Vistas de página en total

viernes, 8 de mayo de 2015

Entremos en la espiral del amor desde la amistad que el Señor nos ofrece y que nosotros estamos llamados a ofrecer a los demás.

Entremos en la espiral del amor desde la amistad que el Señor nos ofrece y que nosotros estamos llamados a ofrecer a los demás.

Hechos, 15,22-31; Sal 56; Juan 15, 12-17
‘A vosotros os llamo amigos… No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido…’ Consoladoras palabras de Jesús. Nos llama amigos. Nos está diciendo que somos sus amados. Una amistad incondicional, un amor incondicional que nos ofrece, que nos regala.
La amistad es algo que se nos ofrece, se nos regala. Podemos pensar en que vamos a conquistar la amistad de alguien; pero hemos de reconocer que no se trata de conquista sino de regalo. Tampoco podemos pensar en una exigencia que le hacemos al otro. Simplemente tú ofreces. Quieres la amistad, regala amor, regala amistad, haz esa ofrenda de ti mismo, de tu yo, comparte con el otro ese amor que llevas dentro con todo lo que eres tú. Así haces amistad, porque te das, porque ofreces algo de ti. Cuando hay luego correspondencia se crea luego ese hermoso vínculo de una amistad mutua con toda la dicha que nos traerá en consecuencia.
Es lo que Jesús nos está ofreciendo, de lo que nos está hablando hoy en el evangelio. Nos llama amigos, porque nos ha descubierto los secretos más íntimos de su ser, porque nos ha descubierto lo que es el amor del Padre y así nos ama El también. Quiere Jesús establecer una nueva relación entre los hombres y Dios, entre nosotros y Dios; pero es Dios el que da el primer paso, porque nos ofrece su amor, su amistad. ‘Soy yo quien os he elegido…’ nos dice.
Y cuando nosotros descubrimos cómo somos amados de Dios, porque nos llama amigos, no nos llama siervos, estamos invitados a corresponder. Y nuestra correspondencia es el amor, pero un amor que ofrecemos también a los demás. Es como seguir una cadena. Dios nos ofrece su amor y nosotros tenemos que ofrecer ese amor que llena nuestro corazón a los demás. Por eso nos dice que lo que quiere es que nos amemos los unos a los otros. Así correspondemos a su amistad, así entramos en la orbita de su amor y amistad. Es su voluntad, su mandamiento, nos dice, y así expresaremos esa nueva amistad que nace en nuestro corazón.
Esa ha de ser nuestra correspondencia. ‘Os he destinado para que vayáis y deis fruto’, nos dice, ‘y vuestro fruto dure’. Los frutos son la dicha de esa amistad que nosotros también ofrecemos e iremos compartiendo con los demás. Los frutos son esa órbita nueva en la que entramos y en la que queremos hacer entrar a nuestro mundo contagiándolo de amor y de amistad. ‘La civilización del amor’ que nos decía San Juan Pablo II. La espiral del amor que tenemos que ir creando para romper toda espiral de mal, de egoísmo, de violencia que tantos van creando a nuestro alrededor. Contraponemos nosotros la espiral de la amistad, la espiral del amor.
Entremos, pues, en esa espiral del amor desde la amistad que el Señor nos ofrece y que nosotros estamos llamados a ofrecer a los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario