Tenemos que salir a las plazas y a los caminos para traer a los pobres y a los oprimidos al banquete del Reino de Dios
Filp. 2, 5-11; Sal. 21; Lc. 14, 15-24
‘¡Dichoso el que coma
en el banquete del Reino de Dios!’
exclamó uno de los comensales que estaba sentado a la mesa con Jesús. Algo así
como aquello de Pedro en el Tabor ‘¡Qué
bien se está aquí!’ Con corazón humilde estaba abierto a la Palabra de
Jesús y ante todo aquello que iba escuchando surgió ese entusiasmo pensando
quizá en la plenitud del Reino del que Jesús estaba hablando. Hay momentos que
parece que hay como una inspiración especial y vislumbramos la plenitud que se
esconde tras un anuncio, o aquello mismo que estamos viviendo nos hace entrever
algo superior que podemos vivir.
Sin embargo Jesús le hará comprender que quizá no todos
están tan dichosos y tan deseosos de ese Reino de Dios tal como lo anuncia
Jesús de manera que incluso lo rechazarán. ¿Estaba queriendo dar a entender que
allí mismo entre los comensales que se habían sentado a la misma mesa algunos
rechazarían ese Reino que Jesús anunciaba? Las actitudes que mostraban en
muchas ocasiones no daban señales de que quisieran vivir el Reino con las características
que Jesús lo anunciaba.
Por eso Jesús propone aquella parábola del banquete al
que había sido convidada mucha gente, pero al que los invitados no quisieron
venir porque preferían otras cosas, había otras cosas a las que le daban más
importancia. Los hechos se repiten. También en nuestro mundo quiere resonar el
anuncio del Evangelio pero no todos acogen de la misma manera ese anuncio.
Todos son invitados a seguir a Jesús y no todos están dispuestos a seguirle.
Pensemos de forma muy concreta en nuestro ambiente, en
nuestro entorno, en un mundo o una sociedad que decimos cristiana, donde la
inmensa mayoría incluso está bautizada. ¿Calan los valores y principios del
evangelio en nuestra sociedad? Cuantos hay a nuestro lado que pasan de religión
y de cristianismo, que no quieren oír hablar de evangelio ni de principios o
valores cristianos, que prescinden de manera práctica de Dios en sus vidas y de
todos los valores espirituales y cristianos.
Tenemos que ser conscientes de esa realidad; no todos
son cristianos; no a todos les interesa la Iglesia y la religión; muchos han
ido construyendo su vida al margen de la fe y del ser cristiano; muchos incluso
los vamos a encontrar que están en contra de todo lo que signifique religión,
Iglesia, fe, cristianismo. Tenemos que darnos cuenta que vivimos en un mundo
muy diverso y es ahí en medio de todo eso donde tenemos que ser fieles de
verdad y manifestar valientemente nuestra condición de creyentes y de
cristianos.
Es lo que nos
describe la parábola cuando nos habla de que los invitados se fueron a sus
cosas y no quisieran aceptar la invitación al banquete. Muchos siguen siendo
los que no aceptan la invitación o quizá ni siquiera quieren escucharla. Pero
el banquete del Reino había de celebrarse. ‘Sal
corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los
lisiados, a los ciegos y a los cojos… sal por los caminos y los senderos, insísteles
hasta que entren y se me llene la casa’. Es la insistencia del que había
preparado el banquete.
Ya lo habían anunciado los profetas y Jesús incluso en
la sinagoga de Nazaret lo había anunciado. Incluso recordamos que la gente de
Nazaret se lo tomó a mal, porque Jesús
les decía que vendrían gentes como la cananea de Tiro y Sidón o como Naamán el
sirio, y serían los que se beneficiarían del banquete de la salvación. Allí con
el profeta había anunciado que los pobres
son los que serían evangelizados, y los esclavizados y oprimidos los que
alcanzarían la liberación en el año de gracia del Señor, y en otros
momentos nos dirá que vendrán de oriente
y occidente, del norte y del sur y se sentarán en la mesa del Reino de los
cielos, porque aquellos primeros que habían sido invitados no quisieron
recibirlo.
¿Nos querrá decir muchas cosas todo esto que estamos
reflexionando? ¿A quienes tenemos que ir a anunciar el Evangelio? ‘Dichosos los pobres, porque de ellos es el
Reino de los cielos’, hemos escuchado estos días en la proclamación de las
bienaventuranzas. Pero ¿no nos estará diciendo esto también lo que el Papa nos
ha dicho que tenemos que salir a las periferias para anunciar la Buena Nueva
del Reino de Dios también a los que están a nuestro alrededor y sin embargo
están lejos de la fe y de la Iglesia?
‘¡Dichoso el
que coma en el banquete del Reino de Dios!’ Dichosos nosotros si podemos hacer que muchos
coman del banquete de la salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario