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jueves, 9 de enero de 2014

Siempre el Señor está con nosotros, aunque en ocasiones nos cueste ver su presencia

1Jn. 4, 11-18; Sal. 71; Mc. 6, 45-52
El episodio que nos narra el evangelio aunque comienza narrándonos algo muy sencillo y natural como el hecho de tomar una barca para atravesar el lago hasta la otra orilla por parte de los discípulos, mientras Jesús despedía a la gente, se viene a transformar en algo asombroso y que puede ser un signo maravilloso para el camino de nuestra vida cristiana.
‘Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla’. Jesús que siempre nos está poniendo en camino. No podemos cruzarnos de brazos para quedarnos sentados pasivamente esperando a que sucedan las cosas. Nos pone en camino, aunque en ocasiones el camino se nos pueda volver oscuro, nos parezca que nos sentimos solos o nos veamos zarandeados por problemas o dificultades. Qué oscuro se nos puede volver el lago en medio de una noche oscura y cuando encontramos dificultad para avanzar porque tenemos el viento en contra, como les estaba sucediendo a los discípulos. Y Jesús no estaba con ellos.
Bueno, eso pensaban. Se había quedado en la orilla despidiendo a la gente, y luego se había retirado al monte a orar. Luego no estaban solos, aunque Jesús estuviera en tierra y ellos en medio del lago sin poder avanzar. No estamos solos aunque estemos en medio del camino de la vida y tengamos oscuridades y dificultades. El Señor está atento a nuestras necesidades y problemas. No le somos ajenos ni indiferentes. Qué distinto a como somos nosotros muchas veces en relación a los problemas de los demás.
‘Viendo el trabajo con que remaban… va hacia ellos  andando sobre el lago, e hizo ademán de seguir adelante’. Pero no lo reconocieron, pensaban que era un fantasma. Siempre el Señor poniéndonos a prueba. Y si hasta entonces estaban contrariados por la dificultad, ahora aumentan los miedos y el temor. ‘Dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado’. ¿Será un grito clamando por la presencia de Jesús y su fuerza? Algunas veces nuestros gritos parecen de derrota, porque nos falta confianza.
Pero allí está Jesús. ‘El les dirige en seguida la palabra y les dice: Animo, soy yo, no tengáis miedo’. Cuántas veces escuchamos nosotros esa voz en nuestro interior y no la reconocemos; escuchamos esa voz, pero no terminamos de creer y de confiar. Al final dirá el evangelista que ‘eran torpes para entender’, pero nos lo puede estar diciendo también a nosotros en medio de nuestras vacilaciones y dudas.
Decimos que queremos creer, pero no terminamos de poner toda nuestra confianza en el Señor. Ojalá aprendamos a confiar, a fiarnos de la palabra de Jesús; ojalá aprendamos a descubrir esa luz que nos está iluminando aunque nos parezca que no, porque si aún seguimos de pie en medio de nuestras dificultades, reconozcamos que el Señor  nos está llevando de la mano, nos tiene sobre las palmas de sus manos.
‘Entró en la barca con ellos y amainó el viento’. Ahora lo sentían con ellos y se sentían seguros. Aunque todavía ‘estaban en el colmo del estupor’. Habían sucedido tantas cosas en poco tiempo y estaban aprendiendo a conocerle. Si allá en el descampado al escuchar su palabra su corazón se iba abriendo a algo nuevo, para comenzar a pensar distinto y estar dispuestos a actuar y buscar soluciones, ahora tendrían que seguir aprendiendo a abrir su corazón al Señor para estar seguros de que siempre El estaría con ellos.

Para estar seguros nosotros de que siempre el Señor está con nosotros, aunque también tengamos que pasar por mares embravecidos con el viento en contra y en medio de muchas oscuridades. Porque el mensaje ahora es para nosotros. Somos nosotros los que tenemos que aprender y los que tenemos que abrir nuestro corazón a Dios. No estamos solos. Siempre el Señor está con nosotros, aunque en ocasiones nos cueste ver su presencia.

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