Vistas de página en total

sábado, 16 de agosto de 2014

Nuestras actitudes hacia los demás han de ser camino para que todos puedan llegar hasta Jesús

Nuestras actitudes hacia los demás han de ser camino para que todos puedan llegar hasta Jesús

Ez.18, 1-10.13.30-32; Sal.50; Mt. 19, 13-15
Era costumbre entre los judíos presentar sus hijos a los rabinos o maestros de la ley para que éstos los  bendijesen. Los mayores recordamos también cómo en nuestra infancia había en nuestra tierra esa bonita costumbre, los hijos le pedían la bendición a sus padres, los nietos a los abuelos, los ahijados a sus padrinos, y también era muy habitual que cuando se encontraba uno con un sacerdote se le pedía la bendición. Desgraciadamente esas costumbres se han ido perdiendo, pero confieso que en mis relaciones con las gentes de América o con personas que hayan estado en América uno ve que aún se mantienen esas costumbres, porque incluso entre personas amigas muchas veces se comienza o se termina una conversación con la petición de bendición.
La escena del evangelio se desarrolla en ese entorno, las madres traen a sus hijos para que Jesús los bendijese. Pero por allá andan muy celosos los apóstoles de que no se moleste al maestro y ya les parece mucha pesadez que todos vengan a pedir la bendición de Jesús; por eso tratan de apartar a los niños de la cercanía de Jesús.
Pero eso Jesús no lo puede permitir. El había dicho, y lo hemos escuchado recientemente, que había que hacerse como niño para entrar en el Reino de los cielos; por otra parte las actitudes limpias y puras de los niños que se dan con amor y generosidad allí donde encuentran amor nos lo pone Jesús como modelo de lo que han de ser las relaciones entre sus discípulos. ‘Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los cielos’, hemos vistos estos últimos días que les decía Jesús a los discípulos.
Es Jesús el que dice que ‘los limpios y puros de corazón serán los que verán a Dios’ proponiéndonoslo en una de las bienaventuranzas, como todos bien sabemos. Y nos dirá además que sus ángeles están viendo el rostro de Dios. Y también por otra parte nos enseña a acoger a los pequeños y a los sencillos, porque el que no sabe acoger a un niño, a alguien que sea pequeño, no entenderá lo que es el Reino de Dios y no lo sabrá acoger a El.
Por eso ahora, ante la reacción de los discípulos que quieren alejar a los niños del lado de Jesús, les dirá regañándolos: ‘Dejadlos, no impidáis a los niños que vengan a mi, de los que son como ellos es el Reino de los cielos’. ¿Cómo vamos a atrevernos a impedir que alguien se acerque a Jesús? Es en lo que tenemos que reflexionar seriamente.
Muchas son las enseñanzas que podemos deducir de este pasaje del Evangelio y lo que venimos comentando en sus textos paralelos. Por una parte la actitud que en nosotros hemos de tener para hacernos pequeños y sencillos, para purificar nuestro corazón de toda malicia y ambición, para tener una mirada limpia y sin mala intención en lo que hacemos o en lo que pensamos para así merecer la bienaventuranza del Señor.
 Pero también nos enseña a tener una mirada distinta hacia cuantos nos rodean porque la aceptación sincera de quien esté a nuestro lado o venga a nosotros es la mejor contribución para unas relaciones amistosas y para poner fundamentos de verdadera dicha y felicidad en nuestro encuentro con los otros. Eso significa cómo han de estar lejos de nosotros las posturas y actitudes de discriminación porque todos merecemos la misma dignidad y respeto. Somos muy fáciles a hacer distinciones entre unos y otros poniéndonos nuestras propias pautas y categorías por las que aceptamos a unos y a otros rechazamos, ya sea porque nos caigan bien o no nos sean simpáticos… y así no sé cuantas discriminaciones más que nos hacemos.
Será pequeño o será grande, nos parecerá importante o se nos presentará poderoso, será de este o aquel lugar o es de no sé qué condición, será de esta procedencia o de qué color de la piel, se nos presentará desarrapado o vendrá no sé con qué aires de grandeza, será un pesado con sus manías o nos caerá bien por su simpatía, pero no somos quienes para juzgar ni para discriminar y el amor que tiene que ser el fundamente de nuestra vida nos llevará a aceptar a todos y a amar a todos, porque ya Jesús nos enseña que el amor ha de tener siempre ese carácter universal. Y la actitud que tengamos ante los demás puede ser obstáculo o ayuda para que todos lleguen hasta Jesús.
Unos pocos versículos del evangelio, pero cuando nos dejamos iluminar por el Espíritu divina, son muchas las cosas que el Señor quiere decirnos allá en lo hondo de nuestro corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario