Si aprendemos de Jesús y sentimos cómo El camina a nuestro lado su yugo será llevadero y su carga ligera
Is. 26, 7-9. 12. 16-19; Sal. 101; Mt. 11, 28-30
No nos podemos obcecar con la primera impresión que nos
produzca una palabra por su significado en sí misma, o por un gesto que
apreciemos en una persona que nos encontremos sin tratar de descubrir el
significado que se le quiera dar ya sea a la palabra o al gesto que
contemplamos por lo que se comente al mismo tiempo o incluso las circunstancias
en que nos encontremos.
Es lo que le puede suceder a muchos que quizá desde una
postura externa o por un conocimiento limitado de lo que en sí es se hacen una
idea de la religión y del cristianismo como si fueran solo una serie de normas
y prohibiciones que lo que quisieran es o amargarnos la vida o no permitirnos
ser felices. Puede denotar esto por una parte poco formación cristiana y del
sentido de nuestra fe o también en algunos intenciones no tan buenas que quizá
lo que quieran es corroer y destruir.
Entendamos en su hondo sentido las palabras que le
escuchamos hoy a Jesús en el evangelio. Es cierto que nos habla de ‘yugo’, palabra con la que se quería
expresar que todo no era sino una serie de normas, preceptos y prohibiciones.
Ya sabemos lo que es un yugo, ese instrumento normalmente de madera que une a
los animales – así enyugados se dice – que han de tirar al unísono de un
vehículo (un carro o carreta) o arrastrar el arado en la labranza de la tierra;
con el yugo se pretende que haya unanimidad en la tracción por parte de los
animales para así facilitar el trabajo.
Por eso en ciertos ambientes religiosos entre los judíos,
se hablaba del yugo solamente como ese conjunto de normas que marcaban o dirigían
la vida de los que pertenecieran a aquella organización religiosa, pongamos por
caso los fariseos, con sus pesadas y minuciosas normas que pretendían imponer a
todos los de religión judía.
Pero, ¿qué nos dice Jesús hoy en el evangelio? Nos
habla Jesús de ir a El porque en El encontraremos alivio y descanso. ‘Venid a mi todos los que estáis cansado y
agobiados, que yo os aliviaré’. Cristo no quiere que vivamos agobiados como
si tuviéramos pesadas cargas sobre nuestros hombros; no quiere que nos sintamos
abrumados por los problemas y las luchas que nos encontramos en la vida. Es
nuestro descanso, nuestra fuerza; quiere ser como nuestro cireneo que nos ayude
a llevar esa cruz de nuestra vida, de nuestras luchas, de nuestros
sufrimientos; no quiere que perdamos la paz del corazón.
Sí nos dice que tenemos que cargar con su yugo, pero
quiere que aprendamos a llevarlo, a darle un sentido, a darle un valor a todo
cuanto hacemos o tenemos que hacer. Por eso nos hablará de mansedumbre y de
humildad, porque además de aprender de El tenemos que sabernos dejar conducir.
Y El es nuestro camino y nuestra vida; El es la verdad de nuestra existencia
con lo que se convierte en el sentido último de nuestro vivir.
‘Cargad con mi yugo y
aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro
descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera’. Sí aprendemos de Jesús y lo
tenemos con nosotros todo tiene un nuevo sentido y valor; si aprendemos de
Jesús y sentimos cómo El camina a nuestro lado nos daremos cuenta que no quiere
nada pesado para nuestra vida, porque lo que nos va enseñando a la larga lo que
quiere es la felicidad del hombre; la verdadera felicidad en su mejor sentido
mientras caminamos aquí en esta tierra y la verdadera y eterna felicidad en el
cielo junto a Dios.
¿Será entonces un yugo pesado? Tiene es cierto sus
exigencias, hay una cruz que tenemos que cargar, un camino que hemos de
realizar y que nos exigirá es cierto esfuerzo y hasta sacrificio pero cuando
tenemos una meta clara, un ideal grande en nuestra vida, nada se nos hace
pesado ni insoportable, con la esperanza en que vivimos sentimos una alegría y
una paz en el corazón que nadie nos podrá quitar.
Tenemos, pues, que entender bien las palabras y el
mensaje de Jesús.
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