El amor nunca podrá ser insensible ante las necesidades o sufrimientos de los demás
Génesis
2,18-25; Sal 127; Marcos 7,24-30
‘Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo
consiguió…’ Y es que el amor nunca será insensible ante las
necesidades o sufrimientos de los demás.
Jesús está fuera de
territorio judío, ‘se fue a la región de
Tiro’, nos dice el evangelista. Pero aunque quiere pasar desapercibido su
fama había llegado también a aquellos lugares ya apartados de la tierra judía. ‘Una mujer que tenía una hija poseída por un
espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies’.
Allí está el corazón roto de una madre que ve sufrir a su hija. Sabe que Jesús
puede curarla, aunque ella es gentil, pagana, pero acude a Jesús con total
confianza. A pesar de los aparentes desaires de Jesús ella insiste.
Las expresiones que se usan,
y que nos pueden escandalizar, eran las expresiones habituales que utilizaban
los judíos para referirse a los extranjeros. El amor puede más que todas las
conveniencias sociales por así decirlo, porque los judíos se consideraban los
únicos depositarios de la promesa de salvación de Dios. Pero Jesús llega a
todos y es el que amor nunca se puede resistir allí donde haya una necesidad o
sufrimiento.
‘Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu
hija’. Vence la fe y el amor. Cuánto tenemos que aprender. Por encima de todo
está el amor de Dios que se nos manifiesta en Jesús. Pero allí están también la
fe y el amor de aquella mujer. Fe porque tiene la seguridad de que Jesús
escuchará su súplica. Insiste una y otra vez; los desaires no le hacen
desistir; podría parecer imposible pero ella confía y confía con humildad. ¿Que
me llaman perro? Pues los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de
los niños. Y así ella confía con ese espíritu humilde.
Pero decimos también el amor
de aquella mujer. No está pidiendo para sí, está pidiendo la salud de su hija.
Es su dolor pero es su amor. No le importa tanto su sufrimiento o las humillaciones
que pueda padecer, cuando el sufrimiento de su hija. Y nosotros tantas veces
acudimos al Señor solo pensando en nuestros propios problemas y necesidades y
no somos capaces de echar una mirada en torno para ver el sufrimiento de tantos
que están a nuestro lado. Tenemos el peligro de hacernos egoístas en nuestra
oración. Tendríamos que aprender a pensar más en los demás, en las necesidades
y sufrimientos de los demás.
Que no nos encerremos nunca
en nosotros mismos o nuestro propio dolor; seamos capaces de ver el sufrimiento
de los otros; seamos capaces un poco de olvidarnos de nosotros mismos o nuestros
propios problemas para mirar el sufrimiento de los otros, para interceder por
los otros. Vencerá el amor y también nosotros nos veremos recompensados pues el
Señor atenderá también a nuestra necesidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario