Vistas de página en total

lunes, 11 de agosto de 2014

La pasión y la pascua de Jesús, con la pasión y pascua de los hermanos ha de ser también nuestra pasión y nuestra pascua

La pasión y la pascua de Jesús, con la pasión y pascua de los hermanos ha de ser también nuestra pasión y nuestra pascua

Ez. 1, 2-5.24- 2,1; Sal. 148; Mt. 17, 21-26
Cuando queremos a alguien y nos enteramos que le ha pasado algo que no es bueno o sabemos que lo está pasando mal o lo va a pasar mal nos llenamos de tristeza y de preocupación. Son las consecuencias del amor. Y entre Jesús y los discípulos más cercanos poco a poco se habían ido creando unos lazos de amor que les hacía que les doliera y les costara meter en la cabeza los anuncios que Jesús va haciendo de su Pascua.
‘Mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos la Galilea, les dijo Jesús: A Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día’. Y comenta el evangelista ‘ellos se pusieron muy tristes’. Es la segunda vez que en el evangelio de san Mateo Jesús les hace este anuncio. Ya sabemos de las reacciones que habitualmente tienen los discípulos ante estos anuncios, que no terminan de entender. Hoy nos dice que ‘se pusieron tristes’, manifestando con esa expresión la preocupación que sentían por lo que Jesús les anunciaba que le iba a pasar. En otros momentos veremos cómo Pedro trataba de convencer a Jesús de que eso no le podía pasar y que se lo quitara de la cabeza, a lo que Jesús le replicará - lo hemos escuchado hace pocos días - que se aparte de El porque lo está tentando como el tentador.
Entender todo lo que significa el misterio pascual nos cuesta. Como nos cuesta aceptar todo lo que pudiera ser dolor o sufrimiento. En cierto modo es una reacción natural. Pero podría enseñarnos muchas cosas. Aceptar que el misterio de nuestra redención pasa por la pascua, y la pascua es pasión y muerte,  pero también resurrección. Entender que todo es un misterio de amor, porque la entrega que Jesús hace es una entrega de amor, del amor más sublime.
Y eso tenemos que mirarlo para nosotros mismos en lo que hemos de asumir esa pascua en nosotros, porque también pasamos muchas veces en la vida por ese camino de dolor y de sufrimiento desde los problemas que nos pueden abrumar, desde los sufrimientos que nos van apareciendo en la vida con nuestras limitaciones y hasta nuestras enfermedades, o desde ese esfuerzo de superación que hemos de saber vivir en nuestra vida para crecer humana y espiritualmente, para purificarnos de tantas cosas que nos manchan la vida o nos entorpecen nuestra marcha.
Hemos de saber asumir todas esas situaciones en las que nos vamos encontrando sabiendo unirnos a la pascua del Señor, sabiendo hacer entonces también de nuestra vida una ofrenda de amor para que encontremos un sentido a lo que tenemos que pasar o sufrir, y sabiendo unirnos a la pascua de Jesús, no olvidando que la pascua adquiere su plenitud total con la resurrección. No es un morir para quedarnos en la muerte; no es un sufrir estoicamente porque no nos quede más remedio; no es un aguantarnos en nuestros dolores o en nuestros problemas, sino que hemos de saber encontrar en todo ello el camino que nos lleve a la vida, que nos haga partícipes también de la resurrección del Señor sintiendo como renacemos a una vida distinta y mejor cuando hacemos esa ofrenda de amor. Cuánta oportunidad tenemos de santificarnos, de santificar nuestra vida en ese camino de pascua que cada día hemos de aprender a vivir.
Y me surge un nuevo pensamiento que podría ayudarnos a completar toda esta reflexión. Y es aprender a mirar no solo nuestro sufrimiento, sino el sufrimiento y el dolor de cuantos nos rodean. Tiene que despertarse nuestro corazón a la solidaridad, a sentirnos de verdad en comunión con nuestros hermanos que sufren. No es que simplemente vayamos a decir ¡ay probrecitos! ¡Cuánto están sufriendo!, para lamentarnos como unas plañideras, sino que esa pascua que nosotros vivimos nos hace saber estar al lado de los que sufren; ahí tiene que estar nuestra compañía y nuestro consuelo; ahí tiene que estar nuestra palabra de aliento o el remedio que nosotros podamos poner ante esos sufrimientos; ahí hemos de saber estar sintiendo como nuestro ese dolor, y acompañando aunque solo fuera en silencio, para que nos sientan a su lado, cuando no podemos hacer otra cosa.
La pasión y la pascua de Jesús tiene que ser también nuestra pasión y nuestra pascua; la pasión y el dolor que vemos en los demás, que es pasión y pascua de Jesús que asumió en si todo el dolor y el sufrimiento de todo ser humano, hará que también sea nuestra pasión y nuestra pascua desde el amor y desde una auténtica solidaridad. Todo eso nos dará una nueva luz y sentido para nuestro vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario