Orar es disfrutar de la presencia y del amor de Dios, es llenarnos de Dios para mirar siempre con la mirada de Dios
Isaías
55,10-11; Sal
33; Mateo
6,7-15
‘Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se
imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro
Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis’. Así nos dice hoy
Jesús cuando nos enseña a orar.
Pero, ¿no seguiremos
haciendo lo mismo? Pedimos, suplicamos, insistimos, repetimos nuestra oración,
hablamos y hablamos, rezamos y rezamos una y otra vez sobre todo cuando nos
sentimos agobiados con problemas, cuando hay algo que quizá nos quema en el
corazón, cuando pensamos en tantas necesidades, quizá mirando muchas veces
primero en las nuestras.
Claro que en otra
ocasión nos dirá Jesús que oremos sin cesar ‘pedid
y recibiréis, buscad y encontrareis, llamad y se os abrirá’, nos dirá.
¿Está en contradicción una y otra enseñanza de Jesús? De ninguna manera. Lo que
quiere Jesús es que oremos, pero que en nuestra oración sepamos sentir la paz
de la presencia de Dios; quiere que oremos pero que disfrutemos del amor y de
la presencia de Dios que es un Padre bueno que nos ama.
La primera lectura, del
profeta Isaías, nos ha propuesto una imagen muy hermosa. La lluvia que
mansamente va cayendo del cielo y va poco a poco empapando la tierra para
hacerla fecunda y broten las plantas que finalmente nos den hermosos frutos. Es
ese ponernos en la presencia del Señor, ese ir dejándonos inundar de Dios, de
su gracia, de su vida y que hará fecunda nuestra vida haciéndola fructificar
con su gracia.
Yo diría que es la
forma cómo tenemos que saborear la oración; es la forma como tenemos que
aprender a saborear el padrenuestro, la forma de oración que Jesús hoy nos ha
enseñado. Nos decía que no oremos con muchas palabras y nos dejaba una manera
de orar, de ponernos con humildad y con mucho amor ante Dios; cuando nos
sentimos a gusto, cuando vamos saboreando su presencia de amor irán surgiendo
nuestros deseos, nuestras preocupaciones, nuestros anhelos, pero al mismo
tiempo iremos viendo nuestra vida con una mirada distinta, porque ya todo lo
iremos viendo con los ojos de Dios, con la mirada de Dios.
Es entonces cuando
vemos en su más profunda realidad nuestra vida; es cuando nos sentimos humildes
porque nos damos cuenta de nuestra falta de amor y veremos nuestra realidad de
pecadores; pero será algo que iremos viviendo con paz, una paz que nos llevará
a que también deseemos esa paz para los demás, ofreceremos generosamente el perdón,
comenzaremos a amar de una forma distinta a cuantos nos rodean, incluso, aunque
nos hayan ofendido. Qué sentido más bonito tiene esa petición del padrenuestro,
‘perdona nuestras ofensas como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden’. Nos cuesta, pero seremos
capaces de hacerlo porque Dios está con nosotros.
Orar no es solo pedir;
orar es disfrutar de la presencia y del amor de Dios; orar es llenarnos de Dios
para mirar siempre con la mirada de Dios.
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