos de valorar también nuestra fe y la vivencia que queremos hacer del Evangelio?
Me pregunto esto, porque a veces nos puede suceder que vamos como ocultando lo que es nuestra fe y lo que son nuestros valores, nos podemos sentir acobardados ante la oposición que nos encontramos enfrente, o porque los que nos rodean, la sociedad en la que vivimos lo de ser religioso, lo de ser cristiano pareciera que no es políticamente correcto, como hoy se suele decir. Efectivamente hay ocasiones en que nos parece que vamos nadando contra corriente, pero no hemos de temer, sino todo lo contrario, hemos de sentirnos con mayor valor, con mayor empuje y entusiasmo en lo que hacemos, en lo que es nuestra fe.
Quizá por eso no convencemos, porque parece que andamos con miedo a la hora de expresarnos, de manifestar lo que son nuestros principios. Tenemos que presentarnos seguros y convencidos en lo que creemos, en lo que es nuestra vida y así tenemos que presentarnos ante el mundo. Si con ese convencimiento y valentía, a pesar de nadar contracorriente, nos presentamos ante el mundo, quizá se interrogarán de nuestro convencimiento; si nos manifestamos seguros y alegres en nuestra fe, podrán preguntarse donde está esa fuerza con la que nos presentamos, o de donde sacamos esa fuerza.
Los testigos son los que convencen. Eso hemos de ser nosotros ante la sociedad que nos rodea, testigos convencidos de Cristo y de su Evangelio, porque además lo queremos llevar con orgullo plasmado en nuestras vidas. Valoremos nuestra fe, valoremos el evangelio que queremos vivir y que da sentido a nuestras vidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario