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jueves, 25 de junio de 2015

Cultivemos una verdadera espiritualidad que dé fundamento firme para mantenernos seguros en las tormentas de la vida

Cultivemos una verdadera espiritualidad que dé fundamento firme para mantenernos seguros en las tormentas de la vida

Génesis 16, 1-12. 15-16; Sal 105; Mateo 7,21-29
Algunas veces en la vida nos sucede que parece que todo se nos derrumba, las cosas no nos salen bien, todo lo vemos negro, o nos aparecen dificultades y problemas con los que nos vemos como abocados al fracaso. Son momentos que se nos convierten duros, momentos de inestabilidad, momentos en que todo lo vemos turbio y nos parece que no tenemos salidas. Nos sucede con los problemas de la vida ordinaria, nuestros trabajos o nuestros negocios, nos puede suceder en el ámbito de la vida familiar, o nos sucede allá en el interior de uno mismo por los problemas personales o espirituales que uno pueda tener.
Aunque sean momentos difíciles es cuando se ha de manifestar lo que es la verdadera madurez de nuestra vida, que además esos mismos problemas nos van a ayudar a encontrar el verdadero fundamento donde hemos de asentar nuestra existencia. Son momentos quizá de analizar con serenidad lo que nos pasa en una reflexión que nos hagamos sobre el rumbo que le hemos dado a nuestra vida, o quizá aquellos verdaderos fundamentos que debíamos de haber tenido pero que quizá abandonamos o le dimos la importancia que tenían, por lo que nos aparecieron esas arenas movedizas bajo nuestros pies que nos pueden hacer caer y arrastrar.
Qué importante que nos tomemos la vida en serio, que no abandonemos aquellas cosas que son fundamentales para nuestra existencia; que importante que no nos dejemos arrastrar por la corriente de la comodidad, de la rutina, de lo que todos hacen que nos lleva a debilidades y enfriamientos que nos pueden hacer terminar mal. Y esto que estamos diciendo nos vale para todos los ámbitos de nuestra existencia desde lo que pudiéramos considerar más material o a esas cosas que dan ese fundamento espiritual a nuestra vida.
Me hago esta reflexión desde lo que hoy nos dice Jesús en el Evangelio. No nos bastan bonitas palabras, sino darle un fundamento importante a nuestra vida. El nos dice hoy: ‘No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo’. Y a continuación nos pone el ejemplo de la casa edificada sobre arena o sobre roca. Solo la que está bien fundamentada sobre roca no se irá a la ruina cuando vengan las tormentas. Hemos de edificar nuestra vida sobre roca, buscando esos principios fundamentales, esos verdaderos cimientos de nuestra existencia que nos harán mantenernos firmes.
Por eso es tan importante cultivar una verdadera espiritualidad en nuestra vida. Profundicemos en el Espíritu del Señor; que el penetre nuestros corazones e inunde nuestra vida con su gracia. Que esa Palabra de Dios que escuchamos cada día nos haga encontrar ese verdadero cimiento para nuestra existencia. Que mantengamos íntegra y firme nuestra fe, una fe que hemos de cuidar, de cultivar, de fortalecer continuamente, apoyándonos de verdad en el Señor. Que se manifiesta así nuestra verdadera madurez humana, espiritual y cristiana para mantenernos firmes y no dejarnos arrastrar por esas tormentas que nos pueden aparecer en nuestra vida.

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