Sepamos hacer silencio en el corazón dejando de lado los ruidos de la vida para escuchar a Dios
1Reyes, 19, 9.11-16; Sal. 26; Mt. 5, 27-32
Elías era un profeta apasionado por el nombre santo de
Dios. ‘¿Qué te trae por aquí Elías?’,
le pregunta una voz. ‘Mi pasión por el
Señor Dios de los Ejércitos’, responde.
Eso había sido su vida, una continua lucha contra la
idolatría y por mantener viva la fe del pueblo de Israel. Era el celo de Dios y
por las cosas de Dios que sentía en su corazón. Será el gran profeta de Israel
de manera que su nombre se convierte en paradigma de todos los profetas.
Conocida es toda su trayectoria en medio de un pueblo que se deja arrastrar
tras los falsos ídolos, la baales y sus profetas; es su lucha también con la
reina Jezabel que trata de introducir en Israel esos cultos paganos. Cuando
vamos leyendo con todo detalle la lucha del profeta vemos que fueron momentos
duros.
Hoy le contemplamos en una hermosa experiencia de la
presencia de Dios en su vida. Había huido al desierto a causa de esas persecuciones
que sufre y desea morir. Pero el Señor va poniendo señales en su camino para
que siga adelante y se mantenga firme con esa fuerza que el Señor le da.
Misteriosa o milagrosamente el ángel del Señor va poniendo pan y agua junto a
él en su peregrinar por el desierto, como una señal de que Dios está con él.
Ahora llega al monte de Dios, al Horeb, donde se
refugia en una gruta, pero va a tener esa experiencia de Dios que pasa junto a
él y llega a su vida. No se le manifestará el Señor a través de señales
espectaculares sino desde señales sencillas y casi imperceptibles que solo unos
ojos de fe podrán captar. Buscamos y queremos encontrarnos con Dios tantas
veces en cosas espectaculares o grandiosas, pero hemos de saberle buscar en las
cosas pequeñas y humildes porque así llega el Señor a lo más hondo de nuestra
vida. Si nos quedamos solo en las cosas grandiosas tenemos el peligro de
manipularlas o tergiversarlas y hasta de convertir esas cosas en dioses de
nuestra vida. Era la tentación de los antiguos que se creaban dioses para todo
ya fuera para la guerra o ya fuera en la espectacularidad de las fuerzas de la
naturaleza confundiendo a las criaturas con el Creador.
‘Sal y aguarda al
Señor en el monte, que el Señor va a pasar’, escucha el profeta en su interior. ‘Pasó un viento huracanado, que agrietaba
los montes y rompía los peñascos, vino un terremoto y un fuego devorador, pero
en el viento no estaba el Señor, en el terremoto no estaba el Señor y en el
fuego no estaba el Señor. Después escuchó un susurro y Elías se cubrió el
rostro con el manto y salió a la entrada de la gruta…’
Ese gesto de cubrirse el rostro con el manto viene a
expresar esa presencia de Dios, pero a quien no se considera digno de
contemplar. En el susurro escucha y siente a Dios. Se había sentido solo y
abandonado porque el pueblo no era fiel a Dios y sentía el fracaso en sus
entrañas. ‘Los israelitas han abandonado
tu alianza… he quedado yo solo, y ahora me persiguen para matarme’, es su
queja. Pero allá en lo más hondo de sí mismo sintió la presencia de Dios que le
daba su fortaleza para seguir con su lucha. Ha de volver a Israel - ‘desanda el camino’ se le dice- ,
lleva unas misiones concretas que realizar, entre ellas escoger a un profeta
sucesor suyo en la persona de Eliseo. Elías se siente lleno de Dios.
No nos podemos desalentar en nuestras luchas, aunque
haya ocasiones en que nos parezca estar solos y abandonados de todos, pero
tenemos que aprender a sentir la presencia de Dios en nuestra vida, a
escucharlo allá en lo secreto de nuestro corazón. La imagen del profeta que se
va al desierto y a la montaña nos está hablando de cómo hemos de saber hacer
silencio dentro de nosotros para escuchar a Dios. Muchos ruidos de la vida,
muchos afanes o muchas cosas materiales o terrenas que nos envuelven, nos
impiden poder escuchar al Señor ahí en ese silencio del corazón. Hemos de dejar
a un lado esos ruidos o ese materialismo de la vida. Le vamos a escuchar, no
como a nosotros nos guste o nosotros nos imaginemos - recordemos lo que
decíamos antes de las cosas grandiosas o espectaculares - sino hemos de
escucharle cómo El quiera manifestarsenos.
Que crezca y madure nuestra fe para vivir y
experimentar la presencia de Dios en nuestra vida. El quiere hacerse sentir
allá en lo más hondo de nuestro corazón. Sepamos hacer silencio para escuchar a
Dios.
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