El que cumple la voluntad de Dios es mi hermano, y mi hermana, y mi madre…
2Sam. 6, 12-15.17-19; Sal. 23; Mc. 3, 31-35
‘¿Quiénes son mi madre
y mis hermanos?’ se
pregunta Jesús cuando vienen a decirle que fuera están su madre y sus parientes
que quieren verlo. No es un desaire a su madre ni a sus parientes, pero Jesús
quiere enseñarnos cuál es la nueva familia que El viene a constituir.
‘Paseando la mirada
por el corro, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la
voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre’. Allí están los que verdaderamente
buscan a Dios. Allí están porque han
venido a escucharle, pero él quiere más. No sólo es oír sus palabras o
contemplar sus signos sino desde ahí descubrir lo que es verdaderamente la voluntad
de Dios y querer cumplirla. Esos son los verdaderos hijos de Dios.
Recordamos que al principio del Evangelio de Juan se
nos habla de cómo ha venido a los suyos y los suyos no lo recibieron; quiso
brillar la luz, pero las tinieblas trataron de ahogar esa luz; estaba en medio
del mundo, pero el mundo no lo reconoció. ‘Pero
a cuantos le recibieron, a todos aquellos que creen en su nombre, les dio poder
para ser hijos de Dios. Pero estos hijos de Dios no son los que nacen por vía
de generación humana, ni porque el hombre lo desee, sino que nacen de Dios’.
Allí han venido a ver a Jesús su madre y sus parientes;
son los lazos de la sangre los que los unen; pero hay algo todavía mucho más
profundo que nos puede unir a Jesús y que sólo desde la fe podemos comprender. ‘A los que creen en su nombre, les dio poder
para ser hijos de Dios’. Es una nueva familia que nace desde un nacimiento
nuevo, que nace de la fe por el agua y el Espíritu, como le explicaría Jesús
luego a Nicodemo. Son los que constituyen la nueva familia. ‘Estos son mi hermano, y mi hermana, y mi
madre. El que cumple la voluntad de Dios…’
Cuando hablamos de la fe no estamos haciendo referencia
solamente a un asentimiento intelectual,
sino que estamos hablando de una respuesta de vida. No creemos porque
digamos sí con los labios, sino que creemos de verdad cuando toda nuestra vida
está conformada por esa fe; y conformar nuestra vida con la fe, significa el
buscar lo que es la voluntad de ese Dios en quien creemos para realizarlo en
nuestra vida. Es lo que nos está enseñando hoy Jesús.
Y ese cumplir la voluntad de Dios no es solo realizar
en momentos puntuales cosas con las que pretendemos agradar a Dios, sino que
está hecho de las pequeñas cosas que hacemos cada día. Dar gloria al Señor no
es un canto que podamos cantar en un momento determinado, por muy bonito que
sea o por muy entusiasmados de fervor que nosotros estemos en ese momento, sino
que ha de ser toda nuestra vida que ha de ser siempre ese cántico de alabanza
al Señor. Y es que la fe envuelve y conforma totalmente toda nuestra vida, de
manera que todo lo que hagamos sea siempre para la gloria del Señor.
Por eso nunca un cristiano verdadero puede separar la
celebración de la fe de lo que es la vida de cada día. Venimos a celebrar
nuestra fe, porque, es verdad, tenemos que cantar la alabanza al Señor y darle
gracias reconociendo cuánto de El recibimos; venimos a celebrar nuestra fe
porque queremos alimentarnos de la gracia del Señor que se nos da en el
Sacramento que celebramos y vivimos; venimos a celebrar nuestra fe porque
necesitamos dejar iluminar nuestra vida por la Palabra del Señor que se nos proclama y que nos va manifestando en
cada momento lo que es verdaderamente la voluntad del Señor.
Pero nuestra vida de fe no se queda ahí, no hacemos una
separación de lo que celebramos en ese momento de lo que luego vamos a seguir
viviendo; es que esa gloria de Dios que hemos cantado en la celebración luego
se ha de prolongar cuando en cada cosa
que vayamos haciendo en nuestra vida lo hagamos conforme a lo que es la
voluntad del Señor.
‘¿Quiénes son mi madre
y mis hermanos?’ se
preguntaba Jesús como hemos venido reflexionando. Pero tenemos que preguntarnos
¿seremos en verdad nosotros ese hermano, esa hermana, esa madre de Jesús porque
cumplimos siempre la voluntad de Dios?
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