El seguimiento de Jesús siempre entrañará el salirnos de nosotros mismos para entrar en un camino de trascendencia
Job 7, 1-4. 6-7; Sal 146; 1 Corintios 9, 16-19. 22-23; Marcos
1, 29-39
El seguimiento de Jesús siempre entrañará el salirnos
de nosotros mismos para entrar en un camino de trascendencia, que nos abra a
los demás, pero que nos abra al misterio de Dios en una esperanza de vida
eterna. Es lo que podemos ir descubriendo desde una honda reflexión ya desde
este inicio del evangelio de Marcos, en el que aun estamos en el primer
capítulo.
Podríamos atrevernos a decir que el evangelista al
presentarnos a Jesús en este comienzo de su evangelio - recordemos incluso las
palabras con las que iniciaba en el primer versículo del texto sagrado ‘buena noticia (evangelio) de Jesús, el Hijo de Dios’ - va señalándonos ya la
transformación que se realizará en nuestra vida en la medida en que vayamos
creyendo en esa Buena Noticia de Jesús.
Ya desde los primeros discípulos a los que llama les
vemos un salirse de sí mismos, porque dejan atrás todo lo que era su vida hasta
entonces, dejaron las redes y las barcas para seguir a Jesús. Y ahí ya nos
señala también lo costoso que eso significa para nuestra vida; por eso habla de
conversión, de darle la vuelta a la vida. Con Jesús todo es distinto.
Lo contemplamos hoy también en el evangelio. Es una
continuidad del escuchado el pasado domingo.
‘Al salir de la sinagoga - recordemos la admiración de la gente por la
autoridad con que hablaba, pero también con que actuaba al curar al hombre que
era poseído por un espíritu inmundo - fue
con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Pedro estaba en cama
con fiebre…’ Es todo un signo.
La enfermedad, ya sea por el malestar que se produce en
el organismo ya sea por la pérdida de los ánimos al verse sometido a la
limitación del sufrimiento, hace encerrarse en uno mismo. ‘Estaba en cama con fiebre…’ dice el evangelista. Pero llega Jesús
la toma de la mano y la levanta. Todo cambia; podríamos decir no es solo que se
haya acabado la fiebre y con ello la enfermedad que pudiera aquejarla, sino que
ahí podemos ver algo más. Con Jesús su vida cambia. No necesitó de ninguna
recuperación, como podría esperarse después de fuertes fiebres, sino que ‘enseguida se puso a servirles’.
No pensaba en si misma sino que comenzó a pensar en los
demás, en lo que había que hacer, en la actitud y la postura del servicio. Nos
puede decir mucho. Ya nuestra vida no es solo para nosotros sino que
necesariamente tenemos que pensar en los demás, en lo que podemos ofrecer a los
demás. Es la transformación que se realiza en nuestra vida tras el encuentro
con Jesús. Son las señales del Reino de Dios que ya comenzamos a dar con
nuestra vida. Comenzamos a tener una mirada distinta, porque levantaremos nuestros
ojos para mirar y contemplar a Dios, pero seremos capaces de tender nuestra
mirada más allá de nuestro yo para comenzar a mirar con una mirada nueva a los
que nos rodean.
Por eso un cristiano de verdad, que se dice auténticamente
seguidor de Jesús nunca puede quedarse encerrado en si mismo, solo en lo que
sean sus preocupaciones y problemas. Por algo Jesús nos dejará como nuestro
distintivo el amor.
Pero es lo que vemos hacer a Jesús. Donde haya un
sufrimiento allí estará siempre Jesús para tender su mano y levantarnos. Fue la
suegra de Pedro, pero serían al atardecer a tantos enfermos y poseídos que
trajeron a la puerta de la casa. ‘Curó a
muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios…’ que nos dice
el evangelista.
Pero nos dice algo más. ‘Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a
orar’. No se quedaba todo de tejas abajo. Estaba su unión con el Padre, del
que había venido a hacer su voluntad, como nos dirá en otros momentos. De ahí
su oración. Cómo tenemos que aprender. Con Jesús que se acerca a nuestra vida
nos acercamos a Dios, sentimos la necesidad de ir con mayor intensidad hasta
Dios.
Pero ahí no se acaba todo. Porque Jesús tiene que estar
siempre yendo a los demás. Cuando le buscan con el deseo quizá de que se quede allí
siempre, dice que tiene que ir también a otras partes, ir al encuentro de otros
en otros lugares. ‘Vámonos a otra parte,
a las aldeas cercanas, para predicar allí, que para eso he venido’.
Como decíamos antes cuando Jesús nos cura, nos hace
llegar su salvación no es para que nos quedemos en nosotros mismos. Esa
presencia de Jesús llenará de trascendencia nuestra vida, para abrirnos más y
más al misterio de Dios y llenarnos de Dios - oración, eucaristía, sacramentos,
palabra de Dios - pero también para nosotros, como Jesús salir al encuentro del
otro, pensar en los demás, ver también el sufrimiento que hay en otros
corazones, que no solo en el nuestro, y allí tenemos que ir a llevar vida y a
llevar paz.
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