Somos nosotros los que hemos de despertar porque estamos adormilados en nuestra fe
2Sam. 12, 1-7.10-17; Sal. 59; Mc. 4, 35-40
‘Pero, ¿quién es éste?
¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!’ comienzan a preguntarse los discípulos.
Todo había comenzado ahora cuando los había invitado
aquel atardecer a ir a la otra orilla. Es muy significativo. Tal como estaba se lo llevaron; iban también otras barcas. Normalmente el
lago está en calma, porque además no es un lago muy grande. Sin embargo en
ocasiones se levantan fuertes vientos y tempestades, dada su situación
geográfica está en la depresión del Jordán y con altas montañas en sus
alrededores.
Es lo que ahora sucede. Parecía que la barca se hundía. ‘Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta
casi llenarla de agua’. Pero lo más sorprendente es que en medio del vaivén
de las olas y los vientos Jesús está dormido a popa sobre un almohadón.
‘Maestro, ¿no te
importa que nos hundamos?’
le suplican. Ya hemos escuchado la reacción de Jesús a su poca fe. ‘¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no
tenéis fe?’. Pero Jesús escucha la súplica. ‘Increpó al viento’ y vino la calma. Es cuando se preguntan
asombrados. ‘Pero, ¿quién es éste? ¡Hasta
el viento y las aguas le obedecen!’
Jesús va sorprendiéndoles poco a poco. Es su palabra,
su manera de enseñar con autoridad, con sencillez y claridad al mismo tiempo. ‘Esta forma de enseñar es nueva’, dirán
en alguna ocasión. Serán las parábolas que les van abriendo los ojos a un mundo
nuevo. Serán sus milagros que hará que muchos acudan a El buscando la salud
para sus cuerpos atormentados. Les sorprendió, sin embargo, cuando le llevan el
paralítico y lo primero que hace es ofrecerle el perdón de los pecados, que
provocarán reacciones sobre todo en los escribas y fariseos. Será el nuevo
sentido del sábado proclamándose como el Señor del sábado. Ahora se manifiesta
poderoso frente a los elementos de la naturaleza. ‘¿Quién es éste?’ se preguntan.
¿Nos lo preguntaremos nosotros también? Tenemos que
dejarnos sorprender por el Señor que llega a nuestra vida. El también nos
quiere poner en camino también. ‘Vamos a
la otra orilla’, nos dice también a nosotros. Quiere algo nuevo de nuestra
vida. La fe que tenemos en El tiene que ir abriéndonos caminos nuevos delante
de nosotros. La fe nos pone en camino. No es para quedarnos al abrigo donde
todo parece bueno y se pasa bien porque no hay dificultades.
Cuando estaban en lo alto del Tabor Pedro y sus
acompañantes querrán quedarse allí extasiados para siempre y ya estará pensando
en hacer tres tiendas. Pero Jesús les dirá que hay que bajar a la llanura de la
vida que muchas veces no es tan llana. Ahora hay que atravesar un lago que no
siempre estará tan en calma. Nos encontramos tempestades, huracanes, problemas,
dificultades, contratiempos, persecuciones incluso. Y nos puede parecer que
estamos solos.
En otra ocasión atravesando el lago con el viento en
contra que les hacía remar con mucho esfuerzo Jesús no está con ellos. Ahora
está pero está durmiendo y no parece enterarse de las dificultades por las que
están pasando. Eso al menos creen ellos. ‘¿No
te preocupa que nos hundamos?’ es el grito de aquellos discípulos asustados
que parece que se les ha debilitado la fe.
‘¿No te preocupa que
nos hundamos?’ es
también nuestro grito muchas veces desde nuestras soledades o lo que nos
parecen soledades, desde nuestras dificultades y problemas porque nos parece
que el Señor no nos escucha. Pero El está ahí. Si no nos llevara sobre las
palmas de sus manos ya nos hubiéramos hundido totalmente en la vida. Pero El
nos lleva sobre las palmas de sus manos aunque a veces sigamos sintiendo las
sacudidas de esos problemas que nos llenan de agobio o de esas desconfianzas
que se nos siguen metiendo en el corazón. Pero El está ahí y no nos faltará su gracia y su fuerza.
Tenemos que ser nosotros los que nos despertemos,
porque somos los que estamos adormilados en nuestra fe. Que se nos despierte de
verdad nuestra fe y nuestra confianza.
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