Con la fuerza del Espíritu desde la Pascua iniciamos el camino de una nueva creación
Hechos, 2, 1-11; Sal 103; 1Corintios 12, 3b-7. 12-13; Juan 20,
19-23
Con la Pascua por la fuerza y la gracia del Espíritu
que Cristo resucitado nos concede iniciamos el camino de una nueva creación.
Recordemos lo que nos ha dicho san Pablo y tantas veces habremos meditado,
somos una nueva creatura, unos hombres nuevos nacidos por el agua y el Espíritu
como nos había anunciado Jesús. Es lo que hemos pedido en el salmo: ‘Envía
tu Espíritu, Señor, y repuebla, renueva la faz de la tierra’.
Hoy, Pentecostés, estamos celebrando ese don del
Espíritu que realiza esa nueva creación, que nos hace hombres nuevos y creatura
nueva. Es el don de la Pascua. El evangelista Juan nos sitúa esa donación del
Espíritu en la tarde de ese primer día, el día de la resurrección del Señor.
San Lucas nos lo situará en el mismo lugar también, el cenáculo, cincuenta días
después cuando los judíos celebraban la fiesta de Pentecostés.
Aquella creación salida buena de las manos del Creador
- vio Dios que todo era bueno, nos decía el Génesis - fue destruida con el mal
que se metió en el corazón del hombre creando división entre los hombres - ya
Adán y Eva se echaban la culpa el uno al otro de ese mismo mal expresándose así
esa división - que viene a tener una expresión bien significativa en la
confusión de las lenguas de Babel que dividió y dispersó a la humanidad que era
incapaz de entenderse.
Ahora un signo que manifiesta esa nueva unidad y
comunión nacida en esta nueva creación de la Pascua será que gentes venidas de
todos los lugares conocidos, aunque con lenguas distintas, serán capaces de oír
hablar de las maravillas de Dios a una en su propia lengua. La confusión del
orgullo del corazón de los hombres que los había dispersado se ha transformado
en esta nueva creación en unidad y entendimiento para crear una nueva
humanidad.
La fuerza del Espíritu todo lo transforma. Pero ya san
Lucas nos va dando pautas de cómo hemos de prepararnos a esa acción del Espíritu.
Si Juan nos había dicho que estaban encerrados por miedo a los judíos en aquel
primer día de la nueva Pascua con la presencia de Cristo resucitado habían
comenzado a cambiar las posturas y las actitudes. San Lucas, en versículos
anteriores a los que hoy hemos escuchado, nos relataba cómo el grupo de los
discípulos después de la Ascensión de Jesús se habían quedado reunidos y
unánimes perseveraban en la oración en la espera del cumplimiento de la promesa
de Jesús. En la oración en común habían comenzado, por así decirlo, a ensayar
ese nuevo estilo de vivir la nueva creación que se estaba realizando en sus
corazones.
Juan nos dirá que Jesús sopló sobre ellos y les dio la
fuerza de su Espíritu para el perdón delos pecados; el pecado que nos había
dividido y creado el hombre viejo había sido vencido en la Pascua por la muerte
y la resurrección del Señor; ahora caerían todas esas barreras con que el
pecado nos había dividido y distanciado porque por la fuerza del Espíritu el
perdón de los pecados que nos restauraba para hacer un hombre nuevo sería el
anuncio de salvación que habría de llegar a todos los hombres.
Lucas en los Hechos nos describirá grandes señales del
cielo como el viento impetuoso y las lenguas de fuego que se posaban sobre cada
uno de ellos para manifestarnos así la fuerza y la presencia del Espíritu
realizando esa nueva creación. ‘Y todos
se llenaron del Espíritu Santo…’ Y ya hemos hecho referencia a ese nuevo
entendimiento que nacía en el corazón de todos porque ‘cada uno los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua’.
Maravillas de Pentecostés. Una nueva humanidad y una
nueva creación en la que todos estamos llamados a la comunión, al
entendimiento, a caminar juntos sin que nada nos divida ni separe. Unos nuevos
lazos, los lazos del amor del que el Espíritu nos inunda, comenzarán a anudar
los corazones para que caminemos juntos y cada uno desde sus diversos y
particulares dones pueda contribuir al bien común. ‘Diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; diversidad de servicios,
pero un mismo Señor; diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo
en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común’.
Cuando hoy estamos nosotros celebrando Pentecostés y el
don del Espíritu que también nosotros hemos recibido en nuestro Bautismo y de
manera especial en la Confirmación tendríamos que reflexionar cómo vivimos ese
don del Espíritu en nuestra vida. ¿En verdad nos sentimos esas nuevas
creaturas, esos hombres nuevos nacidos de la Pascua y llamados a vivir siempre
en la comunión y en la unidad? ¿Cómo se manifiesta esa comunión entre nosotros,
en mi vida? El lenguaje de mi vida, mis gestos, mis actitudes, mis
comportamientos ¿son signos que hablan a los demás de las maravillas del Señor
para que todos puedan entenderlos?
Esos dones que hemos recibido, esos valores que hay en
nuestra vida ¿somos capaces de ponerlos en verdad en servicio de los otros, en
servicio del bien común? ¿En verdad sentimos que el pecado - ese pecado que nos
divide y nos destruye - por la fuerza del Espíritu está realmente vencido en
nuestra vida sintiéndonos ese hombre nuevo de la gracia?
Es cierto que la tentación nos acecha, que el pecado
ronda a nuestro alrededor y muchas veces quizá nos enreda; pero no podemos
olvidar que tenemos la fuerza del Espíritu, que tenemos que vivir como esa
nueva creatura, que tenemos que saber invocar al Espíritu del Señor que nos
fortalezca con la gracia, conscientes que siempre tenemos que manifestarnos
como esos hombres nuevos que están inundados del Espíritu del Señor.
Ven, Espíritu divino, penetra hasta lo más hondo de mi
ser llenando con tu luz mis oscuridades y con la riqueza de tu gracia los
vacíos de mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario