Vistas de página en total

domingo, 8 de febrero de 2015

El seguimiento de Jesús siempre entrañará el salirnos de nosotros mismos para entrar en un camino de trascendencia

El seguimiento de Jesús siempre entrañará el salirnos de nosotros mismos para entrar en un camino de trascendencia

Job 7, 1-4. 6-7; Sal 146; 1 Corintios 9, 16-19. 22-23; Marcos 1, 29-39
El seguimiento de Jesús siempre entrañará el salirnos de nosotros mismos para entrar en un camino de trascendencia, que nos abra a los demás, pero que nos abra al misterio de Dios en una esperanza de vida eterna. Es lo que podemos ir descubriendo desde una honda reflexión ya desde este inicio del evangelio de Marcos, en el que aun estamos en el primer capítulo.
Podríamos atrevernos a decir que el evangelista al presentarnos a Jesús en este comienzo de su evangelio - recordemos incluso las palabras con las que iniciaba en el primer versículo del texto sagrado ‘buena noticia (evangelio) de Jesús, el Hijo de Dios’ - va señalándonos ya la transformación que se realizará en nuestra vida en la medida en que vayamos creyendo en esa Buena Noticia de Jesús.
Ya desde los primeros discípulos a los que llama les vemos un salirse de sí mismos, porque dejan atrás todo lo que era su vida hasta entonces, dejaron las redes y las barcas para seguir a Jesús. Y ahí ya nos señala también lo costoso que eso significa para nuestra vida; por eso habla de conversión, de darle la vuelta a la vida. Con Jesús todo es distinto.
Lo contemplamos hoy también en el evangelio. Es una continuidad del escuchado el pasado domingo. ‘Al salir de la sinagoga - recordemos la admiración de la gente por la autoridad con que hablaba, pero también con que actuaba al curar al hombre que era poseído por un espíritu inmundo - fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Pedro estaba en cama con fiebre…’ Es todo un signo.
La enfermedad, ya sea por el malestar que se produce en el organismo ya sea por la pérdida de los ánimos al verse sometido a la limitación del sufrimiento, hace encerrarse en uno mismo. ‘Estaba en cama con fiebre…’ dice el evangelista. Pero llega Jesús la toma de la mano y la levanta. Todo cambia; podríamos decir no es solo que se haya acabado la fiebre y con ello la enfermedad que pudiera aquejarla, sino que ahí podemos ver algo más. Con Jesús su vida cambia. No necesitó de ninguna recuperación, como podría esperarse después de fuertes fiebres, sino que ‘enseguida se puso a servirles’.
No pensaba en si misma sino que comenzó a pensar en los demás, en lo que había que hacer, en la actitud y la postura del servicio. Nos puede decir mucho. Ya nuestra vida no es solo para nosotros sino que necesariamente tenemos que pensar en los demás, en lo que podemos ofrecer a los demás. Es la transformación que se realiza en nuestra vida tras el encuentro con Jesús. Son las señales del Reino de Dios que ya comenzamos a dar con nuestra vida. Comenzamos a tener una mirada distinta, porque levantaremos nuestros ojos para mirar y contemplar a Dios, pero seremos capaces de tender nuestra mirada más allá de nuestro yo para comenzar a mirar con una mirada nueva a los que nos rodean.
Por eso un cristiano de verdad, que se dice auténticamente seguidor de Jesús nunca puede quedarse encerrado en si mismo, solo en lo que sean sus preocupaciones y problemas. Por algo Jesús nos dejará como nuestro distintivo el amor.
Pero es lo que vemos hacer a Jesús. Donde haya un sufrimiento allí estará siempre Jesús para tender su mano y levantarnos. Fue la suegra de Pedro, pero serían al atardecer a tantos enfermos y poseídos que trajeron a la puerta de la casa. ‘Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios…’ que nos dice el evangelista.
Pero nos dice algo más. ‘Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar’. No se quedaba todo de tejas abajo. Estaba su unión con el Padre, del que había venido a hacer su voluntad, como nos dirá en otros momentos. De ahí su oración. Cómo tenemos que aprender. Con Jesús que se acerca a nuestra vida nos acercamos a Dios, sentimos la necesidad de ir con mayor intensidad hasta Dios.
Pero ahí no se acaba todo. Porque Jesús tiene que estar siempre yendo a los demás. Cuando le buscan con el deseo quizá de que se quede allí siempre, dice que tiene que ir también a otras partes, ir al encuentro de otros en otros lugares. ‘Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar allí, que para eso he venido’.
Como decíamos antes cuando Jesús nos cura, nos hace llegar su salvación no es para que nos quedemos en nosotros mismos. Esa presencia de Jesús llenará de trascendencia nuestra vida, para abrirnos más y más al misterio de Dios y llenarnos de Dios - oración, eucaristía, sacramentos, palabra de Dios - pero también para nosotros, como Jesús salir al encuentro del otro, pensar en los demás, ver también el sufrimiento que hay en otros corazones, que no solo en el nuestro, y allí tenemos que ir a llevar vida y a llevar paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario