Vistas de página en total

viernes, 25 de abril de 2014

Por la fe en Cristo resucitado nos sentimos enviados a ser pescadores de hombres, pero siempre en el nombre del Señor

Por la fe en Cristo resucitado nos sentimos enviados a ser pescadores de hombres, pero siempre en el nombre del Señor

Hechos, 4, 1-12; Sal. 117; Jn- 21, 1-14
Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades’. El episodio tiene un cierto paralelismo con otro episodio semejante que nos narran los sinópticos acaecido también en aquel lago de Tiberíades con ciertas resonancias vocacionales en medio de otros mensajes. Entonces había concluido con el anuncio de Jesús de que sería pescadores de otros mares, pues quería hacer de ellos pescadores de hombres.
En la orilla del lago habían dejado la barca y las redes a la llamada de Jesús, aunque ahora les vemos de nuevo volver a tomar las barcas y las redes para salir a pescar. Muchas connotaciones eclesiológicas puede tener también este episodio con esa resonancia de ser enviados a realizar otra pesca o de otra manera. Ahora como entonces, en ese episodio que recordamos, se pasan la noche bregando sin coger nada.
Al amanecer desde la orilla alguien les indica por donde han de echar la red para encontrar pesca. No conocían aún que era Jesús. ¿Ese claroscuro del amanecer? ¿la distancia de la orilla aunque apenas distaban como unos cien metros? ¿sus ojos que estaban cegatos porque aún no había sido muy intensa la experiencia de Cristo resucitado? Muchas explicaciones podemos darnos. Pero ahora la pesca había sido de nuevo abundante; luego contarán incluso la cantidad de peces grandes: ‘ciento cincuenta y tres’. Pero como dice el evangelista ‘no tenían fuerzas para sacar la red por la multitud de peces’. En el otro episodio que recordamos Pedro en muestra de confianza en la palabra de Jesús había lanzado de nuevo la red al agua; ahora simplemente se dejan guiar por quien está allá en la orilla sin saber que era realmente Jesús quien les estaba indicando cómo y dónde habían de echar la red.
Será aquel discípulo que tanto quería Jesús el que lo reconozca y se lo diga a Pedro. ‘Es el Señor’. Y Pedro tal como estaba se lanzará al agua para llegar pronto a los pies de Jesús. En aquella primera pesca milagrosa se había arrojado a los pies de Jesús para mostrarse y sentirse pecador e indigno de estar en su presencia. Ahora quiere estar lo más pronto a  su lado. Ya conocemos por el resto del evangelio la porfía de amor que hará Pedro por Jesús ante sus preguntas.
Al llegar a la orilla ya Jesús les tiene preparado sobre unas brasas un pescado puesto encima y pan para comer. Los detalles de Jesús; la presencia de Jesús que siempre quiere llenarnos de vida, alimentarnos con su vida. ‘Vamos, almorzad’, les dice ‘y Jesús toma el pan y se los da, y lo mismo el pescado’. Y comenta el evangelista, ‘Nadie se atrevía a preguntarle quien era, porque sabían bien que era Jesús’. Como los discípulos de Emaús también están reconociéndolo cuando Jesús les parte y les reparte el pan.
Jesús ha resucitado y por la fe que estamos manifestando en su resurrección ya nos estamos sintiendo enviados a anunciar esa Buena Noticia. Como le había dicho un día a Pedro y a los otros pescadores, ‘venid conmigo y os haré pescadores de hombres’, sentimos también ese envío del Señor.
Pero creo que este pasaje del Evangelio nos puede estar enseñando muchas cosas en ese sentido. Cuando vamos a hacer ese anuncio de Jesús no lo vamos a hacer por nosotros mismos o simplemente con nuestras sabidurías o capacidades humanas. Hemos de ser conscientes que siempre vamos en el nombre de Jesús y con la fuerza y la presencia del Espíritu de Jesús.
Cuando lo queremos hacer por nosotros mismos, como si fuera cosa solo de nosotros y apoyándonos en nuestras fuerzas o capacidades ya sabemos lo que nos suele pasar, podemos estar abocados al fracaso. Pedro y los discípulos, como hemos escuchado hoy, allá andaban por Galilea a la orilla del lago quizá con añoranzas de otros tiempos o quizá solo queriendo buscar en qué entretener el tiempo. ‘Me voy a pescar’, dice Pedro; ‘vamos también nosotros contigo’, dijeron los otros. Se embarcaron y aquella noche no cogieron nada. Habían ido sin Jesús.

Llegará Jesús y todo cambiará. Actuamos en el nombre de Jesús y con la fuerza de su Espíritu y mucho podremos hacer. Algo que no podremos nunca olvidar, ni en el trabajo que queramos hacer por los demás, ni en nuestros  trabajos apóstolicos que realicemos, ni incluso en esa tarea de superación personal en la que hemos de estar siempre embarcados buscando ser mejores aspirando a esa santidad a la que nos llama el Señor. Siempre, en el nombre del Señor. Y ya sabemos lo que eso significa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario