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domingo, 24 de mayo de 2015

Con la fuerza del Espíritu desde la Pascua iniciamos el camino de una nueva creación

Con la fuerza del Espíritu desde la Pascua iniciamos el camino de una nueva creación

Hechos, 2, 1-11; Sal 103; 1Corintios 12, 3b-7. 12-13; Juan 20, 19-23
Con la Pascua por la fuerza y la gracia del Espíritu que Cristo resucitado nos concede iniciamos el camino de una nueva creación. Recordemos lo que nos ha dicho san Pablo y tantas veces habremos meditado, somos una nueva creatura, unos hombres nuevos nacidos por el agua y el Espíritu como nos había anunciado Jesús. Es lo que hemos pedido en el salmo:Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla, renueva la faz de la tierra’.
Hoy, Pentecostés, estamos celebrando ese don del Espíritu que realiza esa nueva creación, que nos hace hombres nuevos y creatura nueva. Es el don de la Pascua. El evangelista Juan nos sitúa esa donación del Espíritu en la tarde de ese primer día, el día de la resurrección del Señor. San Lucas nos lo situará en el mismo lugar también, el cenáculo, cincuenta días después cuando los judíos celebraban la fiesta de Pentecostés.
Aquella creación salida buena de las manos del Creador - vio Dios que todo era bueno, nos decía el Génesis - fue destruida con el mal que se metió en el corazón del hombre creando división entre los hombres - ya Adán y Eva se echaban la culpa el uno al otro de ese mismo mal expresándose así esa división - que viene a tener una expresión bien significativa en la confusión de las lenguas de Babel que dividió y dispersó a la humanidad que era incapaz de entenderse.
Ahora un signo que manifiesta esa nueva unidad y comunión nacida en esta nueva creación de la Pascua será que gentes venidas de todos los lugares conocidos, aunque con lenguas distintas, serán capaces de oír hablar de las maravillas de Dios a una en su propia lengua. La confusión del orgullo del corazón de los hombres que los había dispersado se ha transformado en esta nueva creación en unidad y entendimiento para crear una nueva humanidad.
La fuerza del Espíritu todo lo transforma. Pero ya san Lucas nos va dando pautas de cómo hemos de prepararnos a esa acción del Espíritu. Si Juan nos había dicho que estaban encerrados por miedo a los judíos en aquel primer día de la nueva Pascua con la presencia de Cristo resucitado habían comenzado a cambiar las posturas y las actitudes. San Lucas, en versículos anteriores a los que hoy hemos escuchado, nos relataba cómo el grupo de los discípulos después de la Ascensión de Jesús se habían quedado reunidos y unánimes perseveraban en la oración en la espera del cumplimiento de la promesa de Jesús. En la oración en común habían comenzado, por así decirlo, a ensayar ese nuevo estilo de vivir la nueva creación que se estaba realizando en sus corazones.
Juan nos dirá que Jesús sopló sobre ellos y les dio la fuerza de su Espíritu para el perdón delos pecados; el pecado que nos había dividido y creado el hombre viejo había sido vencido en la Pascua por la muerte y la resurrección del Señor; ahora caerían todas esas barreras con que el pecado nos había dividido y distanciado porque por la fuerza del Espíritu el perdón de los pecados que nos restauraba para hacer un hombre nuevo sería el anuncio de salvación que habría de llegar a todos los hombres.
Lucas en los Hechos nos describirá grandes señales del cielo como el viento impetuoso y las lenguas de fuego que se posaban sobre cada uno de ellos para manifestarnos así la fuerza y la presencia del Espíritu realizando esa nueva creación. ‘Y todos se llenaron del Espíritu Santo…’ Y ya hemos hecho referencia a ese nuevo entendimiento que nacía en el corazón de todos porque ‘cada uno los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua’.
Maravillas de Pentecostés. Una nueva humanidad y una nueva creación en la que todos estamos llamados a la comunión, al entendimiento, a caminar juntos sin que nada nos divida ni separe. Unos nuevos lazos, los lazos del amor del que el Espíritu nos inunda, comenzarán a anudar los corazones para que caminemos juntos y cada uno desde sus diversos y particulares dones pueda contribuir al bien común. ‘Diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; diversidad de servicios, pero un mismo Señor; diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común’.
Cuando hoy estamos nosotros celebrando Pentecostés y el don del Espíritu que también nosotros hemos recibido en nuestro Bautismo y de manera especial en la Confirmación tendríamos que reflexionar cómo vivimos ese don del Espíritu en nuestra vida. ¿En verdad nos sentimos esas nuevas creaturas, esos hombres nuevos nacidos de la Pascua y llamados a vivir siempre en la comunión y en la unidad? ¿Cómo se manifiesta esa comunión entre nosotros, en mi vida? El lenguaje de mi vida, mis gestos, mis actitudes, mis comportamientos ¿son signos que hablan a los demás de las maravillas del Señor para que todos puedan entenderlos?
Esos dones que hemos recibido, esos valores que hay en nuestra vida ¿somos capaces de ponerlos en verdad en servicio de los otros, en servicio del bien común? ¿En verdad sentimos que el pecado - ese pecado que nos divide y nos destruye - por la fuerza del Espíritu está realmente vencido en nuestra vida sintiéndonos ese hombre nuevo de la gracia?
Es cierto que la tentación nos acecha, que el pecado ronda a nuestro alrededor y muchas veces quizá nos enreda; pero no podemos olvidar que tenemos la fuerza del Espíritu, que tenemos que vivir como esa nueva creatura, que tenemos que saber invocar al Espíritu del Señor que nos fortalezca con la gracia, conscientes que siempre tenemos que manifestarnos como esos hombres nuevos que están inundados del Espíritu del Señor.
Ven, Espíritu divino, penetra hasta lo más hondo de mi ser llenando con tu luz mis oscuridades y con la riqueza de tu gracia los vacíos de mi vida.

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