Necesitamos escuchar las palabras de Jesús para no perder nunca la paz en el corazón aunque muchas sean las noches oscuras
Hechos,
14, 19-28; Sal
144; Juan
14, 27-31a
‘Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde’,
les decía Jesús a los discípulos en la última cena. Aunque ellos no eran
totalmente conscientes de todo el misterio de dolor y de pasión que se
avecinaba tenían el presentimiento por las palabras de Jesús y lo que se
palpaba que algo grande iba a suceder. Jesús sí sabía que aquellos momentos iban
a ser una crisis muy fuerte en la fe de sus discípulos, ya que incluso les
anunciaría con palabras profeta, ‘heriré al pastor y se dispersarán las ovejas'.
Ahora Jesús les dice que no se acobarden, que no pierdan la paz en sus
corazones, que todo tiene que suceder, pero que en el misterio de Dios con ello
llegaba la salvación.
Muchas veces en la vida necesitamos escuchar estas
palabras de Jesús, sentir esa presencia que El quiere regalarnos aunque no le
veamos con los ojos o tengamos que pasar por valles oscuros. Nada hemos de
temer porque El, como Buen Pastor, aunque algunas veces estemos demasiado
ciegos en nuestras preocupaciones y problemas, está a nuestro lado, nos regala
con su gracia, nos hace sentir su fuerza.
Que no perdamos la paz, su paz, la paz que El nos
regala, la paz que podemos sentir cuando tenemos la seguridad y la certeza de
que El está ahí y nos prepara su mesa y nos ofrece el agua viva de su gracia. ‘La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy
yo como la da el mundo’. Así nos dice Jesús. Así tenemos asegurada su paz.
No es una paz cualquiera; no es una paz como la que nos puede dar el mundo,
solo como ausencia de guerras o como en otras ocasiones se nos ofrece con sucedáneos
que realmente no nos darán nunca la paz el corazón.
Esa paz de Jesús en medio de esas ‘guerras’, de esas luchas que tengamos que mantener en medio de
nuestros problemas que no nos faltarán, esa paz de Jesús, digo, nos hará mirar
las cosas, los problemas, los momentos oscuros con otra mirada, con otro
sentido, con otro valor. No podemos perder esa paz en el corazón por muy difíciles
que sean los momentos que estemos pasando o duras las decisiones que hayamos de
tomar.
Es difícil, nos cuesta, pareciera que se nos hace
imposible en ocasiones. Pero tengamos la seguridad de que Dios está con
nosotros. Mantengámonos en su amor y en su gracia. Sepamos acudir a El con
confianza, con humildad, con amor. Que no nos falte nunca nuestra unión con El;
por su parte, la tenemos asegurada porque su palabra es fiel; somos nosotros
los que hemos de saber responder a las llamadas que el Señor nos hace, a las
riadas de regalos de gracia con que continuamente nos está mostrando su amor.
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